FRAGMENTOS
DE CARTA PASTORAL de Agustino ermitaño. 1820
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Mandastelo Señor y asi se cumple, qué
el pecador cuando peca, sea verdugo de sí mismo, y que su pecado mismo sea su
bien merecido primer suplicio, decia mi Padre San Agustín.
29 Empezó nuestra santificación, que toda consiste en que le
imitemos,
haciendo lo que convenía que hiciéramos. … Después que asi
obrando se nos dio á creer, y aun á ver con el entendimiento ilustrado por la
fe. … ¿Y á enseñar de que modo? Dé los dos mas eficaces, que son las obras y
las palabras; y aun podemos añadir otro tercer modo mas excelente, que es la
interior iluminación, que nos induce á la unción suavísima que se encierra en
sus palabras y obras, con la que ya es
facilísima, y dulcísima la mas ardua heroicidad.
35 Para que cuando los desertores de la Religión Católica quieran
atarnos á su infeliz carro, excitando nuestro orgullo original con decirnos:
que si no somos con ellos, nos degradamos, y nos hacemos hombres apáticos, y de
espíritu servil y bajo, consintiendo en ser tratados como …:, los compadezcamos
…
+38 Esto no por salir dé la duda, pues de nada estaban mas
descuidados que de acertar, como sucede cuando reina la pasión,
47 Convengo en que todo esto, solo puede ser constante ( y
aun eso en fuerza de muchísimas gracias especiales del Señor ) en la voluntad
racional, y parte superior de nuestra alma, que es lo que San Pablo llama nuestro
hombre nuevo: mas la voluntad sensitiva ó parte inferior de la. misma alma, que
es lo que el Apóstol llama nuestro hombre viejo, nunca dejará de molestar á
aquel; como ni ese deberá cesar de procurar crucificar á este; á fin de que no
triunfe, ni prevalezca la carne sobre el espíritu: la concupiscencia ó el amor
desordenado, sobre la caridad, ó amor santo; ni Adán, sobre Jesu-Cristo. Por
eso este sabio y expertísimo Apostol, que nos habla divinamente en el Capitlo
7? de su Carta á los Romanos, de esa intestina terrible guerra, que es
indispensable sufrir, mientras estamos en esta carne miserable, cuidó de decir
en el Capitulo 6? acabando de sentar la celestial enseñanza de nuestra muerte
al pecado: Ea: no reyne el pecado en vuestro cuerpo mortal, de suerte que
obedezcáis á sus concupiscencias, ó malas inclinaciones.
48 Ya el Santo Concilio de Trento nos-enseño, que el. Apóstol
en este y otros lugares llama pecado á la concupiscencia, ó fondo de
desordenadas propensiones que hay en nosotros: no por que ese fondo desordenado
sea ni pueda ser formalmente pecado, no habiendo conocimiento, reflexión, y
libre consentimiento en el mal que propone; sí, solo lo llama pecado, por que
vino de pecado, é induce á pecado. El está, pues, siempre en nosotros, y con
nosotros: lo que importa es, que lo traigamos siempre clavado, crucificado y
sujeto, sin dejarle hacer lo que quiera; antes mortificándole de cuantos modos
nos sea dado: por que como ese mal fondo ó concupiscencia, que es todo uno,
tiene su asiento, ó morada en el cuerpo, no cesa de querer señorearse de todos,
y de cada uno de sos miembros; de todcs y de cada uno de sus sentidos, de sus
fuerzas, de sus facultades, de sus aptitudes, y últimamente de su enlace con el
alma, para arrastrar á esta, con el cuerpo tras sí. Es esto de lo que nos manda
huir el Apóstol, y nos exhorta a evitar con toda fuerza. … ++++++Y para que no pensemos, que el pecado, solo
puede reinar en nosotros con mucha dificultad, y juzgando asi nos descuidemos;
nos declara, que basta ceder á la concupiscencia, ó consentir en lo que ella sugiere, para que se declare reinante y
señora: pues consentir, es obedecer; y el que obedece, es siervo de aquel á
quien obedece.
49 ++Sí os importaba infinitamente saber, que como cristianos
debéis estar muertos con nuestro Señor Jesucristo al pecado, no os importaba
menos estar prevenidos, de que aun asi muertos al pecado, no cesaríais de ser
continuamente incitados, alhagados, y casi arrastrados por vuestra
concupiscencia, como dice Santiago, á caer por primera vez, 6 á volver al
pecado, según haya sido vuestra anterior vida. Por eso casi al empezar este
tercer punto, ya os decía: es preciso para ser verdaderamente cristiano, morir al
pecado, y no cesar de morir.
49 Inferid de todo, la necesidad de conocer y saber las
verdades, que influyen directamente en la conducta cristiana. La inteligencia
de las que con San Pablo se han explicado, os escusará de esos dos abismos
manifestados: de los que, el primero induce á una confianza temeraria y vana; y
el otro á una desesperación absoluta. Al primero que oímos razonar erradamente
le diremos. Sí: tú en el bautismo moriste con Jesu-Cristo al pecado¡ pero para
tu perpetua humillación, y para materia del combate, con cuya victoria debes
ganar la corona eterna, te quedó una inclinación al mal, tan pertinaz, que sí
te descuidas con ella, dará contigo en el infierno. Por eso el mismo San Pablo,
que en cuanto cristianos, nos declara muertos al pecado, no dejó de gritarnos á
todos y decir: Trabajad en la obra de vuestra salvación con temor, y temblor, Lo que fue decirnos: aunque muertos al pecado,
no dejéis de repetir esa muerte de continuo, en cuantas veces se os invite á
cometerle. Al segundo le diremos: Ea , buen animo: la propencion desordenada, é
inclinación al mal que experimentas, cuanto mas vehemente y tenaz sea tanto mas
te aprovecha, sí le resistes firme y no consientes: tu misma angustia en el
ataque del mar que aborreces, es una feliz continuación de tu muerte al pecado,
que solida mas tu verdadera vida en Jesu-Cristo. Por eso San Pablo, que describió
cual nadie lo horribilidad de la güera, que sin tregua alguna hace la carne al
espíritu, sienta con la mayor seguridad:) que el Señor es fiel, y no permitirá
que seamos tentados mas allá de nuestras fuerzas; antes hará que saquemos
provecho de la misma tentación, para que podamos perseverar.
51 No sabéis ya, que la vida según la carne es muerte ? Ignoráis que solo vive aquel, que con el espíritu
sujeta, refrena, y mortifica las viciadas inclinaciones de la carne. Estos son
los siervos de Jesu-Cristo, ó mas bien, sus hermanos, y verdaderos hijos de
Dios; pues son movidos y regidos por su espíritu. Y los otros, ¿ qué serán ? No
son de Jesu-Cristo, dice San Pablo, pues no tienen el espíritu de Jesu-Cristo.
Terrible sentencia: oidla otra vez: Todo el que no tiene el espíritu de Cristo,
no es de Cristo. ¿ De quien será pues? Pensadlo allá.