lunes, 28 de agosto de 2017

FRAGMENTOS DE AGUSTINO ERMITAÑO


FRAGMENTOS DE CARTA PASTORAL de Agustino ermitaño. 1820

 

23 Mandastelo Señor y asi se cumple, qué el pecador cuando peca, sea verdugo de sí mismo, y que su pecado mismo sea su bien merecido primer suplicio, decia mi Padre San Agustín.

29 Empezó nuestra santificación, que toda consiste en que le imitemos,

haciendo lo que convenía que hiciéramos. … Después que asi obrando se nos dio á creer, y aun á ver con el entendimiento ilustrado por la fe. … ¿Y á enseñar de que modo? Dé los dos mas eficaces, que son las obras y las palabras; y aun podemos añadir otro tercer modo mas excelente, que es la interior iluminación, que nos induce á la unción suavísima que se encierra en sus palabras y obras,  con la que ya es facilísima, y dulcísima la mas ardua heroicidad.

 

35 Para que cuando los desertores de la Religión Católica quieran atarnos á su infeliz carro, excitando nuestro orgullo original con decirnos: que si no somos con ellos, nos degradamos, y nos hacemos hombres apáticos, y de espíritu servil y bajo, consintiendo en ser tratados como …:, los compadezcamos …

 

+38 Esto no por salir dé la duda, pues de nada estaban mas descuidados que de acertar, como sucede cuando reina la pasión,

 

47 Convengo en que todo esto, solo puede ser constante ( y aun eso en fuerza de muchísimas gracias especiales del Señor ) en la voluntad racional, y parte superior de nuestra alma, que es lo que San Pablo llama nuestro hombre nuevo: mas la voluntad sensitiva ó parte inferior de la. misma alma, que es lo que el Apóstol llama nuestro hombre viejo, nunca dejará de molestar á aquel; como ni ese deberá cesar de procurar crucificar á este; á fin de que no triunfe, ni prevalezca la carne sobre el espíritu: la concupiscencia ó el amor desordenado, sobre la caridad, ó amor santo; ni Adán, sobre Jesu-Cristo. Por eso este sabio y expertísimo Apostol, que nos habla divinamente en el Capitlo 7? de su Carta á los Romanos, de esa intestina terrible guerra, que es indispensable sufrir, mientras estamos en esta carne miserable, cuidó de decir en el Capitulo 6? acabando de sentar la celestial enseñanza de nuestra muerte al pecado: Ea: no reyne el pecado en vuestro cuerpo mortal, de suerte que obedezcáis á sus concupiscencias, ó malas inclinaciones.

 

48 Ya el Santo Concilio de Trento nos-enseño, que el. Apóstol en este y otros lugares llama pecado á la concupiscencia, ó fondo de desordenadas propensiones que hay en nosotros: no por que ese fondo desordenado sea ni pueda ser formalmente pecado, no habiendo conocimiento, reflexión, y libre consentimiento en el mal que propone; sí, solo lo llama pecado, por que vino de pecado, é induce á pecado. El está, pues, siempre en nosotros, y con nosotros: lo que importa es, que lo traigamos siempre clavado, crucificado y sujeto, sin dejarle hacer lo que quiera; antes mortificándole de cuantos modos nos sea dado: por que como ese mal fondo ó concupiscencia, que es todo uno, tiene su asiento, ó morada en el cuerpo, no cesa de querer señorearse de todos, y de cada uno de sos miembros; de todcs y de cada uno de sus sentidos, de sus fuerzas, de sus facultades, de sus aptitudes, y últimamente de su enlace con el alma, para arrastrar á esta, con el cuerpo tras sí. Es esto de lo que nos manda huir el Apóstol, y nos exhorta a evitar con toda fuerza. …  ++++++Y para que no pensemos, que el pecado, solo puede reinar en nosotros con mucha dificultad, y juzgando asi nos descuidemos; nos declara, que basta ceder á la concupiscencia, ó consentir en lo que ella  sugiere, para que se declare reinante y señora: pues consentir, es obedecer; y el que obedece, es siervo de aquel á quien obedece.

 

49 ++Sí os importaba infinitamente saber, que como cristianos debéis estar muertos con nuestro Señor Jesucristo al pecado, no os importaba menos estar prevenidos, de que aun asi muertos al pecado, no cesaríais de ser continuamente incitados, alhagados, y casi arrastrados por vuestra concupiscencia, como dice Santiago, á caer por primera vez, 6 á volver al pecado, según haya sido vuestra anterior vida. Por eso casi al empezar este tercer punto, ya os decía: es preciso para ser verdaderamente cristiano, morir al pecado, y no cesar de morir.

49 Inferid de todo, la necesidad de conocer y saber las verdades, que influyen directamente en la conducta cristiana. La inteligencia de las que con San Pablo se han explicado, os escusará de esos dos abismos manifestados: de los que, el primero induce á una confianza temeraria y vana; y el otro á una desesperación absoluta. Al primero que oímos razonar erradamente le diremos. Sí: tú en el bautismo moriste con Jesu-Cristo al pecado¡ pero para tu perpetua humillación, y para materia del combate, con cuya victoria debes ganar la corona eterna, te quedó una inclinación al mal, tan pertinaz, que sí te descuidas con ella, dará contigo en el infierno. Por eso el mismo San Pablo, que en cuanto cristianos, nos declara muertos al pecado, no dejó de gritarnos á todos y decir: Trabajad en la obra de vuestra salvación con temor, y temblor,  Lo que fue decirnos: aunque muertos al pecado, no dejéis de repetir esa muerte de continuo, en cuantas veces se os invite á cometerle. Al segundo le diremos: Ea , buen animo: la propencion desordenada, é inclinación al mal que experimentas, cuanto mas vehemente y tenaz sea tanto mas te aprovecha, sí le resistes firme y no consientes: tu misma angustia en el ataque del mar que aborreces, es una feliz continuación de tu muerte al pecado, que solida mas tu verdadera vida en Jesu-Cristo. Por eso San Pablo, que describió cual nadie lo horribilidad de la güera, que sin tregua alguna hace la carne al espíritu, sienta con la mayor seguridad:) que el Señor es fiel, y no permitirá que seamos tentados mas allá de nuestras fuerzas; antes hará que saquemos provecho de la misma tentación, para que podamos perseverar.

51 No sabéis ya, que la vida según la carne es muerte ?  Ignoráis que solo vive aquel, que con el espíritu sujeta, refrena, y mortifica las viciadas inclinaciones de la carne. Estos son los siervos de Jesu-Cristo, ó mas bien, sus hermanos, y verdaderos hijos de Dios; pues son movidos y regidos por su espíritu. Y los otros, ¿ qué serán ? No son de Jesu-Cristo, dice San Pablo, pues no tienen el espíritu de Jesu-Cristo. Terrible sentencia: oidla otra vez: Todo el que no tiene el espíritu de Cristo, no es de Cristo. ¿ De quien será pues? Pensadlo allá.