Si se quiere reanimar o recuperar la fe, lo primero es ponerse en Gracia de
Dios y esto se hace con la Confesión Sacramental ( los no bautizados
tendrían que recibir el Bautismo, para recibir el don de la fe),
arrepintiéndose y confesándose de todo lo que es contrario a los Mandamientos
de Dios, esto es, de todo lo contrario a la Caridad. Dios irá
dando Gracia para ir viendo esto con más claridad para el que quiere mejorar
sinceramente, para el que está dispuesto a romper con la tiranía de las
superficiales apetencias y pone todos los medios necesarios para luchar contra
ellas, decidiéndose a vivir el amor de verdad, abandonando la mentira.
Os recomendaría que ante cualquier persona a la que se vaya a ayudar en algo, o ante la que uno se sienta llamado a ello, encaminarse al bien real de esa persona (y por extensión de toda la humanidad, procurando su salvación eterna, todo según la Voluntad de Dios) aunque se estuviera, por ejemplo, ayudando a resolver un problema material concreto, y que esto esté por encima de los particulares intereses superficiales (quedar bien, amor propio desordenado, etc.); si uno sólo pensase en el bien material de otra persona, esto no obliga a depurar la propia intención, pero si uno busca el bien real de la otra persona, esto sí le obliga a depurar su propia intención. Si se hace el bien de verdad, seguro que se “verán” los efectos beneficiosos (que quizá otros no vean con los ojos), sobre todo cuando a uno le cueste, lo cual costará sin duda, si se hace bien. Y resulta que el bien real es bueno para todos, y el sólo aparente, que se limita a alimentar intereses vanos, para nadie.
Os recomendaría que ante cualquier persona a la que se vaya a ayudar en algo, o ante la que uno se sienta llamado a ello, encaminarse al bien real de esa persona (y por extensión de toda la humanidad, procurando su salvación eterna, todo según la Voluntad de Dios) aunque se estuviera, por ejemplo, ayudando a resolver un problema material concreto, y que esto esté por encima de los particulares intereses superficiales (quedar bien, amor propio desordenado, etc.); si uno sólo pensase en el bien material de otra persona, esto no obliga a depurar la propia intención, pero si uno busca el bien real de la otra persona, esto sí le obliga a depurar su propia intención. Si se hace el bien de verdad, seguro que se “verán” los efectos beneficiosos (que quizá otros no vean con los ojos), sobre todo cuando a uno le cueste, lo cual costará sin duda, si se hace bien. Y resulta que el bien real es bueno para todos, y el sólo aparente, que se limita a alimentar intereses vanos, para nadie.
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