viernes, 21 de noviembre de 2014

EPÍSTOLA DE SAN JUAN CAPÍTULOS 2 Y 3




SANTA BIBLIA, TRADUCIDA Y ANOTADA POR SCIO DE MIGUEL

Comienzo en Epístola de San Juan 2, 19

19 Salieron de entre nosotros (Porque estaban en la Iglesia juntamente con nosotros), mas no eran de nosotros (Del número de los verdaderos fieles, del que nos gloriamos ser nosotros): porque si hubieran sido de nosotros (Porque si hubieran sido del número de los escogidos, que son los miembros vivos de la Iglesia, que deben permanecer siempre en ella, no se hubieran separado de nosotros. Pero esto les ha sucedido, para que se vea que no todos sienten como nosotros), hubieran cierto permanecido con nosotros: mas para que se vea claro, que no todos son de nosotros.
20 Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y sabéis todas las cosas (Habéis sido instruidos por la unción interior del Espíritu Santo, el que os alumbra y dirige para que conozcáis y practiquéis todo lo que es conducente a vuestra salvación).
21 No os he escrito a vosotros, como si ignoraseis la verdad, mas como a los que la sabéis: y porque ninguna mentira es jamás de la verdad (Y también, que de Cristo, que es la verdad, no pueden venir mentiras, ni los errores, con los que estos hombres perversos vician la sana doctrina).
22 ¿Quién es mentiroso, sino aquel que niega, que Jesús es el Cristo (El Mesías verdadero, y por consiguiente el Hijo de Dios. El que niega al Hijo, niega también al Padre; porque el Padre ha declarado de diversas maneras, y con infinitos milagros, que Jesucristo es su Hijo amado: y así, en vano se gloría de creer en Dios el que no cree en Jesucristo) Este tal es el Anticristo, que niega al Padre, y al Hijo.
23. Cualquiera que niega al Hijo, no tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
24 Lo que oísteis desde el principio, permanezca en vosotros (Perseverad firmes en la fe, que os fue enseñada desde el principio. Si alguno, aunque sea un Ángel del cielo, os evangelizare otra cosa, sea anatema. Galat. 1, 8. Y Tertuliano: Se ha de mantener aquello que la Iglesia recibió de los Apóstoles, y los Apóstoles de Cristo): Si permaneciere en vosotros lo que oísteis desde el principio, vosotros también permaneceréis en el Hijo, y en el Padre.
25 Y esta es la promesa que Él nos prometió, la vida eterna (Cuando nuestra unión con Dios llegue a su perfección, la sustancia de la promesa que nos tiene hecha será la vida eterna prometida a los que creen)
26 Os he escrito estas cosas sobre aquellos que os engañan (Tocante a estos impostores que os quieren engañar con astucia diabólica).
27 Y permanezca (En Griego: ..., permanece) en vosotros la unción (La gracia del Espíritu Santo.) que recibisteis de Él. Y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe (Si esta unción bastaba para todo, ¿a qué fin tanto conato en este santo Apóstol, y en todos los demás, para dar instrucciones a los fieles? El Apóstol sabía muy bien que las palabras de los hombres sólo pueden llegar a las orejas del cuerpo; mas que se necesita que haya un maestro que nos instruya al mismo tiempo en lo interior. Nuestras palabras por lo que mira a las personas que queremos instruir, no tienen otro efecto que el que tienen los desvelos de un jardinero que se aplica a cultivar un árbol; no es él el que forma el fruto que lleva, ni tiene que ver en lo que se obra en lo interior del árbol. El que planta no es nada, ni el que riega, dice S. Pablo, 1 Corintios 3, 7, mas es Dios el que lo hace crecer. Y esto es lo que significan estas palabras de nuestro Apóstol: Su unción es la que enseña todas las cosas. S. Agustín. Si los herejes quisieran abrir los ojos, no abusarían de este texto para sus errores.): mas como su unción os enseña en todas las cosas, y es verdad, y no es mentira. Y como ella os ha enseñado, permaneced en ello.
28 Y ahora, hijitos, permaneced en ello (Perserverad  firmes en su doctrina); para que cuando apareciere (Para que cuando seamos presentados ante su severo tribunal, nos reconozca por sus ovejas, y no nos separe de sí para eterna confusión de nuestras almas, privándonos de la vista de su cara), tengamos confianza, y no seamos confundidos por Él en su venida.
29 Si sabéis que ÉL es justo, sabed también que todo aquel que hace la justicia, es nacido de Él (Da a entender que ha renacido en Jesucristo porque vive según su espíritu; porque como este Señor es la fuente y el principio de toda justicia, ninguno hay que sea justo sino por Él. Y este nuevo nacimiento que nos comunica este segundo Adam es tan feliz, como desgraciado el que traemos del primero.)





 Epístola de San Juan Capítulo 3
1 Considerad cuál caridad nos ha dado el Padre, queriendo que tengamos nombre de hijos de Dios, y lo seamos (Demuestra la excelencia y los frutos de esta filiación, para que los fieles hagan el aprecio que merece una honra tan grande, como es llamarse, y no solamente llamarse, sino ser en realidad hijos de Dios por gracia y por adopción. Por esta calidad que tenemos de hijos de Dios, no nos conoce el mundo, que son los mundanos y los infieles; y no hay que extrañarlo, ni tampoco que ellos nos aborrezcan, maltraten o persigan; porque lo mismo hicieron con el Hijo de Dios: y por la misma razón que ellos no conocen a Dios, tampoco conocen a sus hijos. Juan 15, 18, 21.). Por esto el mundo no nos conoce: porque no le conoce a Él.
2 Carísimos ahora somos hijos de Dios: y no aparece aún ( No ha llegado todavía el tiempo, en que se hará conocer a todos los hombres y particularmente a los incrédulos la excelencia y grandeza de esta dignidad. Y cuando llegue aquel tiempo sabemos, y verán todos, que seremos semejantes al mismo Dios por la gloria del alma y del cuerpo; porque le veremos cara a cara, esto es, en su misma esencia. Los teólogos llaman intuitiva a esta visión. Colosenses 3, 3; 2 Corintios 3, 18. Beda lo explica de Jesucristo: seremos semejantes a Él, porque resucitaremos como Él resucitó en un cuerpo glorificado.) lo que habemos de ser. Sabemos que cuando Él apareciera, seremos semejantes a Él: por cuanto nosotros le veremos tan como Él es.
3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él (El que tiene y alimenta en su corazón esta grande esperanza, debe procurar por todos los  medios santificar su alma, para ser semejante a Aquel que es santo por esencia, o la misma santidad), se santifica a sí mismo, así como él es santo.
4 Todo aquel que hace pecado, hace también injusticia (Cometer un pecado es apartarse de la justicia y de la rectitud que pide la Ley; porque el pecado es una iniquidad, o desobediencia y transgresión de la Ley; y así en el Griego se llama ... . Sabéis que el Verbo eterno se encarnó para quitar y llevar sobre Sí nuestros pecados, siendo Él por su naturaleza impecable. Luego el que peca, lejos de santificarse y parecerse a Él, pretende hacer lo contrario de lo que Jesucristo se propuso cuando vino al mundo, e intenta con sus pecados cargar más y más a Jesucristo, y echar por tierra el misterio de la Encarnación, resistiendo al divino Redentor, cuyo designio fue destruir el pecado. De todo lo cual se infiere, que el que no peca, permanece en Jesucristo; y por el contrario que el que peca, no conoce a Jesucristo con un conocimiento efectivo, y con la luz de una fe viva, que obra por la caridad.); porque el pecado es injusticia.
5 Y sabéis que ÉL apareció para quitar nuestros pecados: y no hay pecado en Él.
6 Todo aquel que permanece en Él, no peca: y todo el que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
7 Hijitos, no os engañe ninguno (Pretendiendo persuadiros que no son necesarias las buenas obras para salvarse, y que basta para esto la fe: porque yo os hago saber, que es justo solamente aquel que cree y que obra. Este imita a Jesucristo en la justicia. La partícula como, sólo denota semejanza. S. Tomás). El que hace justicia, justo es. así como Él también es justo.
8 El que ( Juan 8, 44) comete pecado, es del diablo (Porque sigue las sugestiones, la doctrina y el espíritu del demonio): porque el diablo desde el principio peca (El demonio fue el primero que pecó, y el que tentó al primer hombre para que pecase; y todos los días nos tienta para lo mismo. Y el Hijo de Dios vino al mundo para destruir las obras del diablo, como con la injusticia, la mentira y el pecado). Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
9 Todo aquel que es nacido de Dios, no hace pecado (Ni peca, ni puede pecar, mientras conserva la gracia del nuevo nacimiento que ha recibido de Dios, y mientras la caridad, que es la simiente de Dios derramada en su corazón, habite en él. S. Jerónimo. EL pecado de que se habla en este lugar, es el pecado mortal. No peca, ni puede pecar, o perseverar finalmente en el pecado, si es predestinado. S. Fulg. Pero de aquí no se infiere que sea impecable, como definió el Concil. Trid. Sess. 6, Cap. 23. Y expresamente enseña S. Tomás con todos los teólogos): porque su simiente está en él, y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
10. En esto son conocidos los hijos de Dios, y los hijos del diablo. Todo aquel que no es justo, no es de Dios, y el que no ama a su hermano (El que ama a su hermano cumplió la Ley; porque la caridad es el cumplimiento de la Ley. Roman. 13, 8, 10):
11 Porque esta es la doctrina, que habéis oído desde el principio (Juan 13, 34; y 15, 12), que os améis unos a otros.
12 No así  (Génesis 4, 8) , como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. Y ¿por qué lo mató? Porque sus obras eran malas; y las de su hermano buenas (La envidia que concibió de la virtud de su hermano Abel, viendo que los sacrificios de este eran agradables a Dios, y no los suyos, encendió en su corazón un odio irreconciliable, que le arrastró a cometer el primer fratricidio que hubo en el mundo, dando muestras de que no era hijo de Dios, sino del diablo).
13 No extrañéis, hermanos, si os aborrece el mundo (Y así no extrañéis que el mundo por el mismo motivo os aborrezca, no pudiendo sufrir vuestra virtud.).
14 Nosotros sabemos que hemos sido trasladados de muerte a vida (De la muerte del pecado a la vida de la gracia: porque el amor verdadero del prójimo es indicio cierto de la justicia. El amor de Dios es la vida del alma, y en este se comprende el amor del prójimo; y de aquí se infiere por el contrario, que el que no ama como debe a su prójimo no goza de la vida del alma, que nada del amor de Dios, y por consiguiente está muerto para Dios.), en que amamos a los hermanos (Levítico 19, 17; Supra 11, 10). El que no ama, está en muerte:
15 Cualquiera que aborrece a su hermano es homicida (El que aborrece de corazón a su hermano, es ya homicida en su ánimo; porque la disposición que tiene interiormente, es de quitarle la vida. S. Jerónimo). Y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna que permanezca en sí mismo (Porque si Dios mandaba que el homicida fuese exterminado de su pueblo; mucho menos podrá tener lugar en la ciudad de los bienaventurados, en la que solo puede caber la inocencia).
16 En (Juan 15, 13) esto hemos conocido la caridad de Dios, en que puso Él su vida por nosotros: y nosotros debemos poner nuestra vida por los hermanos (Estar prontos para morir, si fuere necesario, por la salud espiritual de nuestros hermanos. Juan 15, 13).
17 El que  (Luc 3, 11; Jacob 2, 10) tuviere riquezas de este mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le cerrare sus entrañas (Le negare con crueles entrañas lo que necesita para salir de la miseria en que se halla. Y si le niega esto, ¿cómo podrá persuadir que está pronto a ofrecer su vida por su salud? De aquí se ve, que no ama de veras a su hermano, y por consiguiente ni tampoco a Dios, y que el amor de este Señor no habita en su corazón. Grande culpa, si sabiéndolo tú, tu hermano se halla necesitado, dice S. Ambrosio), ¿cómo está la caridad de Dios en él?
18 Hijitos míos, no amemos de palabra, ni de lengua, sino de obra, y de verdad.

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