viernes, 5 de diciembre de 2014

SOBRE EL AMOR DE VERDAD



         Será bueno que depuremos nuestro amor y paras ello nos esforcemos en buscar el bien de verdad de las personas humanas, lo cual no tiene nada que ver con buscar meramente su complacencia o alimentar sus intereses superficiales; si buscamos el bien de verdad de alguien, por esta vía enseguida se verá la necesidad de sobreponerse a los particulares intereses superficiales implicados en ese asunto. Así, por ejemplo, quien se dedica a complacer, no se ve obligado a sobreponerse a su deseo desordenado de quedar bien, de quedarse superficialmente complacido al ver la alegría superficial del otro, etc. El que se dedica a complacer, como último objetivo de su acción, hace daño a la otra persona, ya que no fomenta lo que le viene bien de verdad, sino que fomenta sus intereses superficiales; y actuar así meramente por complacer no le obliga a depurar su acción de los intereses superficiales propios que pueden dificultar cualquier recta acción. En cambio, si tiene como objetivo el hacer el bien de verdad a otra persona, antes que complacer sus intereses superficiales, pues esto ya le empieza a costar, y, si lo hace bien, enseguida ve la necesidad de sobreponerse a los intereses superficiales propios ya que no está dedicándose a complacer, sino a hacer el bien; ya no está dedicándose a hacer o dar lo que a la otra persona le apetece o cree que le interesa superficialmente, sino que está haciendo lo que realmente cree que le viene bien, que nunca será el dejarse llevar por intereses superficiales. Si consideramos que es muy bueno el poner de nuestra parte para vivir el amor de verdad, eso también lo procuraremos a otras personas humanas; no siendo nada bueno el brindar aparentes cuidados a las personas, que les hagan mal, al fomentarles el egoísmo.
Si una persona busca el bien de verdad de otra, colaborará en ayudarla a que haga el bien; y con esto se hará bien y hará el bien. Por el contrario, el que se dedica meramente a complacer, se está dejando llevar por intereses superficiales, propios y ajenos, con lo cual se hará mal a sí mismo, y hará mal; fomentará la esclavitud de los intereses superficiales, tanto propia como de otras personas.
         No es inhabitual el no ver todos esos intereses superficiales que podrían influir a la hora de pretender hacer un bien a otra persona. Y si no se ven es más difícil sobreponerse y negarse a ellos, sino que si no se ven, la persona fácilmente se estará dejando llevar por ellos, quizá sin darse cuenta o sin querer darse cuenta. Y así no sería inusual que la persona que dice que ha actuado por buena intención, si bien sin depurar sus intereses superficiales, llegado un momento reclama a la otra persona lo que cree que ésta le debe, generalmente cuando surgen determinadas consecuencias de dejarse llevar por los intereses superficiales, que es lo que se ha fomentado, que no coinciden con los propios intereses superficiales. Por ejemplo alguien puede malsanamente fomentar que alguien se deje llevar por sus intereses superficiales, por ejemplo de pasarlo bien, o de intereses materiales, cuando todo esto coincide con los propios intereses, y luego se quejará cuando todos estos intereses ya fomentados se desvían hacia lo que ya no coincide con los intereses superficiales del que los ha fomentado. Los intereses superficiales ya se sabe que son cambiantes, y que esclavizan, y que como no se controlen, lo que hacen es tender a tiranizar o dominar a la persona. Y, por supuesto, el guiarse por intereses superficiales, no hace el bien a la persona, ni por esta vía la persona irá creciendo en su potencial de persona, sino al contrario. Si alguen ha fomentado los intereses superficiales de otra persona, cuando ve consecuencias de esto que le contrarían, no solucionará nada si se queda en la superficie de las cosas, viendo nuevamente sus intereses superficiales en este caso defraudados, sino que tendrá que reconocer el origen de todo esto, incluyendo su propia actuación interesada o egoísta. Al reconocer la propia actuación interesada, si uno se decide a amar de verdad, a hacer el bien de verdad, no desaparecen necesariamente las consecuencias de las pasadas actuaciones interesadas, pero está claro que siempre puede uno poner de su parte para amar de verdad, mientras hay vida, y, esto siempre hace bien, y mejora auténticamente una situación, si bien no necesariamente se revierten las consecuencias de lo ya ocurrido, aunque sí sería posible la reparación de al menos algo, evitando males mayores, y haciendo el bien desde ese momento.
Por ejemplo si en un matrimonio en vez de vivir el amor de verdad, las personas se han dedicado a fomentar sus intereses superficiales de pasarlo bien o hacer meramente lo que creían que les convenía superficialmente, ante las indudables consecuencias de esto de una u otra forma, no deberán seguir viéndolo según sus intereses superficiales, sino que deberán reparar la falta de amor de verdad que ha tenido estas consecuencias. 
Cuesta un esfuerzo el defraudar o no complacer  intereses superficiales propios o ajenos, pero se puede ir haciendo si uno se decide a amar de verdad, a buscar el bien de verdad, y no la mera complacencia interesada. 

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