sábado, 31 de mayo de 2008

Amor a los hijos

EL AMOR A LOS HIJOS

Querer a la humanidad no es dejar de querer a los hijos, sino todo lo contrario. Sólo cuando se decide querer a la humanidad, se van depurando los propios intereses que están implicados, aún sin ser conscientes de ellos, en cualquier relación de amor humano, incluida la relación padres-hijos.

Sólo cuando se amplia el horizonte y se dirige uno con su mirada a hacer todo el bien que puede, gana en profundidad con respecto a las personas más cercanas y se dirige a su auténtico bien, por encima de un amor más superficial de complacer los intereses superficiales de las personas.

El padre que quiere a sus hijos, quiere, por encima de todo, que sean personas generosas y entregadas, y esto sólo lo puede hacer uno, cuando lo vive, o bien cuando decide comenzar a hacerlo buscando el bien real de los hijos, por encima de los propios intereses, sabiendo que éstos están ahí (y la única explicación para no verlos es que éstos lo estén dominando a uno).

Cuando uno busca prioritariamente para sus hijos que tengan una vida "solucionada", podrá decirse que esto es lo habitual, pero no lo mejor. El amor humano no se depura sin esfuerzo, ya que todo nos incita a lo más sensible (incluso la sociedad u otros miembros de la familia). Pero a la naturaleza no se la engaña: sólo el bien auténtico funciona.

Un ejemplo para los cristianos: Dios dejó que Su Hijo muriese en la Cruz, porque Le quería y nos quería, lo cual son dos caras de la misma moneda: amor de verdad.

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