jueves, 26 de septiembre de 2013

Meditaciones sobre el Evangelio

Del libro Meditaciones sobre el Evangelio de Bossuet, tomo primero.

De Carta Pastoral del Ilmo. y Rev. Obispo de Troyes:

¿Qué esfuerzo ha hecho, y aún hace cada día el enemigo de la verdad para alterar, y desfigurar nuestra santa Ley? Ha empleado todas sus astucias, y ardides para socabar los cimientos sobre que estriba, y arruinar el espíritu que la anima. Cuando no ha podido aniquilar los preceptos, ha pretendido restringir, disminuir, y casi anonadar la obligación de todos ellos. Ha puesto todo su estudio en adular las pasiones; en conciliar la severidad de la Ley con las halagüeñas inclinaciones de la naturaleza viciada; y en sustituir a la virtud cristiana unas virtudes paganas, o farisaicas. Pero a pesar de estos estimados, y sangrientos combates, la Doctrina de Jesucristo conservará su hermosura, su sublimidad, su pureza. Dios suscita en todos tiempos en su Iglesia Doctores animados del Espíritu Santo, que hablarán con eficacia, y fortaleza, y enseñarán la verdad con sinceridad, y valentía.
...
La santidad cristiana es infinitamente superior a la bondad de los más virtuosos gentiles: las virtudes de estos eran puramente humanas: eran, expliquémoslo así, carencia, o privación de los vicios groseros. También es más eminente, que las virtudes de los Doctores de la ley, y de los fariseos, soberbios, y presumidos sabios, apegados a la corteza, y superficie de los preceptos; que se atribuían a sí mismos, a las fuerzas de su voluntad, lo bueno que hacían, en vez de reconocer, que es Dios, quien obra lo bueno en nosotros: y en fin, que no han merecido más, que el título vano, y fantástico de virtuosos, y justos. La santidad cristiana ensalza al cristiano a más alta perfección que la que practicaban los más virtuosos judíos, a causa del conocimiento eminente, que tiene de Jesucristo. El verdadero cristiano, el verdadero justo, sin pararse a considerar los progresos que hace; sin descansar, sin hacer pausa en ellos, pone todos sus conatos en adelantarse más, y más en la virtud, como si no hubiera dado paso en ella. ...
Consiste, pues, la santidad cristiana en la hambre, y en la sed: esto es, en un deseo ardiente, e invencible de la santidad: en un sincero e inviolable apego del corazón a Dios, a Su Doctrina, a Su verdad, a Su Ley: en una palabra, en un verdadero amor de Dios, y del prójimo.
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(Hasta aquí del Ilmo. y Rev. Obispo de Troyes).


" Amemos la caridad más que a todas las otras virtudes, porque ella es quien hace al corazón limpio."
" El que está limpio no cese de purificarse más, y más. El que no lo está, retírese de la inmundicia en que yace: y lave la asquerosidad, que le deshonra, y desfigura. "
"San Juan dice (2, Juan 4, 15; Mateo 5, 2-22): Que el que aborrece a su hermano es un asesino. Jesucristo lo reputa por tal, y por eso dice. Que no solamente se hace digno de ser castigado el que mata, sino también el que se enfurece contra su prójimo: y que quien manifiesta su indignación con alguna palabra de cólera, o menosprecio, merece ser condenado por el Consejo (es digno de mayor pena) pero si se impacienta hasta llamarle insensato, no evitará el fuego eterno."


"`Pero Jesucristo, para hacer ver cuán débil es la justicia humana en comparación de la divina, que acababa de declarar a los hombres, pone el Juicio, esto es, la pena capital de los juicios humanos, para el grado más ínfimo, que es la cólera. Quiere decir, que encolerizarse contra el prójimo es un pecado digno de muerte delante de Dios. Y así es indubitable, que se comete un pecado mortal, cuando voluntariamente se irrita uno contra su prójimo y queda con aversión contra él, porque entonces la cólera se convierte en odio. En tal estado ninguna cosa excusa a la conciencia de pecado mortal, sino la resistencia a una disposición tan perjudicial, y dañosa; porque cuando ella domina en el corazón, se apaga en él la caridad."
"Para dar a entender el castigo del que se encoleriza y enfurece, hasta el segundo grado, esto es, hasta manifestar su odio con algunas palabras de furor, o menosprecio, Jesucristo lo somete a lo que hay entre los hombres de más inestimable, y riguroso, que es el extremo rigor del Consejo Soberano de la Nación.
El último grado, es decir injurias atroces al próximo, como llamarle fatuo: y para darnos a entender la venganza, que tomará de este pecado, parémonos un poco a examinar lo que dice Jesucristo."
"Pues a este Valle de cadáveres o de la muerte, compara Jesucristo la horrible pena de los que tratan a sus próximos de insensatos, y locos. Si este suplicio ordena en castigo de las injurias, ¿qué tormento padecerán los que hieren, y matan? El Hijo de Dios no habla de este pecado; como para darnos a entender con su silencio, que tan atroz delito no podía acaecer entre los suyos: y dejando a nuestra consideración el ponderar, qué castigo tendrán las acciones violentas, pues las palabras han de ser castigadas tan terriblemente!
Pesemos, pues, todas nuestras palabras; porque en el soberano Juicio de Dios han de ser pesadas con un rigor tan escrupuloso, y severo."
" Estad, pues, sometidos a Dios, y no habléis nunca dando a entender que podéis disponer de la cosa más mínima,"




De "El Evangelio Meditado", tomo 2:

MEDITACIÓN 94.

LA PECADORA PENITENTE EN CASA DE SIMON FARISEO.

(Luc. 7, 36-50).

El Evangelio nos representa aquí el retrato del amor penitente, y propone a nuestra reflexión: 1º. su carácter; 2º. su apología; 3º. su recompensa.

PUNTO 1
Carácter del amor penitente ..
Lo 1º. Es activo para buscar la ocasión de manifestarse y de alcanzar el perdón... “Uno de los fariseos le rogaba (a Jesús) que fuese a comer con él; y habiendo entrado en casa del fariseo, se puso a la mesa: y he aquí una mujer que era pecadora en la ciudad, cuando supo que estaba a la mesa en casa del fariseo, llevó un alabastro de ungüento...”
Es creíble que esto que aquí refiere san Lucas sucediese en la ciudad de Naím, y que sea fruto de la predicación que poco antes había hecho Jesucristo al pueblo. A este discurso tan patético, lleno de amenazas contra los impenitentes y de los más tiernos convites a los pecadores, se halló una mujer cuyos desórdenes eran públicos: quedó conmovida, conoció el estado en que se hallaba, tuvo horror, y resolvió salir de él sin perder tiempo.
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A estos mismos discursos asistió un fariseo llamado Simón, hombre respetable, y que no estaba prevenido contra Jesucristo por los otros fariseos. Quedó edificado del discurso del Señor, y o sea por condescendencia al nuevo Profeta, o por examinarlo más de cerca a su gusto, lo convidó a comer a su casa, en compañía de otros muchos fariseos... Jesucristo, que tenía otros designios de misericordia sobre el mismo Fariseo y sobre la mujer pecadora, aceptó el convite, y la pecadora, atenta a todo, no lo ignoró. ¡Oh Dios mío, que grande es vuestra misericordia! ¡qué admirable vuestra providencia! ¡Cuánto importa estar atentos a sus caminos para corresponder a sus designios!

Lo 2º. El amor penitente es pronto y ardiente para aprovecharse de la primera ocasión que se presente... “Y estando detrás a sus pies...”
Después que la pecadora supo que Jesucristo debía comer en casa del Fariseo, no perdió un momento de tiempo, no dilató ni esperó otra ocasión más favorable: voló a su casa, cogió un vaso de alabastro de un precioso ungüento, y se fue a la del Fariseo... El empacho de presentarse delante de una asamblea de hombres que todos la conocían por pecadora pública, no la aterró; no tuvo miedo de los discursos de los hombres sobre su conducta, ni de las reprensiones que le podían dar sus cómplices por su nueva resolución.

Lo 3º. El amor penitente es industrioso para aprovecharse de la ocasión que encuentra...
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¡ Ay de mí! más he pecado que tú, más que tú he abusado de las gracias que he recibido: ¿no debería yo, pues, derramar un torrente de lágrimas más copioso que el tuyo a los pies de mi Salvador, y más cuando estos sagrados pies han estado ya clavados en una Cruz por mí? ¡ Oh mujer generosa! ¡tu penitencia es un verdadero sacrificio, un holocausto perfecto!
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Tú sacrificas a un justo dolor todo lo que sirvió a tus pasiones, y para encenderlas en los corazones de otros: tú santamente ofreces a Dios aquello que has empleado culpablemente para engañar: tus ojos eran el órganos de tus deseos, ahora son la primera víctima que ofreces; los desfiguras con al abundancia de tus lágrimas, apagas el fuego impuro y contagioso de tus miradas libres y homicidas en las aguas de la penitencia: sobre los pies de Jesucristo contienes sus movimientos desarreglados, que provocaban al desorden los corazones, y les concedes sólo aquellos que reciben del más profundo dolor: tu boca manchada se purifica besando con respeto los pies de Jesucristo, símbolo de tu reconciliación con Dios: aquellos cabellos que disponías con tanto artificio, y servían para ornamento de tu frente, o por mejor decir, para pervertir los corazones, ahora esparcidos y sin ornato, sirven para enjugar los pies del Salvador bañados con tu llanto: aquellos perfumes con que embalsamabas una carne pecadora, que te habías fabricado en ídolo, los derramas sobre la carne divina y vivificante de aquel Señor que sólo merece todos nuestros obsequios. De esta manera ofreces al Salvador en holocausto todo aquello que ha contribuido a tus placeres pecaminosos.
¿Cuál es el contento de un alma en medio de este perfecto sacrificio? No habrás encontrado jamás tanta satisfacción en el pecado, como gustas dulzura en el ejercicio de la penitencia. Con todo esto tu Salvador no te mira ni te habla; pero tú estás contenta con que no te deseche, ni te despida de sí: tú te tienes por dichosa sólo con que te permita manifesarle tu amor, y en esto conoces que lo agradece. De hecho, sin corresponder en la apariencia a la generosidad de tus acciones, este Hombre-Dios sostiene tu fervor: y así no te canses, sin proferir siquiera una palabra, no ceses de solicitar su gracia, continúa en disponerte; bien presto te hablará Jesús, presto volverá sobre ti sus divinos ojos, y las palabras que te dirá pondrán el colmo a tu fortuna.


PUNTO 2.
Apología del amor penitente.

Viendo, pues, esto el Fariseo que lo había convidado, decía dentro de sí mismo: si este fuera profeta, ciertamente sabrían quién y cuál es la mujer que lo toca, porque es pecadora...”
El Fariseo que era testigo de este extraordinario suceso, quedó del todo escandalizado, no de la mujer pecadora, porque lo que esta hacía no era del todo fuera de lo que se acostumbraba en el país, sino de que Jesucristo hubiese dejado que se acercase a él una mujer públicamente deshonrada por sus disoluciones; porque en la secta de los fariseos era un punto de religión no sufrir la compañía de los pecadores. Este hombre, decia él entre sí, no siendo de esta ciudad, puede, naturalmente hablando, ignorar los desórdenes de esta mujer; pero si fuera un profeta conocería con luz sobrenatural que esta mujer es una pública pecadora, y no dejaría que se le acercase... ¡Oh, y cuán poco basta para destruir en nuestro espiritu la estimación que hemos concebido de nuestros prójimos, aún cuando sea bien fundada! Jesucristo tuvo compasión del error del Fariseo: quería su Majestad a un mismo tiempo iluminar a este, consolar a la penitente, e instruirnos a nosotros.
1º. Ilumina al Fariseo... “Y Jesús respondiéndole, dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y este dijo: Maestro, di...” Después de este preámbulo de cortesía, para despertar la atención de los que estaban presentes, se explicó el Señor así: “Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a los dos. ¿Quién de los dos lo ama más? Respondió Simón: pienso que aquel a quien más perdonó: y Él le dijo: haz juzgado rectamente...”
El designio del Salvador en esta pregunta era de hacer conocer que el Fariseo soberbio amaba menos a Dios que la humilde pecadora. Con esta idea propuso la parábola, en que delineaba a Simón y a la pecadora bajos los personajes de deudores igualmente incapaces de pagar, y se representaba a Sí mismo en la figura de acreedor caritativo que perdonaba a los dos toda la deuda. Condujo de este modo el Señor al Fariseo a convenir en que debía amar más a este caritativo acreedor aquel deudor a quien se le habìa perdonado más; y sobre esta decisión formó este razonamiento: Tú juzgaste que el amor que inspira el reconocimiento, se debe medir por la grandeza del beneficio recibido: esta regla es justa; pero si has juzgado que en el orden natural, después del perdón gratuito de un acreedor a dos deudores, cuyas deudas son desiguales, aquel debe amar más, cuya deuda es mayor, en el orden de la gracia debes observar lo mismo en los deudores; esto es, en los pecadores penitentes, antes que se les perdonen sus deudas, que son sus pecados. Los más culpados son por lo común los más fervorosos; aman más porque están cargados de un peso mayor de deuda; esperan y consiguen una mayor misericordia. Para convencerte no quiero hacer más que compararte a ti con esta mujer que has despreciado...
"Y vuelto (el Señor) a la mujer (que ya había tiempo que esperaba que el Señor la miraría con compasión) le dijo a Simón:
¿ves esta mujer? Yo he entrado en tu casa, y no me has dado agua para mis pies, y esta ha bañado mis pies con sus lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos: tú no me has dado el beso (como era costumbre), y esta desde que vino no ha cesado de besar mis pies: no me has ungido la cabeza con óleo; y esta ha ungido mis pies con ungüento, por lo que te digo que le son perdonados muchos pecados...”
Así debes tú también juzgar según tu propia decision, porque ha amado mucho, como lo ha manifestado, y tú mismo eres un buen testigo; y menos ama aquel a quien menos se perdona. No respondió palabra el Fariseo; pero debió conocer claramente que Jesucristo no era un profeta, sino aquel que habían anunciado los Profetas, el verdadero Mesías, en cuyas manos había puesto Su divino Padre Su poder, todos Sus derechos, y la potestad de perdonar los pecados... Dichoso Fariseo si esta instrucción del Salvador lo empeñó en amar con más fervor a quien lo había iluminado con tanta sabiduría, con tanta fuerza y con tanta bondad. Y dichosos también nosotros si amamos perfectamente un Dios que ha vinculado nuestra gracia y nuestra felicidad al sentimiento de amor, el más natural al hombre, el más sensible y el más vivo.

1º. Es consolada la penitente... ¿Quién podrá comprender cuál fue la admiración de esta mujer llorosa, cuando vuelto a ella Jesucristo, oyó que no sólo aprobaba, sí que alababa y ensalzaba también cuanto ella había hecho por él, contando menudamente y ponderando todas las circunstancias? ¡Ah! ¿y quién no se esforzará a servir a un Señor tan bueno que todo lo ve y que cuenta todas nuestras acciones?
2º. También nosotros somos instruidos... Aprendamos del Fariseo a no despreciar a nadie y a no compararnos con ninguno, si no fuese para humillarnos más. ¡ Ay de mí! ¡por cuántos títulos somos inferiores a aquellos sobre quienes nos ensalzamos, y a quienes nos preferimos! Muchas veces en la misma sagrada Mesa del Salvador el más justo es menos fervoroso que el pecador recién convertido. Aprendamos de esta mujer penitente a despedazar nuestros corazones con la compunción, a llorar nuestros pecados a los pies de Jesucristo, a emplear en su servicio y hacer servir a la penitencia la carne que ha servido al pecado; a hacer servir para el ornamento de sus altares y para socorro de sus miembros necesitados los bienes que hemos empleador en el lujo y en la vanidad, y finalmente aprendamos del Salvador, que Él es acreedor compasivo, pronto siempre a perdonar todo el débito, si sinceramente se lo suplicamos: que nosotros somos sus deudores: que nuestras deudas son nuestros pecados: que todos estamos cargados de ellos, unos más y otros menos; pero todos igualmente impotentes de pagar: que el que ha pecado más debe procurar amarlo más; y el que menos pecó se debe esforzar a no amarlo menos. Aprendamos del Señor, que es rico en misericordia, y que pide de nosotros le amemos con tanto mayor fervor, cuanto más gravemente le hemos ofendido, que con estas condiciones no sólo no nos condenará en el último día, sino que hará Él mismo nuestra defensa y nuestro elogio en presencia de todo el mundo junto.

PUNTO 3.
Recompensa del amor penitente.

Lo 1º. El perdón de los pecados...”Y a ella le dijo: te son perdonados tus pecados...” El Salvador asegura a esta mujer que Dios tiene de ella misericordia. No se contenta de haberlo ya declarado hablando a Simón; quiere darle a ella misma una sólida y cumplida consolación, quiere que ella guste la paz inefable de una alma restablecida a la gracia, y que oiga de su misma boca: “Te son perdonados tus pecados...” ¡Oh poderosas palabras llenas de consuelo! Jesucristo es el que las pronuncia aún ahora por boca de sus ministros; y tienen el mismo efecto cuando llegamos al sacramento de la Penitencia con las debidas disposiciones... Los fariseos convidados también a la misma mesa murmuraron en secreto...
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Lo 2º. La recompensa del amor penitente es la salvación y la sanidad del alma... Jescucristo no quiere responder a las quejas internas de los fariseos ni descubrir sus pensamientos. Su caridad le hizo a veces hablar y callar. Sufrió la poca disposición que tenían estos judíos, y dio a la mujer la consolación de la buena conciencia: “Y le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado...” Tanto por lo que toca al cuerpo, como por lo que mira al alma, hay un estado de sanidad y de fuerza tal, que es algo más que la exención pura de la enfermedad... La frecuencia del sacramento de la Penitencia procura al alma esta fuerza, y para decirlo así, esta sanidad espiritual que le da valor para los ejercicios de la virtud y constancia en la práctica del bien. Si las almas piadosas que frecuentemente se llegan a este Sacramento se hallan aún en estado de flaqueza y de debilidad, no lo deben atribuir a otra cosa que a su poca fe.
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Lo 3º. La recompensa del amor penitente es la paz del corazón... Las últimas palabras que dijo el Salvador a esta dichosa y santa penitente pusieron el sello a su felicidad y a su perfecta reconciliación... Vete en paz... ¡Oh dulce paz! ¡oh dulce fruto de la verdadera penitencia! Los más grandes pecadores lo experimentan felizmente, cuando después de haber examinado su conciencia sin adularse, después de estar penetrados de dolor y de amor a los pies de un Dios ofendido, y después de haber vencido todo respeto humano y toda vergüenza dañosa, descubren todos sus desórdenes sin disimular cosa alguna. Pero, ¿cómo o por qué acaece muchas veces que algunas almas piadosas que temen el pecar más que a la muerte, se hallan privadas de esta dulce paz, y agitadas en su conciencia experimentan las más vivas inquietudes sobre sus pecados y sobre las confesiones que han hecho? ¡Ah! este es un artificio del enemigo de la paz, que perturba estas almas para robarles el fruto de su penitencia, para impedirles el adelantamiento en la perfección, y quitarles el gusto de la virtud, y si pudiese ser, hacerlas volver atrás... Almas inquietas, resistid al enemigo de vuestra salud con una perfecta confianza en la bondad y en la misericordia de vuestro Salvador. Vosotras habéis hecho cuanto Él os ha mandado, cuanto está de vuestra parte para volver a Su gracia: ¿os manda por ventura otra cosa? ¿Será la confesión una red que os haya tejido Él para engañaros y cogeros? ¡Ah! ¿por qué os consumís en tantas inquietudes cuando os debíais consumir en amarle? Suponed ya vuestros pecados perdonados, y no os ocupéis en otra cosa que en mostrarle vuestra gratitud y vuestro reconocimiento. Si están perdonados ya vuestros pecados, vuestra inquietud ofende al que os los ha perdonado; si no lo están, vuestra inquietud nada alcanzará para conseguir el perdón. El amor sólo puede obrar este milagro, y reparar cuantos defectos pueda haber habido en vuestra penitencia: menos inquietudes por lo pasado, y más fervor al presente: amad mucho: el amor es el más seguro indicio del perdón de los pecados. Amad y gozaréis la paz, que es la recompensa del amor penitente.
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Meditaciones sobre el Evangelio de Bossuet, tomo primero
http://books.google.es/books?id=n6rqw0HuPAkC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false

El Evangelio Meditado, tomo 2 :
http://books.google.es/books?id=ImVSlMFBT2UC&pg=PA117&dq=un+fariseo+rogaba+a+Jes%C3%BAs&hl=es&sa=X&ei=u8A6Upj6O4nA7Aap2IDYDA&ved=0CCkQ6AEwAQ

Para descargar los libros, en una especie de rueda en las páginas señaladas, sale un desplegable con descargar pdf:
Y de ahí derivan a la siguiente, en el caso de  Meditaciones sobre el Evangelio de Bossuet: 
http://books.google.es/books/download/Meditaciones_sobre_el_Evangelio.pdf?id=n6rqw0HuPAkC&hl=es&capid=AFLRE735nbxmNV_oT65AgJZ_VPSb32bCR_pak-rLrNWlbQwTpljLv0WJqVQAYAInOR5GfLJkZ5VjUQqUlKekjKZdZdliZ-hRJA&continue=http://books.google.es/books/download/Meditaciones_sobre_el_Evangelio.pdf%3Fid%3Dn6rqw0HuPAkC%26hl%3Des%26output%3Dpdf
Y en el caso de El Evangelio Meditado, tomo 2:
http://books.google.es/books/download/El_Evangelio_Meditado.pdf?id=ImVSlMFBT2UC&hl=es&capid=AFLRE73BX3WBYXKfdlwjjuWwBmoJNaWEgT1-k0IYH73EM64r9FSV2DeOfzZ9h4bUVXfrhhZbkCoouMOfaX-XAU5c2X8Fgs1ROQ&continue=http://books.google.es/books/download/El_Evangelio_Meditado.pdf%3Fid%3DImVSlMFBT2UC%26hl%3Des%26output%3Dpdf