SANTA
BIBLIA, TRADUCIDA Y ANOTADA POR SCIO DE MIGUEL
Comienzo en
Epístola de San Juan 2, 19
19 Salieron
de entre nosotros (Porque estaban en la Iglesia juntamente con nosotros), mas no eran
de nosotros (Del número de los verdaderos fieles, del que nos gloriamos ser
nosotros): porque si hubieran sido de nosotros (Porque si hubieran sido
del número de los escogidos, que son los miembros vivos de la Iglesia, que deben
permanecer siempre en ella, no se hubieran separado de nosotros. Pero esto les
ha sucedido, para que se vea que no todos sienten como nosotros), hubieran
cierto permanecido con nosotros: mas para que se vea claro, que no todos son de
nosotros.
20 Pero
vosotros tenéis la unción del Santo, y sabéis todas las cosas (Habéis sido instruidos por la unción
interior del Espíritu Santo, el que os alumbra y dirige para que conozcáis y
practiquéis todo lo que es conducente a vuestra salvación).
21 No os he
escrito a vosotros, como si ignoraseis la verdad, mas como a los que la sabéis:
y porque ninguna mentira es jamás de la verdad (Y también, que de Cristo,
que es la verdad, no pueden venir mentiras, ni los errores, con los que estos
hombres perversos vician la sana doctrina).
22 ¿Quién es
mentiroso, sino aquel que niega, que Jesús es el Cristo (El Mesías verdadero,
y por consiguiente el Hijo de Dios. El que niega al Hijo, niega también al
Padre; porque el Padre ha declarado de diversas maneras, y con infinitos
milagros, que Jesucristo es su Hijo amado: y así, en vano se gloría de creer en
Dios el que no cree en Jesucristo) Este tal es el Anticristo, que niega al
Padre, y al Hijo.
23. Cualquiera
que niega al Hijo, no tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al
Padre.
24 Lo que
oísteis desde el principio, permanezca en vosotros (Perseverad firmes en la fe, que os fue
enseñada desde el principio. Si alguno, aunque sea un Ángel del cielo, os
evangelizare otra cosa, sea anatema. Galat. 1, 8. Y Tertuliano: Se ha de
mantener aquello que la
Iglesia recibió de los Apóstoles, y los Apóstoles de Cristo):
Si permaneciere en vosotros lo que oísteis desde el principio, vosotros
también permaneceréis en el Hijo, y en el Padre.
25 Y esta es
la promesa que Él nos prometió, la vida eterna (Cuando nuestra unión con Dios llegue a su
perfección, la sustancia de la promesa que nos tiene hecha será la vida eterna
prometida a los que creen)
26 Os he
escrito estas cosas sobre aquellos que os engañan (Tocante a estos
impostores que os quieren engañar con astucia diabólica).
27 Y
permanezca (En Griego: ..., permanece) en vosotros la unción (La
gracia del Espíritu Santo.) que recibisteis de Él. Y no tenéis necesidad que
ninguno os enseñe (Si esta unción bastaba para todo, ¿a qué fin tanto
conato en este santo Apóstol, y en todos los demás, para dar instrucciones a
los fieles? El Apóstol sabía muy bien que las palabras de los hombres sólo
pueden llegar a las orejas del cuerpo; mas que se necesita que haya un maestro
que nos instruya al mismo tiempo en lo interior. Nuestras palabras por lo que
mira a las personas que queremos instruir, no tienen otro efecto que el que
tienen los desvelos de un jardinero que se aplica a cultivar un árbol; no es él
el que forma el fruto que lleva, ni tiene que ver en lo que se obra en lo
interior del árbol. El que planta no es nada, ni el que riega, dice S. Pablo, 1
Corintios 3, 7, mas es Dios el que lo hace crecer. Y esto es lo que significan
estas palabras de nuestro Apóstol: Su unción es la que enseña todas las cosas.
S. Agustín. Si los herejes quisieran abrir los ojos, no abusarían de este texto
para sus errores.): mas como su unción os enseña en todas las cosas, y es
verdad, y no es mentira. Y como ella os ha enseñado, permaneced en ello.
28 Y ahora,
hijitos, permaneced en ello (Perserverad firmes en su doctrina); para que cuando
apareciere (Para que cuando seamos presentados ante su severo tribunal, nos
reconozca por sus ovejas, y no nos separe de sí para eterna confusión de
nuestras almas, privándonos de la vista de su cara), tengamos confianza, y
no seamos confundidos por Él en su venida.
29 Si sabéis
que ÉL es justo, sabed también que todo aquel que hace la justicia, es nacido
de Él (Da a entender que ha renacido en Jesucristo porque vive según su
espíritu; porque como este Señor es la fuente y el principio de toda justicia,
ninguno hay que sea justo sino por Él. Y este nuevo nacimiento que nos comunica
este segundo Adam es tan feliz, como desgraciado el que traemos del primero.)
Epístola de San Juan Capítulo 3
1 Considerad
cuál caridad nos ha dado el Padre, queriendo que tengamos nombre de hijos de
Dios, y lo seamos (Demuestra la excelencia y los frutos de esta filiación,
para que los fieles hagan el aprecio que merece una honra tan grande, como es
llamarse, y no solamente llamarse, sino ser en realidad hijos de Dios por
gracia y por adopción. Por esta calidad que tenemos de hijos de Dios, no nos
conoce el mundo, que son los mundanos y los infieles; y no hay que extrañarlo,
ni tampoco que ellos nos aborrezcan, maltraten o persigan; porque lo mismo
hicieron con el Hijo de Dios: y por la misma razón que ellos no conocen a Dios,
tampoco conocen a sus hijos. Juan 15, 18, 21.). Por esto el mundo no nos
conoce: porque no le conoce a Él.
2 Carísimos
ahora somos hijos de Dios: y no aparece aún ( No ha llegado todavía el tiempo, en que se hará
conocer a todos los hombres y particularmente a los incrédulos la excelencia y
grandeza de esta dignidad. Y cuando llegue aquel tiempo sabemos, y verán todos,
que seremos semejantes al mismo Dios por la gloria del alma y del cuerpo;
porque le veremos cara a cara, esto es, en su misma esencia. Los teólogos
llaman intuitiva a esta visión. Colosenses 3, 3; 2 Corintios 3, 18. Beda lo
explica de Jesucristo: seremos semejantes a Él, porque resucitaremos como Él
resucitó en un cuerpo glorificado.) lo que habemos de ser. Sabemos que
cuando Él apareciera, seremos semejantes a Él: por cuanto nosotros le veremos
tan como Él es.
3 Y todo
aquel que tiene esta esperanza en Él (El que tiene y alimenta en su corazón esta grande
esperanza, debe procurar por todos los
medios santificar su alma, para ser semejante a Aquel que es santo por
esencia, o la misma santidad), se santifica a sí mismo, así como él es
santo.
4 Todo aquel
que hace pecado, hace también injusticia (Cometer un pecado es apartarse de la justicia y de la rectitud
que pide la Ley;
porque el pecado es una iniquidad, o desobediencia y transgresión de la Ley; y así en el Griego se
llama ... . Sabéis que el Verbo eterno se encarnó para quitar y llevar sobre Sí
nuestros pecados, siendo Él por su naturaleza impecable. Luego el que peca,
lejos de santificarse y parecerse a Él, pretende hacer lo contrario de lo que
Jesucristo se propuso cuando vino al mundo, e intenta con sus pecados cargar
más y más a Jesucristo, y echar por tierra el misterio de la Encarnación, resistiendo
al divino Redentor, cuyo designio fue destruir el pecado. De todo lo cual se
infiere, que el que no peca, permanece en Jesucristo; y por el contrario que el
que peca, no conoce a Jesucristo con un conocimiento efectivo, y con la luz de
una fe viva, que obra por la caridad.); porque el pecado es injusticia.
5 Y sabéis
que ÉL apareció para quitar nuestros pecados: y no hay pecado en Él.
6 Todo aquel
que permanece en Él, no peca: y todo el que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido.
7 Hijitos, no
os engañe ninguno (Pretendiendo
persuadiros que no son necesarias las buenas obras para salvarse, y que basta
para esto la fe: porque yo os hago saber, que es justo solamente aquel que cree
y que obra. Este imita a Jesucristo en la justicia. La partícula como, sólo
denota semejanza. S. Tomás). El que hace justicia, justo es. así como Él
también es justo.
8 El que (
Juan 8, 44) comete pecado, es del diablo (Porque sigue las sugestiones, la doctrina y el
espíritu del demonio): porque el diablo desde el principio peca (El
demonio fue el primero que pecó, y el que tentó al primer hombre para que
pecase; y todos los días nos tienta para lo mismo. Y el Hijo de Dios vino al
mundo para destruir las obras del diablo, como con la injusticia, la mentira y
el pecado). Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del
diablo.
9 Todo aquel
que es nacido de Dios, no hace pecado (Ni peca, ni puede pecar, mientras conserva la gracia
del nuevo nacimiento que ha recibido de Dios, y mientras la caridad, que es la simiente
de Dios derramada en su corazón, habite en él. S. Jerónimo. EL pecado de que se
habla en este lugar, es el pecado mortal. No peca, ni puede pecar, o perseverar
finalmente en el pecado, si es predestinado. S. Fulg. Pero de aquí no se
infiere que sea impecable, como definió el Concil. Trid. Sess. 6, Cap. 23. Y
expresamente enseña S. Tomás con todos los teólogos): porque su simiente
está en él, y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10. En esto
son conocidos los hijos de Dios, y los hijos del diablo. Todo aquel que no es
justo, no es de Dios, y el que no ama a su hermano (El que ama a su hermano cumplió la Ley; porque la caridad es el
cumplimiento de la Ley.
Roman. 13, 8, 10):
11 Porque
esta es la doctrina, que habéis oído desde el principio (Juan 13, 34; y 15, 12), que os améis
unos a otros.
12 No
así (Génesis 4, 8) , como Caín, que era del maligno y
mató a su hermano. Y ¿por qué lo mató? Porque sus obras eran malas; y las de su
hermano buenas (La envidia que concibió de la virtud de su hermano Abel,
viendo que los sacrificios de este eran agradables a Dios, y no los suyos,
encendió en su corazón un odio irreconciliable, que le arrastró a cometer el
primer fratricidio que hubo en el mundo, dando muestras de que no era hijo de
Dios, sino del diablo).
13 No
extrañéis, hermanos, si os aborrece el mundo (Y así no extrañéis que el mundo por el mismo motivo os
aborrezca, no pudiendo sufrir vuestra virtud.).
14 Nosotros
sabemos que hemos sido trasladados de muerte a vida (De la muerte del pecado a la vida de la
gracia: porque el amor verdadero del prójimo es indicio cierto de la justicia.
El amor de Dios es la vida del alma, y en este se comprende el amor del
prójimo; y de aquí se infiere por el contrario, que el que no ama como debe a
su prójimo no goza de la vida del alma, que nada del amor de Dios, y por
consiguiente está muerto para Dios.), en que amamos a los hermanos (Levítico
19, 17; Supra 11, 10). El que no ama, está en muerte:
15 Cualquiera
que aborrece a su hermano es homicida (El que aborrece de corazón a su hermano, es ya
homicida en su ánimo; porque la disposición que tiene interiormente, es de
quitarle la vida. S. Jerónimo). Y sabéis que ningún homicida tiene vida
eterna que permanezca en sí mismo (Porque si Dios mandaba que el homicida
fuese exterminado de su pueblo; mucho menos podrá tener lugar en la ciudad de
los bienaventurados, en la que solo puede caber la inocencia).
16 En (Juan 15, 13) esto hemos conocido la
caridad de Dios, en que puso Él su vida por nosotros: y nosotros debemos poner
nuestra vida por los hermanos (Estar prontos para morir, si fuere
necesario, por la salud espiritual de nuestros hermanos. Juan 15, 13).
17 El
que (Luc 3, 11; Jacob 2, 10) tuviere riquezas de este
mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le cerrare sus entrañas (Le
negare con crueles entrañas lo que necesita para salir de la miseria en que se
halla. Y si le niega esto, ¿cómo podrá persuadir que está pronto a ofrecer su
vida por su salud? De aquí se ve, que no ama de veras a su hermano, y por
consiguiente ni tampoco a Dios, y que el amor de este Señor no habita en su
corazón. Grande culpa, si sabiéndolo tú, tu hermano se halla necesitado, dice
S. Ambrosio), ¿cómo está la caridad de Dios en él?
18 Hijitos
míos, no amemos de palabra, ni de lengua, sino de obra, y de verdad.
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