Del libro Meditaciones
sobre el Evangelio de Bossuet, tomo primero.
De Carta Pastoral del
Ilmo. y Rev. Obispo de Troyes:
¿Qué esfuerzo ha hecho,
y aún hace cada día el enemigo de la verdad para alterar, y
desfigurar nuestra santa Ley? Ha empleado todas sus astucias, y
ardides para socabar los cimientos sobre que estriba, y arruinar el
espíritu que la anima. Cuando no ha podido aniquilar los preceptos,
ha pretendido restringir, disminuir, y casi anonadar la obligación
de todos ellos. Ha puesto todo su estudio en adular las pasiones; en
conciliar la severidad de la Ley con las halagüeñas inclinaciones
de la naturaleza viciada; y en sustituir a la virtud cristiana unas
virtudes paganas, o farisaicas. Pero a pesar de estos estimados, y
sangrientos combates, la Doctrina de Jesucristo conservará su
hermosura, su sublimidad, su pureza. Dios suscita en todos tiempos en
su Iglesia Doctores animados del Espíritu Santo, que hablarán con
eficacia, y fortaleza, y enseñarán la verdad con sinceridad, y
valentía.
...
La santidad cristiana es
infinitamente superior a la bondad de los más virtuosos gentiles:
las virtudes de estos eran puramente humanas: eran, expliquémoslo
así, carencia, o privación de los vicios groseros. También es más
eminente, que las virtudes de los Doctores de la ley, y de los
fariseos, soberbios, y presumidos sabios, apegados a la corteza, y
superficie de los preceptos; que se atribuían a sí mismos, a las
fuerzas de su voluntad, lo bueno que hacían, en vez de reconocer,
que es Dios, quien obra lo bueno en nosotros: y en fin, que no han
merecido más, que el título vano, y fantástico de virtuosos, y
justos. La santidad cristiana ensalza al cristiano a más alta
perfección que la que practicaban los más virtuosos judíos, a
causa del conocimiento eminente, que tiene de Jesucristo. El
verdadero cristiano, el verdadero justo, sin pararse a considerar los
progresos que hace; sin descansar, sin hacer pausa en ellos, pone
todos sus conatos en adelantarse más, y más en la virtud, como si
no hubiera dado paso en ella. ...
Consiste, pues, la
santidad cristiana en la hambre, y en la sed: esto es, en un deseo
ardiente, e invencible de la santidad: en un sincero e inviolable
apego del corazón a Dios, a Su Doctrina, a Su verdad, a Su Ley: en
una palabra, en un verdadero amor de Dios, y del prójimo.
...
(Hasta aquí del Ilmo. y
Rev. Obispo de Troyes).
" Amemos la caridad
más que a todas las otras virtudes, porque ella es quien hace al
corazón limpio."
" El que está
limpio no cese de purificarse más, y más. El que no lo está,
retírese de la inmundicia en que yace: y lave la asquerosidad, que
le deshonra, y desfigura. "
"San Juan dice (2,
Juan 4, 15; Mateo 5, 2-22): Que el que aborrece a su hermano es un
asesino. Jesucristo lo reputa por tal, y por eso dice. Que no
solamente se hace digno de ser castigado el que mata, sino también
el que se enfurece contra su prójimo: y que quien manifiesta su
indignación con alguna palabra de cólera, o menosprecio, merece ser
condenado por el Consejo (es digno de mayor pena) pero si se
impacienta hasta llamarle insensato, no evitará el fuego eterno."
"`Pero Jesucristo, para hacer ver cuán débil es la justicia humana en comparación de la divina, que acababa de declarar a los hombres, pone el Juicio, esto es, la pena capital de los juicios humanos, para el grado más ínfimo, que es la cólera. Quiere decir, que encolerizarse contra el prójimo es un pecado digno de muerte delante de Dios. Y así es indubitable, que se comete un pecado mortal, cuando voluntariamente se irrita uno contra su prójimo y queda con aversión contra él, porque entonces la cólera se convierte en odio. En tal estado ninguna cosa excusa a la conciencia de pecado mortal, sino la resistencia a una disposición tan perjudicial, y dañosa; porque cuando ella domina en el corazón, se apaga en él la caridad."
"Para dar a entender
el castigo del que se encoleriza y enfurece, hasta el segundo grado,
esto es, hasta manifestar su odio con algunas palabras de furor, o
menosprecio, Jesucristo lo somete a lo que hay entre los hombres de
más inestimable, y riguroso, que es el extremo rigor del Consejo
Soberano de la Nación.
El último grado, es
decir injurias atroces al próximo, como llamarle fatuo: y para
darnos a entender la venganza, que tomará de este pecado, parémonos
un poco a examinar lo que dice Jesucristo."
"Pues a este Valle
de cadáveres o de la muerte, compara Jesucristo la horrible pena de
los que tratan a sus próximos de insensatos, y locos. Si este
suplicio ordena en castigo de las injurias, ¿qué tormento padecerán
los que hieren, y matan? El Hijo de Dios no habla de este pecado;
como para darnos a entender con su silencio, que tan atroz delito no
podía acaecer entre los suyos: y dejando a nuestra consideración el
ponderar, qué castigo tendrán las acciones violentas, pues las
palabras han de ser castigadas tan terriblemente!
Pesemos, pues, todas
nuestras palabras; porque en el soberano Juicio de Dios han de ser
pesadas con un rigor tan escrupuloso, y severo."
" Estad, pues,
sometidos a Dios, y no habléis nunca dando a entender que podéis
disponer de la cosa más mínima,"
De "El Evangelio
Meditado", tomo 2:
MEDITACIÓN 94.
LA PECADORA PENITENTE EN
CASA DE SIMON FARISEO.
(Luc.
7, 36-50).
El Evangelio nos
representa aquí el retrato del amor penitente, y propone a nuestra
reflexión: 1º. su carácter; 2º. su apología; 3º. su recompensa.
PUNTO 1
Carácter del amor
penitente ..
Lo 1º. Es activo para
buscar la ocasión de manifestarse y de alcanzar el perdón... “Uno
de los fariseos le rogaba (a Jesús) que fuese a comer con él; y
habiendo entrado en casa del fariseo, se puso a la mesa: y he aquí
una mujer que era pecadora en la ciudad, cuando supo que estaba a la
mesa en casa del fariseo, llevó un alabastro de ungüento...”
Es creíble que esto
que aquí refiere san Lucas sucediese en la ciudad de Naím, y que
sea fruto de la predicación que poco antes había hecho Jesucristo
al pueblo. A este discurso tan patético, lleno de amenazas contra
los impenitentes y de los más tiernos convites a los pecadores, se
halló una mujer cuyos desórdenes eran públicos: quedó conmovida,
conoció el estado en que se hallaba, tuvo horror, y resolvió salir
de él sin perder tiempo.
...
A estos mismos discursos
asistió un fariseo llamado Simón, hombre respetable, y que no
estaba prevenido contra Jesucristo por los otros fariseos. Quedó
edificado del discurso del Señor, y o sea por condescendencia al
nuevo Profeta, o por examinarlo más de cerca a su gusto, lo convidó
a comer a su casa, en compañía de otros muchos fariseos...
Jesucristo, que tenía otros designios de misericordia sobre el mismo
Fariseo y sobre la mujer pecadora, aceptó el convite, y la pecadora,
atenta a todo, no lo ignoró. ¡Oh Dios mío, que grande es vuestra
misericordia! ¡qué admirable vuestra providencia! ¡Cuánto importa
estar atentos a sus caminos para corresponder a sus designios!
Lo 2º. El amor penitente
es pronto y ardiente para aprovecharse de la primera ocasión que se
presente... “Y estando detrás a sus pies...”
Después que la
pecadora supo que Jesucristo debía comer en casa del Fariseo, no
perdió un momento de tiempo, no dilató ni esperó otra ocasión más
favorable: voló a su casa, cogió un vaso de alabastro de un
precioso ungüento, y se fue a la del Fariseo... El empacho de
presentarse delante de una asamblea de hombres que todos la conocían
por pecadora pública, no la aterró; no tuvo miedo de los discursos
de los hombres sobre su conducta, ni de las reprensiones que le
podían dar sus cómplices por su nueva resolución.
Lo 3º. El amor penitente
es industrioso para aprovecharse de la ocasión que encuentra...
...
¡ Ay de mí! más he
pecado que tú, más que tú he abusado de las gracias que he
recibido: ¿no debería yo, pues, derramar un torrente de lágrimas
más copioso que el tuyo a los pies de mi Salvador, y más cuando
estos sagrados pies han estado ya clavados en una Cruz por mí? ¡ Oh
mujer generosa! ¡tu penitencia es un verdadero sacrificio, un
holocausto perfecto!
....
Tú sacrificas a un justo
dolor todo lo que sirvió a tus pasiones, y para encenderlas en los
corazones de otros: tú santamente ofreces a Dios aquello que has
empleado culpablemente para engañar: tus ojos eran el órganos de
tus deseos, ahora son la primera víctima que ofreces; los desfiguras
con al abundancia de tus lágrimas, apagas el fuego impuro y
contagioso de tus miradas libres y homicidas en las aguas de la
penitencia: sobre los pies de Jesucristo contienes sus movimientos
desarreglados, que provocaban al desorden los corazones, y les
concedes sólo aquellos que reciben del más profundo dolor: tu boca
manchada se purifica besando con respeto los pies de Jesucristo,
símbolo de tu reconciliación con Dios: aquellos cabellos que
disponías con tanto artificio, y servían para ornamento de tu
frente, o por mejor decir, para pervertir los corazones, ahora
esparcidos y sin ornato, sirven para enjugar los pies del Salvador
bañados con tu llanto: aquellos perfumes con que embalsamabas una
carne pecadora, que te habías fabricado en ídolo, los derramas
sobre la carne divina y vivificante de aquel Señor que sólo merece
todos nuestros obsequios. De esta manera ofreces al Salvador en
holocausto todo aquello que ha contribuido a tus placeres
pecaminosos.
¿Cuál es el contento
de un alma en medio de este perfecto sacrificio? No habrás
encontrado jamás tanta satisfacción en el pecado, como gustas
dulzura en el ejercicio de la penitencia. Con todo esto tu Salvador
no te mira ni te habla; pero tú estás contenta con que no te
deseche, ni te despida de sí: tú te tienes por dichosa sólo con
que te permita manifesarle tu amor, y en esto conoces que lo
agradece. De hecho, sin corresponder en la apariencia a la
generosidad de tus acciones, este Hombre-Dios sostiene tu fervor: y
así no te canses, sin proferir siquiera una palabra, no ceses de
solicitar su gracia, continúa en disponerte; bien presto te hablará
Jesús, presto volverá sobre ti sus divinos ojos, y las palabras que
te dirá pondrán el colmo a tu fortuna.
PUNTO 2.
Apología del amor
penitente.
“Viendo, pues,
esto el Fariseo que lo había convidado, decía dentro de sí mismo:
si este fuera profeta, ciertamente sabrían quién y cuál es la
mujer que lo toca, porque es pecadora...”
El Fariseo que era
testigo de este extraordinario suceso, quedó del todo escandalizado,
no de la mujer pecadora, porque lo que esta hacía no era del todo
fuera de lo que se acostumbraba en el país, sino de que Jesucristo
hubiese dejado que se acercase a él una mujer públicamente
deshonrada por sus disoluciones; porque en la secta de los fariseos
era un punto de religión no sufrir la compañía de los pecadores.
Este hombre, decia él entre sí, no siendo de esta ciudad, puede,
naturalmente hablando, ignorar los desórdenes de esta mujer; pero si
fuera un profeta conocería con luz sobrenatural que esta mujer es
una pública pecadora, y no dejaría que se le acercase... ¡Oh, y
cuán poco basta para destruir en nuestro espiritu la estimación que
hemos concebido de nuestros prójimos, aún cuando sea bien fundada!
Jesucristo tuvo compasión del error del Fariseo: quería su Majestad
a un mismo tiempo iluminar a este, consolar a la penitente, e
instruirnos a nosotros.
1º. Ilumina al
Fariseo... “Y Jesús
respondiéndole, dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y este
dijo: Maestro, di...” Después
de este preámbulo de cortesía, para despertar la atención de los
que estaban presentes, se explicó el Señor así: “Un
acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios, y el
otro cincuenta; no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a los dos.
¿Quién de los dos lo ama más? Respondió Simón: pienso que aquel
a quien más perdonó: y Él le dijo: haz juzgado rectamente...”
El designio del
Salvador en esta pregunta era de hacer conocer que el Fariseo
soberbio amaba menos a Dios que la humilde pecadora. Con esta idea
propuso la parábola, en que delineaba a Simón y a la pecadora bajos
los personajes de deudores igualmente incapaces de pagar, y se
representaba a Sí mismo en la figura de acreedor caritativo que
perdonaba a los dos toda la deuda. Condujo de este modo el Señor al
Fariseo a convenir en que debía amar más a este caritativo acreedor
aquel deudor a quien se le habìa perdonado más; y sobre esta
decisión formó este razonamiento: Tú juzgaste que el amor que
inspira el reconocimiento, se debe medir por la grandeza del
beneficio recibido: esta regla es justa; pero si has juzgado que en
el orden natural, después del perdón gratuito de un acreedor a dos
deudores, cuyas deudas son desiguales, aquel debe amar más, cuya
deuda es mayor, en el orden de la gracia debes observar lo mismo en
los deudores; esto es, en los pecadores penitentes, antes que se les
perdonen sus deudas, que son sus pecados. Los más culpados son por
lo común los más fervorosos; aman más porque están cargados de un
peso mayor de deuda; esperan y consiguen una mayor misericordia. Para
convencerte no quiero hacer más que compararte a ti con esta mujer
que has despreciado...
"Y
vuelto (el Señor) a
la mujer (que ya había tiempo que esperaba que el Señor la miraría
con compasión) le dijo a Simón:
¿ves esta mujer? Yo
he entrado en tu casa, y no me has dado agua para mis pies, y esta ha
bañado mis pies con sus lágrimas, y los ha enjugado con sus
cabellos: tú no me has dado el beso (como era costumbre), y esta
desde que vino no ha cesado de besar mis pies: no me has ungido la
cabeza con óleo; y esta ha ungido mis pies con ungüento, por lo que
te digo que le son perdonados muchos pecados...”
Así debes tú también
juzgar según tu propia decision, porque ha amado mucho, como lo ha
manifestado, y tú mismo eres un buen testigo; y menos ama aquel a
quien menos se perdona. No respondió palabra el Fariseo; pero debió
conocer claramente que Jesucristo no era un profeta, sino aquel que
habían anunciado los Profetas, el verdadero Mesías, en cuyas manos
había puesto Su divino Padre Su poder, todos Sus derechos, y la
potestad de perdonar los pecados... Dichoso Fariseo si esta
instrucción del Salvador lo empeñó en amar con más fervor a quien
lo había iluminado con tanta sabiduría, con tanta fuerza y con
tanta bondad. Y dichosos también nosotros si amamos perfectamente un
Dios que ha vinculado nuestra gracia y nuestra felicidad al
sentimiento de amor, el más natural al hombre, el más sensible y el
más vivo.
1º. Es consolada la
penitente... ¿Quién podrá comprender cuál fue la admiración de
esta mujer llorosa, cuando vuelto a ella Jesucristo, oyó que no sólo
aprobaba, sí que alababa y ensalzaba también cuanto ella había
hecho por él, contando menudamente y ponderando todas las
circunstancias? ¡Ah! ¿y quién no se esforzará a servir a un Señor
tan bueno que todo lo ve y que cuenta todas nuestras acciones?
2º. También nosotros
somos instruidos... Aprendamos del Fariseo a no despreciar a nadie y
a no compararnos con ninguno, si no fuese para humillarnos más. ¡
Ay de mí! ¡por cuántos títulos somos inferiores a aquellos sobre
quienes nos ensalzamos, y a quienes nos preferimos! Muchas veces en
la misma sagrada Mesa del Salvador el más justo es menos fervoroso
que el pecador recién convertido. Aprendamos de esta mujer penitente
a despedazar nuestros corazones con la compunción, a llorar nuestros
pecados a los pies de Jesucristo, a emplear en su servicio y hacer
servir a la penitencia la carne que ha servido al pecado; a hacer
servir para el ornamento de sus altares y para socorro de sus
miembros necesitados los bienes que hemos empleador en el lujo y en
la vanidad, y finalmente aprendamos del Salvador, que Él es acreedor
compasivo, pronto siempre a perdonar todo el débito, si sinceramente
se lo suplicamos: que nosotros somos sus deudores: que nuestras
deudas son nuestros pecados: que todos estamos cargados de ellos,
unos más y otros menos; pero todos igualmente impotentes de pagar:
que el que ha pecado más debe procurar amarlo más; y el que menos
pecó se debe esforzar a no amarlo menos. Aprendamos del Señor, que
es rico en misericordia, y que pide de nosotros le amemos con tanto
mayor fervor, cuanto más gravemente le hemos ofendido, que con estas
condiciones no sólo no nos condenará en el último día, sino que
hará Él mismo nuestra defensa y nuestro elogio en presencia de todo
el mundo junto.
PUNTO 3.
Recompensa del amor
penitente.
Lo 1º. El perdón de
los pecados...”Y a ella le
dijo: te son perdonados tus pecados...” El
Salvador asegura a esta mujer que Dios tiene de ella misericordia. No
se contenta de haberlo ya declarado hablando a Simón; quiere darle a
ella misma una sólida y cumplida consolación, quiere que ella guste
la paz inefable de una alma restablecida a la gracia, y que oiga de
su misma boca: “Te son
perdonados tus pecados...” ¡Oh
poderosas palabras llenas de consuelo! Jesucristo es el que las
pronuncia aún ahora por boca de sus ministros; y tienen el mismo
efecto cuando llegamos al sacramento de la Penitencia con las debidas
disposiciones... Los fariseos convidados también a la misma mesa
murmuraron en secreto...
...
Lo 2º. La recompensa
del amor penitente es la salvación y la sanidad del alma...
Jescucristo no quiere responder a las quejas internas de los fariseos
ni descubrir sus pensamientos. Su caridad le hizo a veces hablar y
callar. Sufrió la poca disposición que tenían estos judíos, y dio
a la mujer la consolación de la buena conciencia: “Y
le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado...” Tanto
por lo que toca al cuerpo, como por lo que mira al alma, hay un
estado de sanidad y de fuerza tal, que es algo más que la exención
pura de la enfermedad... La frecuencia del sacramento de la
Penitencia procura al alma esta fuerza, y para decirlo así, esta
sanidad espiritual que le da valor para los ejercicios de la virtud y
constancia en la práctica del bien. Si las almas piadosas que
frecuentemente se llegan a este Sacramento se hallan aún en estado
de flaqueza y de debilidad, no lo deben atribuir a otra cosa que a su
poca fe.
...
Lo 3º. La recompensa
del amor penitente es la paz del corazón... Las últimas palabras
que dijo el Salvador a esta dichosa y santa penitente pusieron el
sello a su felicidad y a su perfecta reconciliación... Vete en
paz... ¡Oh dulce paz! ¡oh dulce fruto de la verdadera penitencia!
Los más grandes pecadores lo experimentan felizmente, cuando después
de haber examinado su conciencia sin adularse, después de estar
penetrados de dolor y de amor a los pies de un Dios ofendido, y
después de haber vencido todo respeto humano y toda vergüenza
dañosa, descubren todos sus desórdenes sin disimular cosa alguna.
Pero, ¿cómo o por qué acaece muchas veces que algunas almas
piadosas que temen el pecar más que a la muerte, se hallan privadas
de esta dulce paz, y agitadas en su conciencia experimentan las más
vivas inquietudes sobre sus pecados y sobre las confesiones que han
hecho? ¡Ah! este es un artificio del enemigo de la paz, que perturba
estas almas para robarles el fruto de su penitencia, para impedirles
el adelantamiento en la perfección, y quitarles el gusto de la
virtud, y si pudiese ser, hacerlas volver atrás... Almas inquietas,
resistid al enemigo de vuestra salud con una perfecta confianza en la
bondad y en la misericordia de vuestro Salvador. Vosotras habéis
hecho cuanto Él os ha mandado, cuanto está de vuestra parte para
volver a Su gracia: ¿os manda por ventura otra cosa? ¿Será la
confesión una red que os haya tejido Él para engañaros y cogeros?
¡Ah! ¿por qué os consumís en tantas inquietudes cuando os debíais
consumir en amarle? Suponed ya vuestros pecados perdonados, y no os
ocupéis en otra cosa que en mostrarle vuestra gratitud y vuestro
reconocimiento. Si están perdonados ya vuestros pecados, vuestra
inquietud ofende al que os los ha perdonado; si no lo están, vuestra
inquietud nada alcanzará para conseguir el perdón. El amor sólo
puede obrar este milagro, y reparar cuantos defectos pueda haber
habido en vuestra penitencia: menos inquietudes por lo pasado, y más
fervor al presente: amad mucho: el amor es el más seguro indicio del
perdón de los pecados. Amad y gozaréis la paz, que es la recompensa
del amor penitente.
...
Meditaciones sobre el Evangelio de Bossuet, tomo primero
http://books.google.es/books?id=n6rqw0HuPAkC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
El Evangelio Meditado, tomo 2 :
http://books.google.es/books?id=ImVSlMFBT2UC&pg=PA117&dq=un+fariseo+rogaba+a+Jes%C3%BAs&hl=es&sa=X&ei=u8A6Upj6O4nA7Aap2IDYDA&ved=0CCkQ6AEwAQ
Para descargar los libros, en una especie de rueda en las páginas señaladas, sale un desplegable con descargar pdf:
Y de ahí derivan a la siguiente, en el caso de Meditaciones sobre el Evangelio de Bossuet:
http://books.google.es/books/download/Meditaciones_sobre_el_Evangelio.pdf?id=n6rqw0HuPAkC&hl=es&capid=AFLRE735nbxmNV_oT65AgJZ_VPSb32bCR_pak-rLrNWlbQwTpljLv0WJqVQAYAInOR5GfLJkZ5VjUQqUlKekjKZdZdliZ-hRJA&continue=http://books.google.es/books/download/Meditaciones_sobre_el_Evangelio.pdf%3Fid%3Dn6rqw0HuPAkC%26hl%3Des%26output%3Dpdf
Y en el caso de El Evangelio Meditado, tomo 2:
http://books.google.es/books/download/El_Evangelio_Meditado.pdf?id=ImVSlMFBT2UC&hl=es&capid=AFLRE73BX3WBYXKfdlwjjuWwBmoJNaWEgT1-k0IYH73EM64r9FSV2DeOfzZ9h4bUVXfrhhZbkCoouMOfaX-XAU5c2X8Fgs1ROQ&continue=http://books.google.es/books/download/El_Evangelio_Meditado.pdf%3Fid%3DImVSlMFBT2UC%26hl%3Des%26output%3Dpdf
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