viernes, 28 de noviembre de 2014

DE COMBATE ESPIRITUAL, SCUPOLLI.



DE COMBATE ESPIRITUAL, SCUPOLLI, 1791; LIBRO DE LOS TEATINOS . Traducido al castellano por el Padre Ramón de Guninel, de la misma orden. Parte primera.
 Fortificarse contra la propia malicia y fragilidad,  para defenderse de los asaltos y  tentaciones de nuestro común enemigo.
 Enfermedades, trabajos y persecuciones,  69 que no suceden jamás sin orden o permisión de la Providencia de Dios. O ante cualquier suceso, conformar la propia voluntad con la de Dios, rindiéndose a sus adorables juicios, no menos justos que impenetrables. Amando a los perseguidores como instrumentos de la bondad divina, que cooperan a la mortificación propia, perfección y eterna salud.
72: sujetarnos a todas las criaturas por amor de Dios, en cuanto sea la Voluntad de Dios (padres o autoridades legítimas, cuando mandan algo conforme con Dios).
75 … quien con valor, y  resolución, mortifica sus pasiones, doma sus apetitos, y reprime hasta los menores movimientos de su propia voluntad; ejecuta una obra de mucho mayor mérito a los ojos de Dios, que si conservando alguna de ellas viva en su corazón, afligiese, y maltratase su cuerpo con los mas ásperos cilicios, y disciplinas, o ayunase con mas austeridad, y rigor, que los antiguos Anacoretas del desierto, o convirtiese a Dios millares de pecadores …:
 76 tú no debes  poner tu principal cuidado en querer, y ejecutar, lo que según su naturaleza es mas noble, y mas excelente, sino en obrar, lo que Dios pide, y desea particularmente de ti.
Trabajar en mortificar las propias pasiones, para lo cual hay que determinarse a una continua guerra contra uno mismo.
Desconfiar de nosotros mismos. No hay virtud, ni gracia en nosotros, que no proceda de la bondad de Dios, como de fuente y origen de todo bien, y  de nosotros no puiede nacer ningún pensamiento, que le sea agradable.
Hay que considerar la vileza propia, y reconocer que con las propias fuerzas naturales no se es capaz de obrar algún bien, por el cual se merezca entrar en el Reino de los Cielos.
Tener en cuenta la violenta inclinación de nuestra naturaleza al pecado, la formidable multitud de enemigos, que nos cercan por todas partes, que son, sin comparación, mas astutos y fuertes, que nosotros, que saben transformarse en Ángeles de luz (2 Corintios, 11), y ocultamente nos tienden lazos en el camino mismo del Cielo.
Consideración de la propia flaqueza, y consideración de la omnipotencia de Dios.
93 … aunque la inquietud, que nace del pecado, sea acompañada de algún dolor, no obstante siempre procede de una secreta presunción, y soberbia, fundada en la confianza, que se tiene en las propias fuerzas.
110: Cuidar de purificar el corazón, y adquirir el conocimiento de sí mismos, y la verdadera mortificación
115 Buscarnos a nosotros mismos, y no a Dios en todo. De donde nace, que cuando se nos ofrece, y presenta la ocasión de ejercitar alguna obra, luego la abrazamos, y la queremos, no como movidos de la voluntad de Dios, ni a fin solamente de agradarle, sino por el gusto, y satisfacción que hallamos algunas veces en hacer las cosas, que Dios nos manda.
            Hasta en los deseos de unirnos a Dios, y de poseerlo, suelen mezclarse los engaños del amor propio; porque en desear poseer a Dios, miramos mas a nuestro interés propio, y al bien, que de ello esperamos, que su gloria, y al cumplimiento de su voluntad, que es el único objeto, que se deben proponer, los que lo aman, y lo buscan, y hacen profesión de guardar su Divina Ley.
             Para evitar este peligroso lazo, que es de grande impedimento en el camino de la perfección, y acostumbrarte a no querer, ni obrar cosa alguna, sino según la impresión, o impulso del Espíritu Santo, y con intención pura de honrar, y agradar únicamente a Dios, que debe ser el primer principio, y el último fin de todas nuestras acciones; observarás esta regla.
… no te determines a obrar, o a repeler cosa alguna, si primero no te sintieres movida, y guiada de la pura voluntad de Dios.
 121 “... cualquiera que obra por un movimiento de la gracia, y con intención pura de agradar a Dios, no se inclina, o se aficiona  mas a un ejercicio, que a otro;  y si desea alguna cosa, no pretende obtenerla, sino en el modo, y en el tiempo, que Dios quiere, sujetándose siempre a los órdenes de su providencia, y  quedando en cualquier suceso, o favorable, o contrario, igualmente tranquilo, y contento; porque no quiere, ni desea, sino solamente el cumplimiento de la Voluntad Divina.
            Por esta causa, hija mía, debes estar siempre muy recogida en ti misma, procurando dirigir todas tus acciones a un fin tan excelente, y tan noble:  y si alguna vez (pidiéndolo así la disposición interior de tu alma) te movieres a obrar bien por el temor de las penas del Infierno, o por la esperanza de la Gloria, podrás también en esto proponerte por último fin el agrado, y  voluntad de Dios, que quiere, que no te pierdas, ni te condenes, sino que entres en la posesión de la bienaventuranza de su Gloria.
134.     Que te gusten (y que las quieras)  las penas, y dificultades, que ocurren en el camino de la perfección; porque cuanto fueren mayores los esfuerzos, que hicieres, para vencer las primeras dificultades de la virtud, será mas pronta, y segura la victoria: y si te gustaren mas las dificultades, y penas del combate, que la victoria misma, y los frutos de la victoria que son las virtudes, conseguirás mas breve, y seguramente, lo que pretendes.
139 Te propongas sufrir mayores, y mas sensibles ultrajes y menosprecios.
            La razón, porque no podemos perfeccionarnos en la virtud sin los actos, que son contrarios al vicio, que deseamos corregir.
140  ... si no te acostumbras a amar al oprobio, y a gloriarte de las injurias, y menosprecios, no llegarás jamás a desarraigar de tu corazón el vicio de la impaciencia, que no nace de otra causa en nosotros, que de un temor excesivo de ser menospreciados del mundo, y de un deseo ardiente de ser estimados: porque, en fin, mientras esta viciosa raíz se conservare viva en tu alma, brotará siempre, y enflaqueciendo de día en día tu virtud, llegará con el tiempo a oprimirla de manera, que te hallarás en un continuo peligro de caer en los desórdenes pasados.
144 También te advierto, que atiendas a mortificar, y quebrantar tus apetitos en las cosas, que fueren lícitas, pero no necesarias; porque de esto te seguirán grandes bienes; pues podrás vencerte mas fácilmente en los demás apetitos desordenados: te harás mas experta, y fuerte en las tentaciones: te librarás mejor de los engaños, y lazos del demonio; y agradarás mucho al Señor.
 145 ... el verdadero espíritu …, no consiste en los ejercicios deleitables, y que lisonjean a la naturaleza, sino en los que le crucifican con sus pasiones, y deseos desordenados.   De esta manera renovado el hombre interiormente con los hábitos de las virtudes Evangélicas viene a unirse íntimamente con su Criador, y su Salvador crucificado.
*** 146 ... así como los hábitos viciosos se forman con repetidos y  frecuentes actos de la voluntad superior, cuando cede a los apetitos sensuales; así las virtudes cristianas se adquieren con repetidos, y frecuentes actos de la voluntad, cuando se conforma con la de Dios, que excita, y llama continuamente al alma ya a una virtud, ya a otra.
150 Ayudadme, Señor, ayudadme, Dios mío: no abandonéis a vuestra sierva: no permitáis, que yo me rinda a la tentación.
152  ... en el Reino de los Cielos no se entra sino por la puerta estrecha de las tribulaciones y dela Cruz.
            Considera asimismo, que aún cuando pudieses entrar por otra puerta, la ley sola del amor debería obligarte a escoger siempre la de las tribulaciones, por no apartarte un punto de la imitación del Hijo de Dios, y de todos sus escogidos, que no han entrado de la bienaventuranza de la Gloria, sino por medio de las espinas, y tribulaciones.
153 ... todos los sucesos, aunque nos parezcan muy desordenados, tienen regla, y orden perfectísimo.
 *** 155 renovar el combate, principalmente contra el amor propio  

187 … cada vez que el hombre se mortifica en alguna cosa, los Ángeles del Cielo le fabrican una bella corona en recompensa de la victoria que ha ganado sobre sí mismo.
193 … teme siempre la estrecha, y rigurosa cuenta, que le has de dar de todos los instantes de tu vida.
… el suave, y paternal castigo, que te da, si por ventura te hubiere hecho digna del tesoro inestimable de alguna tribulación.

COMBATE ESPIRITUAL 1791, 1
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Finalmente, quiero descubrirte un secreto artificio de nuestro amor propio, que suele encubrirnos, y ocultarnos nuestros defectos, aunque sean muy visibles. Por ejemplo: Cuando un enfermo se aflige con exceso de su dolencia, disimula esta imperfección con el celo de algún bien aparente, diciendo, que su inquietud no es verdaderamente impaciencia, sino un justo sentimiento, de que su enfermedad sea el castigo de sus pecados, o de que incomode, y fatigue, a los que le asisten.
301:  Guárdate, hija mía, de huir de las cosas, que son contrarias a las inclinaciones de la naturaleza corrompida, pues por ellas solamente se llega a las mas heroicas virtudes.
302:  conviene, que estés siempre dispuesta, y preparada a sufrir todo lo que pudiere causarte mayor pena, o disgusto: de otra manera no llegarás jamás a adquirir la virtud de la paciencia.
            De la misma suerte, si alguna ocupación te fuere pesada, y onerosa, o por sí misma, o por la persona, que te la ha encargado, o porque te divierte de otra ocupación, que sería más de tu gusto, no dejes por eso de abrazarla con alegría y de continuarla con perseverancia, aunque sientas alguna inquietud, o turbacíón en tu espíritu, de que pudieras librarte dejándola enteramente; porque de otra manera nunca aprenderás a padecer, ni tu quietud sería verdadera, por no proceder de ánimo purificado de las pasiones, y adornado de las virtudes.
308: Mas por lo que mira a las aflicciones, que nos suceden, o por culpa nuestra, o por la malicia de nuestros enemigos, no se puede negar, que son de Dios, y que vienen de su mano y que, aunque verdaderamente condene la causa, no obstante su voluntad es, que los suframos con ánimo paciente, o porque son medios muy propios para santificarnos, o por otros justos motivos, que nos son ocultos.
            Estando, pues, persuadidos, y ciertos, que para cumplir perfectamente su Divina Voluntad, debemos sufrir con gusto todos los males, que nos causan nuestros enemigos, o que nosotros mismos nos causamos con nuestros pecados: el decir (como por excusar, y cubrir su impaciencia, suelen decir muchos) que Dios, siendo infinitamente justo, no puede querer, lo que procede de un mal principio, no es otra cosa, que querer dorar con un vano pretexto la propia falta, y rehusar la cruz, que su Divina Majestar nos presenta, y que no podemos negar, que es voluntad suya, que la llevemos con tolerancia.
            Demás de esto, hija mía, conviente que entiendas, y sepas, que Dios se deleita más de vernos sufrir constantemente las persecuciones injustas de los hombres, principalmente de aquellos, que hemos obligado con nuestros favores, y beneficios, que de vernos tolerar otros penosos accidentes; así porque la soberbia de nuestra naturaleza se reprima mejor con las injurias, y malos tratamientos de nuestros enemigos, que con las penas, y mortificaciones voluntarias; como porque sufriéndolas con paciencia (nota ajena al autor: sólo se puede combatir la soberbia con la caridad; como decía San Bernardo: la soberbia o el amor propio desordenado sólo se puede superar con la Ley de Dios) hacemos verdaderamente, lo que Dios pide, y desea de nosotros, y es de su honor, y de su gloria; pues conformamos nuestra voluntad con la suya en una cosa, en que resplandecen igualmente su bondad, y su poder, y de un fondo tan malo, y tan detestable, como es el pecado, cogemos excelentes frutos de virtud, y de santidad. Sabe, pues, hija mía, que apenas nos ve el Señor resueltos, y determinados a obrar de veras, y a emplear todos nuestros esfuerzos, para adquirir las solidas virtudes, nos prepara el caliz de las mas fuertes tentaciones, y de los mas ásperos trabajos; y así conociendo el amor infinito, que nos tiene, y la ardiente, y misericordiosa solicitud, con que desea nuestro bien espiritual, debemos recibir con alegría, y con rendimiento de gracias el caliz, que nos ofrece, y beberlo hasta la última gota; porque la composición de la bebida está hecha de mano de quien no puede errar, y con ingredientes tanto mas saludables para el alma, cuanto son mas desagradables, y amargos a nuestro paladar." (del capítulo 38. página 311 del pdf).

Sobre mortificación, enfermedad, y persecución.



DEL LIBRO LA VERDADERA ESPOSA DE JESUCRISTO DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, TOMO 1.
¿Acaso el barro tendrá la temeridad de decir al alfarero: qué haces de mí? (Isaías 45, 9)
CANTAR 7, 1. Salir tras las huellas de los rebaños.
El amor propio dificulta el distinguir lo verdadero de lo falso.

205: ¿Para qué sirve todo esto? ¿Para qué sirve, pregunto yo a mi vez, el hacer correr a los potros, pararlos y hacerlos andar para atrás y para adelante sin necesidad alguna? Para hacerlos dóciles a las rienda.


Nadie dudará la utilidad del entrenamiento en algo. Como si se le dice a un competidor que sólo vaya el día de la competición, sin entrenamiento ni preparación previos.

208. No hace al caso el decir con algunos, que la perfección no estriba en el maceramiento corporal, sino en la mortificación de la voluntad; porque a esto responde el padre Pinamonte: Tampoco el fruto de la viña depende del seto de espinos que la rodea, y sin embargo la cerca es la que custodia el fruto, quitada la cual desaparecerían las uvas; conforme dice el Eclesiástico: En donde no hay cerca será robada la heredad (Eccles. 34, 27). … S. Luis Gonzaga, joven de quebrantada salud, tomaba tan a pechos la mortificación de la carne, que buscaba con avidez todo género de maceraciones y de penitencias; y al echarle alguien en rostro, que la santidad no consistía en las mortificaciones sino en la abnegación de la propia voluntad, contestó muy oportunamente con las palabras del
Evangelio: Esto era menester hacer y no dejar lo otro (Mateo 23, 23 ), con las cuales entendió decir, que si bien es condición necesaria la de contrastar la voluntad propia, menester es también refrenar el cuerpo para llevarlo sujetado y obediente a la razón. Por esto decía el Apóstol: Castigo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre ( 1 Corintios 9, 27). Con harta dificultad se somete a la obediencia de la ley, el cuerpo que no padece mortificación. A cuyo propósito, tratando S. Juan de la Cruz de los que, malavenidos con las mortificaciones propias, se erigen en directores espirituales, y hacen menosprecio y disuaden a los demás de entregarse a las mortificaciones externas, dice: Cualquiera que enseñare que no se ha de mortificar la carne, no le deis crédito, aunque confirmase su doctrina con milagros.
         Son grandes enemigos de nuestra eterna salud el mundo y el demonio, mas el peor de ellos es nuestro cuerpo (nota ajena al autor: potencialmente, ya que el cuerpo también nos permite el granjearnos la salvación eterna si contrariamos sus tendencias desordenadas), que le tenemos aposentado en casa. Los enemigos más temibles para una plaza sitiada, dice san Bernardo, son los que están de murallas adentro; que de estos es más difícil cautelarse, que no de los exteriores. … Así como los hombres del mundo andan afanados por satisfacer los placeres sensuales del cuerpo, por una razón opuesta, las almas amantes de Dios se desvelan por mortificar, en cuanto pueden, su carne. … Decíale a su cuerpo S. Pedro de Alcántara: Calla, cuerpo mío, y sepas que en esta vida no quiero concederte ningún reposo, ni alcanzarás de mí sino tormentos; mas en cuanto habremos llegado al paraíso, allí tomarás descanso, que no tendrá fin. … Verdad es, que hay ciertos placeres inocentes que sirven en alguna manera de apoyo a la flaqueza de la humanidad, y nos ponen en mayor aptitud para emprender los ejercicios del espíritu: menester es, empero, estar persuadidos de que los placeres de los sentidos son, propiamente hablando, tósigo del alma, a la cual traen asida a las criaturas; de donde se sigue, que tales satisfacciones deben gustarse a las manera que se toma el veneno; que si bien propinado en ciertas preparaciones y en muy tenue dosis, puede quizás favorecer la salud; sin embargo, como son medicinas en que entra veneno, se han de tomar con extremada moderación y cautela; sin apego, por mera necesidad, y a fin de poder dedicarse más cumplidamente al servicio de Dios.

213 Santa Sinclética: Por medio de los achaques del cuerpo se curan los vicios del alma.
Cantico 3, ¿las heridas que causa la caridad, quitan el sentimiento de las que recibe la carne.

214 A mas de esto las mortificaciones nos llevan a satisfacer en esta vida por las penas debidas por nuestros pecados. Al que ofendió a Dios, aunque le quede remitida la culpa, réstale sin embargo el reato de la pena temporal, que si no fuera satisfecho en esta vida deberá pagarse en el purgatorio, en donde las penas serán incomparablemente mayores: En grande tribulación se verán si no hicieren penitencia (Apocalipsis 2, 22).  Cuantos dejaren de hacer penitencia de sus pecados, sufrirán en el otro mundo gravísimos tormentos. Refiere S. Antonio, que a cierto enfermo le propuso un ángel si preferiría estar tres días en el purgatorio, o postrado dos años en cama, padeciendo la dolencia que le aquejaba; el enfermo eligió pasar por los tres días de purgatorio; mas apenas hubo permanecido una hora en aquel lugar cuando echó en rostro al ángel el engaño de haberle tenido allí encerrado muchos años, en vez de los tres días convenidos. ¿Qué es lo que estás diciendo? Repuso el ángel. Tu cadáver, que yace sobre el lecho en que finaste, no ha perdido todavía su color natural, y tú ya hablas de años? Por lo que, si queréis que la paciencia acompañe vuestros padecimientos, haceos cuenta de que os es fuerza vivir así otros quince o veinte años más, y decir: Este es mi purgatorio; no ha de vencerle el cuerpo, sino el espíritu..
         Hay más, las mortificaciones elevan el alma hacia Dios. No es posible, decía S. Francisco de Sales, que el alma encumbre jamás hasta Dios, si la carne no anda mortificada y abatida. Bellas son las máximas que en esta materia vertía Sta. Teresa de Jesús: Penar que Dios admita a su familiaridad gente de regalos, es un despropósito. Regalos y oración no se avienen. Almas que aman a Dios de veras no pueden pedir descansos.
         Las mortificaciones nos granjean también gran tesoro de gloria en el cielo. Decía el Apóstol: Si los que se dedican al pugilato se abstienen de todas aquellas cosas que pueden menoscabar sus fuerzas e impedirles de reportar la victoria de una miserable y fugaz corona, ¿cuánto mayor esmero no debemos nosotros poner en las mortificaciones para alcanzar una corona de inconmensurable y eterno valor (1 Corintios 9, 25)? Vio S. Juan a todos los bienaventurados que empuñaba palmas en las manos (): … Cuantos padecimientos suframos acá abajo, son nada en comparación de la gloria eterna que nos está reservada en el paraíso. Decía el Apóstol a los Romanos: No son de comparar los trabajos de este tiempo con la gloria venidera que se manifestará en nosotros (Romanos 8, 18). Y a los Corintios decía: Estas momentáneas y ligeras tribulaciones engendran en nosotros de un modo muy maravilloso un peso eterno de gloria (2 Corintios 4, 17).
Avivemos pues nuestra fe. Corto es el término de nuestra morada acá en la tierra. Nuestra habitación está en la eternidad, que ofrecerá mayores goces al que mayores mortificaciones habrá pasado en la vida.

Inocencio XI condenó la proposición de los que sostenían que no es pecado el comer y beber con el único objeto de satisfacer la gula. 
255
ECCL 14, 14 No desatiendas ni las partecillas de una dádiva agradable. No perder ocasión de mortificarse por Dios.
David: “Desvía mis ojos para que no vean la vanidad” (Salmo 118, 37)
San Gregorio: No hay disposición para entrar en los trances del combate espiritual si primeramente no ha quedado sujetado el apetito de la gula.

Ponga los ojos únicamente en aquellas cosas que le conduzcan a Dios.
Tomar el alimento como se toma una medicina, con la reflexión de que se satisface una necesidad y no se pase de ahí (San Agustín).
San Luis Gonzaga, escogía para sí lo más repugnante al paladar.
S. Clemente Alejandrino: la carne y el vino prestan robustez al cuerpo, pero hace enfermiza el alma.
Proverbios 31, 4: No quieras dar vino a los reyes.
San Juan Clímaco: Es la pobreza la abdicación de los cuidados del siglo, caminar a Dios sin obstáculos, remedio de toda tristeza.
Cualquiera que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo (Lucas 14, 35).


Eclesiástico 60, 35
Eclesiástico 30 la tristeza acorta los años.


San José de Calasanz: no es realmente pobre el que no sienta las incomodidades de la pobreza


300 interesante sobre afectos a cortar.

358: Abominan los impíos a cuantos caminan por el sendero de la rectitud (Proverbios 29, 27), dice el Espíritu Santo.  No es posible que los que andan por el camino ancho dejen de aborrecer a los que siguen la senda angosta. Y la razón de ello está en que la vida que llevan los justos es una reprensión continuada de la de los malvados, quienes por lo mismo desearán que todos vivieran sin sentir freno como ellos. … a casi todas las acciones virtuosas de la buena religiosa, llámanlas deseos de singularizarse, beatería, y hasta hipocresía a fin de ser tenida por santa. Y si por ventura aquella pobre monja cae en alguna falta (porque al fin no deja de ser frágil y sujeta a defectos), si por ventura responde alguna palabra con marcada impaciencia, si se defiende de alguna ofensa que se le haga, ¡oh! Entonces como le dan grita las demás exclamando: ¡Miren la santurrona!, ¡vean lo que hace esa santa que comulga todos los días, que está continuamente en silencio, y pasa todo el día de Dios en el coro para engañar al mundo! Y a veces se propasan a añadir a lo verdadero lo falso. Ponga extremada atención, la que quiera hacerse santa, en sufrir y ofrecer a Dios todos esos zaherimientos; porque si se revelare contra ellos, sepa que no seguirá gran trecho por el camino que emprendiera; presto abandonará sus designios, y será tan imperfecta como las demás. Tratábase
una vez de cierto Religioso que era reputado por santo, y saltó diciendo S. Bernardo: Será enhorabuena santo, mas carece de lo mejor, que es ser tenido por malo.
Convenzámonos, pues, de que la más bella prez de los santos es el sufrir persecuciones en esta vida: Y todos los que quieren vivir píamente en Jesucristo, padecerán persecución, escribía S. Pablo (2 Timoteo 3, 12). Dice empero aquella Religiosa: yo cuido de mis quehaceres; yo no me meto con nadie; ¿Por qué han de perseguirme? ¿Cómo? ¿Por ventura no han sido todos los santos el blanco de las persecuciones? ¿Jesucristo, que es cabeza de los santos, no sufrió acaso persecuciones?, ¿y vos pretendéis eximiros de ellas? … escribía el P. Torres a una Religiosa penitente suya: Crea, que entre las mayores gracias que el Señor pueda concederle, una de las muy excelentes es la de que la haga digna de ser objeto de las calumnias de todas las demás, y de no hallar apoyo en ninguna. Así pues, hermana bendita, al veros menospreciada y tenida tan en poco, como un trapajo, según suele decirse, gozaos de ello, y dad rendidas gracias a vuestro Esposo que permite seáis tratada como lo fue Él mismo en esta vida. Por lo tanto, cuando estuviereis en oración representaos en vuestra mente todos los desprecios, contradicciones y persecuciones que puedan sobreveniros, y prometed sufrirlos con magnanimidad por amor de Jesucristo, y  de esta suerte al ocurrir las ocasiones de mortificación, el divino auxilio os predispondrá mejor para aceptarlas.
         En quinto y último lugar digo, que no solamente importa sufrir en paz los menosprecios, sino que cumple además hallar en ellos motivo de júbilo y contento. El buen Religioso, decía S. José de Calasanz, menosprecia el mundo, y se complace en ser del mundo menospreciado. No acababa de entender el P. Luis de Lapuente como fuese posible que una alma hallara goces en los menosprecios mismos; mas en cuanto llegó a estado de mayor perfección, bien lo entendió y lo experimentó. Tamaña empresa no puede acometerse con nuestras propias fuerzas; posible es empero conseguirla con el auxilio de la gracia, como la consiguieron los santos Apóstoles, quienes salieron gozosos de delante del concilio, porque habían sido hallados dignos de sufrir afrentas por el nombre de Jesús (Hechos 5, 41). A algunos, decía S. José de Calasanz, acaecerá la segunda parte, esto es, sufrir afrentas; mas no acontecerá la primera, de hallar en ellas placer. Esta última enseñanza fue la que S. Ignacio de Loyola, después de su muerte, bajó desde el cielo a dar a Sta. María Magdalena de Pazzis, diciéndole, que la verdadera humildad consiste en gozarse en aquellas cosas mismas que pueden acarrearnos nuestro propio desprecio.
         No hallan los mundanos tanto placer en los honores que reciben, como los santos en los vilipendios de que son objeto.    quiere Jesucristo que lejos de sentirnos turbados al recibir injurias y sufrir persecuciones, nos complazcamos y gocemos en las mismas, por el magnífico premio que Él  nos tiene preparado en el cielo: Bienaventurados sois cuando os maldijeren y  os persiguieren … gozaos y alegraos porque vuestro galardón muy grande es en los cielos (Mateo 5, 11 y 12). 
         … si vos, hermana bendita, deseáis ser santa, tened por cierto que habéis de pasar por muchas humillaciones y menosprecios. Aún en el supuesto de que todas vuestras hermanas fuesen santas, el Señor permitirá que sufráis, si no continuas, al menos frecuentes contradicciones, que seáis postergada a las demás, tenida en poco, acusada y reprendida.
         .Oración ¿Es posible, amado Jesús, que al contemplaros a Vos, que sois mi Dios, tan humillado hasta morir como un malhechor en un patíbulo, sea tanta mi soberbia? … Haced que desprenda de mí los humanos respetos, y que en todas mis acciones no lleve otro designio que el de complaceros. … De Vos espero la fuerza necesaria para conseguirlo.


CREO QUE DE LA VERDADERA ESPOSA DE JESUCRISTO TOMO II
No es necesario que seamos ricos, ni que gocemos de buena salud; pero sí es necesario que nos salvemos.
¿Qué importa que seamos pobres, despreciados y enfermos? Si nos salvamos seremos siempre felices. Al contrario ¿de qué nos servirá el haber sido príncipes y monarcas, si hemos de ser infelices por toda la eternidad?

2 Timoteo, 12:
Todos los que quieren vivir piadosamente en Jesucristo, padecerán persecución. Pero los hombres malos e impostores, irán a peor, errando e induciendo a otros a pecar.
DE SAN GREGORIO:  La mortificación del cuerpo es vana, si el corazón no se impone refrenar sus deseos desordenados.

DE DIÁLOGOS DE SANTA CATALINA DE SIENA




PÁGINA 330:
*** Demás de esto, les vienen muchos males por poseer estar cosas temporales; porque si no tuvieran para gastar, no vivieran tan desordenadamente, ni tuvieran amistades inútiles, y curiosas: porque cuando no tiene que gastar, la amistad que no está fundada en verdadera caridad, sino en el amor de la dádiva, u de otro gusto, que uno recibe de otro, no dura mucho tiempo.  Oh miserables que están en tanta miseria por estos defectos, a que se sujetaron de su voluntad, habiéndolos yo puesto en tanta dignidad.
*** 331  … castiga injustamente al súbdito, que merece tener gracia, y  beneficencia: y  a aquellos que son miembros del diablo, como él mismo, muestra amor, y  alegría, dando a los tales el estado,  y oficios de la Orden, …
332
 *** Los vicios, de los que es causa el amor propio, se echan en tierra con el amor de las virtudes,  y mientras no se caen, son suficientes para tener el alma ligada, y obstinada en cualquier vicio. .
 *** Del amor propio nace el vicio principal de la soberbia.  El hombre soberbio está privado del amor de la caridad.  Y de la soberbia procede a la inmundicia, y a la avaricia: y así los hombres por sí mismos, se encadenan y se ligan en la cadena del diablo.
El que se ama a sí mismo con amor sensual se envenena a sí mismo y a los otros.




 *** Todos los vicios tienen su fundamento y nacen de la soberbia; y las virtudes tienen vida y se fundan en la caridad. La soberbia nace del amor propio sensitivo, fundamento de todos los males que cometen las criaturas.   ...el que se ama con este amor desordenado, está privado de mi amor, porque no me ama; no amándome, continuamente cae en ofensas porque es transgresor de los Preceptos de la Ley, porque no me ama sobre todas las cosas, ni al prójimo como a sí mismo.   Y esta es razón evidentísima; porque el que se ama con este amor sensitivo, en ninguna manera me sirve, ni ama, antes sirve al mundo, y le ama; porque el mundo y este amor propio discrepan mucho de mí, ni tienen conmigo conformidad. Y porque discordamos tanto uno de otro, por eso es necesario, que el que ama al mundo con este amor sensitivo, y le sirve, me tenga aborrecimiento: y el que me ama, es necesario que aborrezca al mundo; según la palabra de mi Unigénito Hijo, que dice en el Evangelio, que nadie puede servir a dos Señores diversos, y contrarios; porque si a uno sirve, a otro desagradará: y así ves claramente, que este amor propio sensitivo despoja al Alma, y la priva totalmente de mi Caridad, y la viste del vicio de Soberbia, y  desvanecimiento; y  así todo defecto nace de este amor, como de principal fundamento.
*** El que se ama a sí mismo con amor sensitivo, con él  inficiona con veneno a sí mismo y a otros.
 La principal defensa es la virtud de la Caridad. Hay que  convertirse en caridad y amor de las virtudes, y emplear en su ejercicio el tiempo que Dios nos concede.


*** y te has hecho aceptador de personas: esto es, aceptando a los que te sirven, o a los que te traen algún provecho, o te dan gusto de alguna manera: los cuales, quizá, son como tú, a los cuales debieras corregir, y menospreciar sus defectos: mas tú haces lo contrario, dándoles ejemplo para que hagan lo que tú haces, o peor que tú. Si tú fueras bueno, así lo hicieras; mas porque tú eres malo, no sabes reprender, ni los defectos de los otros te desagradan. Tú menosprecias a los pobrezillos humildes virtuosos. Tú huyes de ellos, porque el hedor de tu pecado no puede sufrir el olor de la virtud.
*** Todas estas cosas hacen aquellas armas de soberbia, que no quieren inclinarse al acto de virtud, y de alguna humildad. ¿Por qué no se inclina? Porque el amor propio reina en él, y da fuerzas a esta soberbia. Por eso no quiere condescender en algo; o ministrar a los pobres alguna sustancia temporal, o espiritual, sin retribución o interés.
            Oh maldita soberbia, fundada en amor propio! Como cegaste los ojos del entendimiento de tales cosas; de tal suerte, que cuando parecen amarse a sí mismos; y ser por sí delicados, y cuando parece estar en delicias, y riquezas, y en estado muy alto, ellos están en grande pobreza y miseria, porque están privados de las riquezas de las virtudes! Estos bajaron de la alteza de la Gracia, a la flaqueza, y profundo de los pecados mortales.  Juzgan que ven! Y ellos están ciegos; porque ignoran a sí mismos y a Mí, y no conocerán su estado, ni la dignidad en que los puse, ni entienden la flaqueza del mundo, y la poca firmeza; porque si la conocieran, no harían de él, Dios para sí. ¿Quien les quitó esta luz verdadera? La soberbia;

*** Quien se ama a sí mismo con amor desordenado, está privado del amor de Dios, porque no ama a Dios; no sirven a Dios, ni lo aman, sino que sirven y aman al mundo.

El amor sensual y el mundo no se conforman con Dios. “Discordando estos dos amores, es indispensable que quien ama al mundo con amor sensual, y así le sirve, me aborrezca a mí, y quien de verdad me ame, aborrezca al mundo.

357: Toda culpa es castigada y todo bien premiado.

358 La virtudes son las que dan adorno y dignidad al alma.
Con cuanta paz muere el justo, mas o menos según la perfección del alma.

361 Todas las penas que padecen los hombres consisten en la voluntad; porque si  esta estuviera ordenada y  aparejada con la mía, no sufriría pena: no digo que le sería quitado el sentimiento de las aflicciones y trabajos, sino que no le sería de pena a la voluntad que sufre gustosamente por mi amor; porque los tales toleran con gusto, viendo que esa es mi voluntad; y por el odio santo que tienen de sí mismos han hecho guerra al mundo, al demonio y a la propia sensualidad.
...así este perro de la conciencia despierta la guardia de la razón, y esta juntamente con el albedrío conocieron con la luz del entendimiento si era amigo o enemigo;

365 366 De donde proviene que no tienen la luz sobrenatural, ni la de la ciencia, porque no la entendieron, y porque las punzadas de su soberbia no les dejaron gustar la dulzura interior; y así en los grandes combates ignoran qué deba hacerse.

366 … el que se vale de mi misericordia para ofenderme, no puede decir que esta sea esperanza de misericordia, sino presuncion.
            Esto hace mi misericordia; a saber, que esperen durante su vida en ella, bien que yo no se la doy para que con pretexto de ella me ofendan, sino para que se dilaten en caridad y en consideración de mi bondad; mas ellos usan de ella todo al contrario, pues me ofenden con la misma esperanza que tienen en mi misericordia;
368 Y esta es otra reprensión que les da su conciencia en presencia de los demonios, echándoles en cara, que el tiempo y abundante misericordia, ...

EDICIÓN DE 1668

343  ... debías abrazar la Cruz de tanta benignidad, y humildad, y lo rehusas, abrazando el mundo y  las malas criaturas
 *** 344  Si tienes prosperidad, luego te mueves con desordenada alegría; y si tienes adversidad, te turbas con impaciencia, y así manifiestas el corazón de la soberbia, que es la impaciencia; porque así como lo íntimo de la verdadera caridad es la paciencia, así la impaciencia lo es de la soberbia;  y así los soberbios, e iracundos, se turban frecuentísimamente, y se escandalizan de cualquier cosa pequeña.
345  Tú te tragas a tu próximo, y te quedas con él en discordia: ...

Sobre la influencia de la religión en la enfermedad mental




Dr. Carlos G. Jung, dice: 

       Me gustaría llamar la atención a los hechos siguientes. Durante los últimos treinta años, personas de todos los países civilizados de la tierra me han consultado. He dado tratamiento a muchos cientos de pacientes ... Entre los pacientes que andaban en la segunda mitad de sus vidas, es decir, que pasaban de los 35 años, no ha habido uno cuyo problema en su último análisis, no fuera que necesitaba dar una buena orientación religiosa a su vida ...

      Me parece que, lado a lado con la decadencia de la vida religiosa, la neurosis se desarrolla notablemente con más frecuencia.

LUCHA CONTRA LOS ENEMIGOS ESPIRITUALES. SOBERBIA.


Compendio de Teología ascética y mística. Tanquerey. 1930. 4 edición, traducido de la sexta edición francesa.

... . Olvidado de que Dios es su primer principio y su último fin, hace excesivo aprecio de sí mismo, estima sus buenas cualidades, verdaderas o falsas, como si fueran suyas, sin referirlas a Dios. De aquí procede el espíritu de independencia o de autonomía, que le impulsa a sustraerse a la autoridad de Dios o de sus representantes; el egoísmo, que le mueve a obrar para sí, como si fuera el último fin; la vana complacencia, que se deleita en la propia excelencia, como si Dios no fuera autor de todo bien; que se complace en las buenas obras, como si éstas no fueran primera y principalmente efecto de la acción divina en nosotros; la tendencia a exagerar las dotes propias, y a atribuirse lo que no se posee, a anteponerse a los demás, y aún a despreciarlos, como hacía el Fariseo.
 Con la soberbia va junta la vanidad, por la que procuramos desordenadamente la buena estimación de los demás, su aprobación y sus alabanzas. Es lo que suele llamarse la vanagloria. Porque, como nota Bossuet ( De la concupiscencia, capítulo 17) , si esas alabanzas son falsas o injustas, ¡cuán triste es el engaño mío al complacerme tanto en ellas! Y, si fueren verdaderas, ¿de dónde me viene el otro engaño, de deleitarme menos de la verdad que del testimonio de los hombres?” Cosa extraña, en verdad, que cuidemos más de la buena estimación de los hombres que de la virtud misma, y que mayor vergüenza tengamos de un yerro público que de un pecado secreto. Quien se dejare llevar de este vicio, no tardará en ver nacer otros: la jactancia, que inclina a hablar de sí mismo y de los propios buenos éxitos; la ostentación, que procura llamar la atención de los demás con el lujo y el fausto; la hipocresía, que finge por fuera virtud, sin cuidar de adquirirla.
 Deplorables son los efectos de la soberbia: es el más terrible enemigo de la perfección; 1) porque roba a Dios la gloria y con esto nos priva de muchas gracias y méritos, por no consentir Dios en ser cómplice de nuestra soberbia  (Santiago 4, 6); 2) es fuente de innumerables pecados; pecados de presunción, castigados con lamentables caídas y con vicios repugnantes; de desaliento, al ver cuán bajo hemos caído; de disimulación, porque nos cuesta mucho confesar tamaños desórdenes; de rebelión contra los superiores;  de odio y de envidia para con el prójimo, etc.
 El remedio es: a) referirlo todo a Dios, confesándole autor de todo bien, y que, por ser el primer principio de todos nuestros actos, debe ser también el último fin de ellos. Así nos lo da a entender San Pablo (1 Corintios 4, 7); “¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y, si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” De lo cual deduce que todas nuestras obras deben ser para gloria de Dios ( 1Corintios 10, 31: “Ora comáis, ora bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”). Y para darles mayor valor, hemos de hacerlas en nombre y virtud de Jesucristo: “Todo cuanto hacéis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo, y dando por medio de Él gracias a Dios Padre” (Colosenses 3, 17).
 b) Mas, porque nuestra naturaleza nos inclina constantemente a buscarnos a nosotros mismos, es necesario, para obrar en contra de esa tendencia, acordarnos de que de nosotros no somos sino nada y pecado. Cierto que hay en nosotros buenas dotes naturales y sobrenaturales, de las que es menester hacer aprecio y cuidar; mas ¿no habremos de dar gloria a Dios por ellas, ya que de Dios proceden? Cuando un pintor hace una obra maestra, ¿no es acaso suya la gloria, y no de la tela en que fue pintada?
            De nosotros mismos somos también pecado, en cuanto que por la concupiscencia estamos inclinados al pecado y, si no cometemos ciertos pecados, lo debemos, como dice San Agustín (Confesiones 1. II, c. 7.), a la gracia de Dios.   ...
 Concluyamos, pues, diciendo con Bossuet (Op. Cit., cap. 31):  No presumáis cosa alguna de vosotros mismos; porque ese es el comienzo de todo pecado … No deseéis la gloria de los hombres; porque ya habríais recibido vuestro galardón y no os quedaría , que esperar sino verdaderos suplicios. No os alabéis a vosotros mismos; porque todo cuanto dijereis ser vuestro en vuestras buenas obras, se lo robáis a Dios, que es el autor de ellas, y os ponéis en lugar suyo. No quitéis de sobre vosotros el yugo de la disciplina del Señor; no digáis jamás dentro de vosotros mismos, como un soberbio orgulloso: No más servir; porque, si no servís a la justicia, seréis esclavos del pecado e hijos de la muerte. No digáis jamás: Yo no estoy manchado; y no creáis que Dios se haya olvidado de vuestros pecados, porque os hayáis olvidado vosotros; que el Señor os despertará diciéndoos: Ved vuestros caminos en ese valle secreto; os seguí por doquiera y tengo contados todos vuestros pasos. No resistáis a los sabios consejos y no os enfadéis cuando os reprendan; porque el colmo de la soberbia es rebelarse contra la verdad, cuando ésta os avisa, y dar coces contra el aguijón.
             Obrando de esta suerte, podremos mejor luchar contra el mundo, que es el segundo de nuestros enemigos espirituales.
                                   II. Lucha contra el mundo.
 El mundo de que hablamos, no es el conjunto de personas que viven en el mundo, entre las que se hallan almas escogidas y gentes impías. Es el conjunto de los que son contrarios a Jesucristo y esclavos de la triple concupiscencia. Son, pues: 1) los incrédulos, hostiles a la religión precisamente porque ésta condena la soberbia de ellos, la sensualidad, el deseo desordenado de riquezas; 2) los indiferentes, que no cuidan de tener religión, porque ésta los obligaría a salir de su estado de indolencia; 3) los pecadores impenitentes, que aman el pecado, porque aman el placer y no quieren apartarse de él; 4) los mundanos que creen y aun practican la religión, pero que se dejan llevar del amor de los placeres, del lujo, del bienestar, y que con frecuencia escandalizan a sus hermanos, creyentes o incrédulos, dándoles ocasión para decir que la religión influye muy poco en la vida moral.   --Ese es el mundo que maldijo Jesús por los escándalos (Mateo 18, 7) y del que San Juan dice estar sumergido en el mal (1 Juan 5, 19).
1º Los peligros del mundo. El mundo, que entra hasta en el seno de las familias cristianas y de las comunidades, por las visitas que se hacen o se reciben, por la correspondencia, por la lectura de libros o periódicos mundanos, es un grande obstáculo para la salvación y la perfección; reaviva y atiza el fuego de la concupiscencia; nos seduce y nos atemoriza.
A) Nos seduce con sus máximas, con la ostentación de sus vanidades, y con sus malos ejemplos.
B) Cuando el mundo no puede seducirnos, intenta atemorizarnos.
  a) Unas veces por medio de una verdadera persecución organizada contra los creyentes: no se conceden ascensos, en algunas oficinas, a los que cumplen públicamente con sus deberes religiosos, o a los que educan a sus hijos en escuelas católicas.
  b) Otras veces aleja de las prácticas religiosas a los tímidos, mofándose graciosamente de los devotos, llamándoles  Quijotes y tontos, que todavía creen en dogmas anticuados, burlándose de las madres, que siguen vistiendo modestamente a sus hijas, y preguntándolas con ironía si piensan así casarlas más pronto. ...

TEOLOGÍA ASCÉTICA Y MÍSTICA. TANQUEREY.




El objeto propio de la Teología ascética y mística es la perfección de la vida cristiana.
1. Plugo a la bondad divina comunicarnos, además de la vida natural del alma, una vida sobrenatural, que es la vida de la gracia, y participación de la vida misma de Dios, como demostramos en nuestro Tr. De Gratia. Porque esta vida nos fue dada en virtud de los méritos infinitos de N.S. Jesucristo, y porque Él es su causa ejemplar mas perfecta, llámasela con razón vida cristiana.
La vida ha menester siempre de perfeccionarse y se perfecciona acercándose al fin suyo. La perfección absoluta es la consecución de dicho fin, que únicamente en el cielo alcanzaremos, donde poseeremos a Dios por la visión beatífica y el amor puro, y nuestra vida llegará a su pleno desarrollo; porque entonces seremos con verdad semejantes a Dios, ya que le veremos como Él es. No podemos alcanzar en la tierra sino una perfección relativa, en cuanto nos acercamos sin cesar a la unión íntima con Dios que se nos prepara en la visión beatífica. De dicha perfección relativa hemos de decir, luego que hayamos expuesto los principios generales acerca de la naturaleza, y de la perfección suya, la obligación de tender a dicha perfección, y los medios generales por los que podemos llegar a ella; describiremos sucesivamente las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva, por las que pasan almas generosas, ávidas de adelantamiento espiritual.

         El arte de las artes: no hay arte más excelente que el de perfeccionar al alma en la vida mas excelsa de todas, que es la sobrenatural.
         Como la perfección cristiana requiere esfuerzos, que San Pablo compara muy a su placer con los ejercicios de adiestramiento a que se sometían los púgiles para alcanzar la victoria, era muy natural designar con el nombre de ascesis los esfuerzos del alma cristiana que lucha por conseguir la perfección, … No es, pues, de maravillas que se haya dado el nombre de ascética a la ciencia que trata de los esfuerzos que son necesarios para alcanzar la perfección cristiana.
         A pesar de esto, durante muchos siglos, el nombre que mas se usaba para designar esta ciencia, fue el de Teología mística porque en ella se expone los secretos de la perfección. Mas tarde se usaron los dos nombres con el mismo significado; pero el uso reservó el de ascética para la parte de la ciencia espiritual que trata de los primeros grados de perfección hasta llegar a los umbrales de la contemplación y el nombre de mística para aquella otra que tiene por objeto el estudio de la contemplación y de la vía unitiva.
          Sea como fuere, de todas estas nociones se deduce ser la ciencia, de la que vamos a tratar, la ciencia de la perfección cristiana, y con esto ya podemos determinar el lugar que le corresponde en el plan general de la Teología.   

         En la segunda habla (Sto Tomás de Aquino) de Dios fin último, al cual han de tender los hombres, ordenando a él todos sus actos, siguiendo la dirección de la ley y los impulsos de la gracia, practicando las virtudes teologales y morales, y cumpliendo los deberes propios de su estado. En la tercera nos presenta al Verbo Encarnado haciéndose camino nuestro, para que por él vayamos a Dios, e instituyendo los sacramentos, por los cuales nos comunique su gracia, y así llevarnos a la vida eterna.
         Dentro de este plan, la teología ascética y mística pertenece a la segunda parte de la Suma, mas apoyándose en las otras dos.
255 virtud principal de la caridad; se tiene que superar el amor desordenado a uno mismo, con la triple concupiscencia.
No se trata de un amor de sensibilidad. La esencia del amor (de Dios) consiste en la abnegación, en la voluntad firme de darse por entero, y, si necesario fuere, inmolarse por Dios y por su gloria; en anteponer su voluntad a la nuestra y a la de las criaturas.
...,  vemos y amamos en nuestros hermanos su alma, en la que mora el Espíritu Santo, adornada con la gracia divina, rescatada con la sangre de Jesús; y, al amarla, queremos su bien sobrenatural, la perfección de su alma, su salvación eterna.
258
El amor de Dios y del prójimo es juntamente la síntesis y la plenitud de la Ley.
260:
La caridad une con Dios; las demás virtudes pueden quitar obstáculos. Así la templanza, al pelear contra el uso inmoderado del placer, aminora uno de los obstáculos mas fuertes contra el amor de Dios; la humildad, dando de mano a la soberbia y al amor propio, nos dispone para el ejercicio de la caridad divina. Todas esas virtudes, al hacernos guardar el orden o la justa medida, someten nuestra voluntad a la de Dios, y así nos acercan a Él.
262 La caridad, al encaminar directamente nuestra alma hacia Dios, suprema perfección y último fin, comunica a las demás virtudes, que se ordenan bajo su mando, la misma dirección y el mismo valor.
...  cuando sabemos que, al practicar dichos actos, amamos a Dios y procuramos su gloria, hácensenos mucho más fáciles.
263
         La caridad es no solamente la síntesis, sino también el alma de todas las virtudes, y nos une con Dios más perfecta y directamente que cualquiera otra: en ella, pues, consiste la esencia misma de la perfección.         

         Conclusión nº 320. Puesto que la esencia de la perfección consiste en el amor de Dios, síguese que el camino de atajo para llegar a ella será amar mucho, amar generosa e intensamente, y, sobre todo, con amor puro y desinteresado.
         Tanto más real y prontamente adelantaremos, cuanto más intenso y generoso sea nuestro amor, y, por consiguiente, más enérgico y constante nuestro esfuerzo; porque lo que vale a los ojos de Dios, es la voluntad, el esfuerzo, y no la emoción sensible.
         Así, pues, el amar a Dios y al prójimo por Dios es el secreto de la perfección, con tal que con la caridad vaya junto en la tierra el sacrificio.

264. En el cielo amaremos sin necesidad de inmolarnos. Mas en la tierra no acontece de la misma manera. En el estado actual de la naturaleza caída, es para nosotros imposible el amar a Dios, con amor verdadero y efectivo, sin sacrificarnos por Él.
          Esto se deduce de lo que dijimos más arriba, n. 74-75, acerca de las inclinaciones de la naturaleza corrompida, que perseveran en el hombre regenerado. No podemos amar a Dios sin pelear contra esas inclinaciones y mortificarlas; es una pelea esta que comienza con el despertar de nuestra razón, y que no acabará hasta nuestro último suspiro. Cierto que hay momentos de tregua en los que la lucha es menos viva; pero ni aun entonces podemos dejar caer las armas, si no queremos exponernos a un nuevo ataque ofensivo del enemigo. Pruébase esto con el testimonio de la Sagrada Escritura.

1º La Sagrada Escritura nos muestra claramente la necesidad absoluta del sacrificio o de la abnegación para amar a Dios y al prójimo.
322. A) A todos sus discípulos dirige el Señor esta invitación: Si alguno quiere en pos de mí venir, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame (Mt. 16, 24;   cfr. Lc. 9, 23 ). Para seguir y amar a Jesús, es condición esencial renunciar a sí mismo, o sea, a las malas inclinaciones de la naturaleza, al egoísmo, la soberbia, la ambición, la sensualidad, la lujuria, el amor desordenado del bienestar y de las riquezas; llevar nuestra cruz, abrazarnos con la tribulación, las privaciones, las humillaciones, los reveses de fortuna, los trabajos, las enfermedades, en una palabra, con todas las cruces providenciales que Dios nos envíe para probarnos, asegurar más nuestra virtud y darnos ocasión de purgar nuestros pecados. Entonces, y solamente entonces seremos discípulos suyos y correremos por los caminos del amor y de la perfección.
         Esta  enseñanza confírmala con su propio ejemplo. Habiendo venido adrede del cielo a la tierra para enseñarnos el camino de la perfección, no anduvo otro que el de la cruz. Desde el pesebre hasta el Calvario recorrió una larga serie de privaciones, humillaciones, fatigas, trabajos apostólicos, que culminaron en las agonías y tormentos de su dolorosísima pasión. … si hubiera hallado otro camino más seguro, nos le hubiera mostrado; pero bien sabía que no había otro, y echó él delante para arrastrarnos de sí en pos. Y yo, si fuere alzado sobre la tierra, a todos arrastraré hacia mí (Jn. 12, 32). Así lo entendieron los Apóstoles que nos repiten, con San Pedro, que Cristo ha padecido por nosotros, para llevarnos tras de sí (1 Pedro, 3, 21).
La misma doctrina trae S. Pablo: según él, consiste la perfección cristiana en despojarse del hombre viejo para vestirse del nuevo (Colosenses, 3, 9). Mas el hombre viejo es el conjunto de las malas inclinaciones que hemos heredado de Adán, la triple concupiscencia que debemos reprimir y refrenar con el ejercicio de la mortificación. Claramente dice además que, los que quieran ser discípulos de Cristo, han de crucificar sus vicios y malos deseos (Galatas, 5, 24). Tan esencial es esta condición, que el mismo Apóstol se cree obligado a castigar su cuerpo y refrenar la concupiscencia para no correr peligro de reprobación (1 Cor. 9, 27).
No con menos fuerza lo afirma también S. Juan, el apóstol de la caridad: dice que, para amar a Dios, es menester guardar los mandamientos, y refrenar la triple concupiscencia, que reina como señora en el mundo; y añade que, quien ama al mundo y lo que en el mundo hay, o sea, la triple concupiscencia, no puede poseer a Dios (1 Juan, 2, 15). Mas, para odiar al mundo, es menester sacrificarse, privándose de los placeres malos y nocivos.
         2º Por lo demás, lo mismo se sigue del estado de naturaleza caída, cual le hemos descrito en el n. 74, y de la triple concupiscencia, que debemos refrenar, n. 193 ss. Es imposible amar a Dios y al prójimo, sin hacer generoso sacrificio de todo cuanto se opone a este amor. Mas la triple concupiscencia se opone al amor de Dios y del prójimo, como hemos demostrado. Es menester, pues, pelear contra ella sin tregua ni descanso, si queremos adelantar en la caridad.

266 del pdf: números 326,

***327: Todas nuestra obras buenas son actos de amor (nos acercan a Dios), y de sacrificio (nos alejan de las criaturas y de nosotros mismos).

268 nº 329 Del amor se ha de hablar desde el comienzo de la vida espiritual; y nótese que el amor de Dios hace llevadero el sacrificio, mas no puede dispensarnos de él.

272
282 nº 353: sin ir adelante en la perfección no podemos mantenernos en el estado de Gracia.
289: razones para aspirar a la perfección.
306: desde el comienzo propónesele el amor de Dios como fin, y el sacrificio como medio, con la obligación de progresar en estas dos virtudes.
307 lección de las Sagradas Escrituras, y beber en ellas la doctrina que le servirá para santificarse a sí y a los demás;
acólito, apártase de los placeres de la carne, para mejor guardar la pureza que requiere el servir al altar.
Subdiácono sacrifica su cuerpo con el voto de continencia, y su alma con la obligación de rezar todos los días la oración pública. … ; el rezo del Oficio exige el recogimiento y la oración, y la perseverancia en la unión con Dios. Ninguna de estas dos obligaciones se puede cumplir sin ferviente amor de Dios, el único que puede librar al corazón de la atracción del amor sensible, y prepara al alma para la oración con el recogimiento interior. Sólo el amor intenso de Dios y de las almas puede guardarnos del amor profano y hacernos gustar de las delicias de la oración perpetua, enderezando nuestros pensamientos y afectos hacia aquel que solo los merece. Por eso el Pontífice pide que desciendan sobre el ordenando los siete dones del Espíritu Santo, para que pueda cumplir deberes tan arduos que se le imponen.
Inmolar en sí las pasiones, y renovar incesantemente el espíritu de la santidad. Para esto habrá de meditar día y noche en la ley de Dios, para enseñarla a los demás, y guardarla él mismo, y dar así ejemplo de todas las virtudes cristianas.
312 ¿Cómo podrá representar dignamente a Jesucristo, hasta ser alter Christus, si llevase una vida de poco más o menos, sin aspirar a la perfección? ¿Cómo habrá de ser ministro de la Iglesia inmaculada, si, atada su alma al pecado venial, no cuida de adelantar en el espíritu? ¿Cómo habrá de dar gloria a Dios, si tiene el corazón vacío de amor y de sacrificio? ¿Cómo santificará a las almas, si ni siquiera tiene el deseo legal de santificarse a sí propio?
317 Ya al tonsurado se le exige el desasimiento de sí mismo y del mundo y el abrazarse a Dios y a Nuestro Señor Jesucristo. Esa virtud probada no se adquiere sino por el ejercicio constante de los deberes de estado.
332 pruebas providenciales.
335 Él es la plenitud del ser; luego mi ser no es sino un ser participado, que no puede subsistir por sí mismo, y ha de confesar su absoluta dependencia del Ser divino.
354
No limitarse …  a la lucha contra los defectos; sino que se ha de practicar cuidadosamente la virtud opuesta ... (nota ajena al libro: en el caso de odio o de la soberbia, poner amor de verdad).

jueves, 27 de noviembre de 2014

VERSÍCULOS DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13-17 Y SEGÚN SAN MATEO.


VERSÍCULOS DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13-17, Y VERSÍCULOS DEL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO, con anotaciones de Scio de Miguel (S.M.), Anselmo Petite (A.P.), y Torres Amat (T.A.).

Juan 13, 34: Un nuevo mandamiento (S.M.: Levit 19, 18; Mateo 22, 39; Juan 15, 12; también las mismas referencias en A.P. en el mismo versículo) os doy, y es (T.A. : Levit 19, 18) (S.M.: Este mandamiento, aunque había sido de todos tiempos, se llama nuevo; porque Jesucristo lo establece nuevamente, elevándolo a una nueva perfección poniendo el amor, que Él tuvo a los hombres, por regla y pauta del que sus discípulos se debían tener los unos a los otros, y dejándoselo por distintivo y carácter de los cristianos, y divisa de la ley nueva del Evangelio. Lo llama nuevo, para mostrar que lo debemos tener siempre presente como una cosa nueva) (A.P.: El precepto de la mutua caridad no es nuevo, sino de todos los tiempos, y tan antiguo como el  mundo. Pero le llama Jesucristo nuevo, o porque, aunque estaba escrito en la Ley y los Profetas, apenas tenía uso entre los hombres, y Jesucristo le restauró y renovó: o como explican los Padres, porque no como quiera manda el Señor que nos amemos unos a otros, sino que nos amemos, como Él nos amó: lo que eleva este amor a una nueva excelencia y perfección. Véanse S. Crisóstomo, S. Cirilo, Teodoreto y Eutimio sobre este lugar) : Que os améis los unos a los otros, así como Yo os he amado, para que vosotros os améis también entre vosotros mismos (T.A.: No del modo que los escribas y fariseos enseñan que se ha de amar al prójimo, sino de un modo más perfecto y nuevo en el mundo).
Juan 13, 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis caridad entre vosotros.
Juan 13, 36 Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Respondió Jesús: Adonde yo voy, no me puedes ahora seguir (S.M.:Porque eres aún muy flaco, y no ha llegado el tiempo determinado por mi Padre): mas me seguirás después (S.M.: Cuando fortificado por virtud del Espíritu Santo ofrecerás tu vida, y la sacrificarás por mi amor).
Juan 13, 37 Pedro le dice: ¿Por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti (S.M.: No podía oír hablar de separarse de Cristo, aunque fuese por poco tiempo. Era como un enfermo a quien engañaba la voluntad; pero que no conocía la enfermedad que le consumía y acababa. Había oído decir al Señor, que no podría seguirle, y esto no obstante replica que bien podía. Mas la experiencia le enseñó después, que el amor que creía tener a su Maestro, era vano sin el socorro, que viene de lo alto. S. Agust.) (A.P.: Mateo 26, 35; Marcos 14, 29; Lucas 22, 33).
Juan 13, 38 Jesús le respondió: ¿Tu alma pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: Que no cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces (S.M.: No habrá acabado de cantar el gallo. El Señor permitió esta caída para humillarle en su vana confianza, y para darle a entender que el hombre nada puede sin el socorro de la gracia. Véase lo que dejamos notado Mateo 26, 35; Marcos 14, 29; Lucas 22, 33). 

JUAN 14 ( T. A.: Mat. 7, 21. Marc 11).
Juan 14, 17 El Espíritu de verdad, a quien el mundo (S.M.: En este lugar y en los siguientes la palabra  mundo tienen dos sentidos. Se toma primeramente por los judíos, enemigos de la persona y doctrina de Jesucristo, los cuales con gritos sediciosos habían de pedir su muerte, oponerse después por los medios más violentos al establecimiento del Evangelio, y perseverar en su obstinación y dureza. Se toma también en general por todos aquellos que viven como viles esclavos, sujetos a sus pasiones. Estos con sus máximas y conducta forman una contradicción a las máximas y ejemplos de Jesucristo, y sus nombres no están escritos en el libro de la vida. Puede también entenderse este espíritu de verdad, como contrapuesto al espíritu de error, de falsedad, de tinieblas y de ceguedad que estaba esparcido por todo el mundo) no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce (A.P.: El Espíritu de verdad es el Espíritu Santo, que nos enseña todas las verdades, como dice Jesucristo en San Mateo 10,20. No le puede recibir el mundo, esto es, los hombres carnales que se dejan llevar de sus pasiones y apetitos, porque gobernados por el espíritu del error y de la mentira, no le conocen. Calm.) (S.M.: Un hombre carnal no puede ser la morada del Espíritu Santo, ni conocerle, porque no ve ni conoce sino lo que mueve los sentidos). Mas vosotros le conoceréis, porque habitará con vosotros, y estará en vosotros.
Juan 14,18
 No os dejaré huérfanos: vendré a vosotros.

Juan 14, 21 Quien tiene mis mandamientos, y los guarda, aquel es el que me ama. Y el que me ama, será amado de mi Padre: y  yo le amaré, y  me le manifestaré (S.M.: Yo no me manifestaré: esto es, no comunicaré copiosamente mi luz divina, sino a aquel que me ama, y  que da pruebas de su amor observando mis mandamientos. Al mundo lo dejaré envuelto en tinieblas) a mí mismo.
Juan 14, 22 Le dice entonces Judas, no aquel Iscariotes: ¿Señor, qué es la causa, que te has de manifestar a nosotros, y no al mundo?

Juan 14, 23 Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y  mi Padre le amará, y vendremos á él, y harémos morada en él (S. M.:  San Judas no entendió el sentido de las palabras del Señor, y por eso le hace esta pregunta. Jesucristo responde dándole á entender, que se descubrirá y manifestará á todos los que le amaren; que estos guardarán sus mandamientos; y que en recompensa de esta fidelidad y amor, serán el objeto y el cariño de toda la Santísima Trinidad, que habitará en ellos de asiento y con modo muy particular. S. Agcstin.) (A.P.: El amor, dice San Agustín, distingue y discierne del mundo a los Santos, y les hace habitar juntos en una casa: en la cual hacen su mansión el Padre y el Hijo, que dan este amor a aquellos, a quienes  manifestarán al fin su gloria. Entre tanto, vienen a nosotros el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo un solo Dios en tres personas, cuando nosotros vamos a ellos. Vienen ayudándonos y protegiéndonos; y nosotros vamos obedeciéndolos: vienen ilustrándonos; y nosotros vamos siguiendo sus luces e inspiraciones: vienen llenándonos de dones; y nosotros vamos recibiéndolos dignamente, y con gratitud: para que así su mansión en nosotros no sea transitoria, sino eterna. S. Agust. tract. 76. in Joan.)
Juan 14, 24 El que no me ama, no guarda mis palabras. Y la palabra que habéis oido, no es mía: sino del Padre, que me envió.
Juan 14, 25 Estas cosas os he hablado estando con vosotros.
Juan 14, 26 Y el Consolador, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre (S.M.: Por mis méritos, por mi mediación, y  por respeto mío), él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo aquello que yo os hubiere dicho).
Juan 14, 27 La paz os dejo, mi paz os doy: no os la doy yo como la da el mundo (S.M.: La paz que el mundo desea á sus amadores se funda en solas palabras, y en que gocen con sosiego estos bienes frivolos y perecederos. La que Jesucristo da a sus discípulos consiste en hallar su descanso y felicidad en solo Dios, aun en medio de las mayores adversidades y trabajos. La da porque efectivamente obra lo que promete y dice. Esta paz es uno de los frutos del Espíritu Santo.  Gálatas 5)  (A.P.: La paz del mundo consiste en gustos y consuelos temporales, y en desear bienes perecederos. La paz que Jesucristo da a sus Discípulos, les hace hallar su descanso, su gozo y su felicidad en Dios solo, aún en medio de las mayores adversidades.  . S. Agust. tract. 77. in Joan.). No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.

Juan 14, 30 Y no hablaré mucho con vosotros: porque viene el príncipe de este mundo ( A.P.: El príncipe de este mundo es el demonio, que domina en el corazón de todos aquellos que aman al mundo, se gobiernan por su espíritu, y siguen sus máximas. Nat. Alex.) (T. A.: Se acerca el diablo, por medio de sus ministros para darme la muerte, aunque ningún derecho tiene él sobre mí. V. Mundo) : y en mí no tiene cosa alguna (A.P.: Pero este príncipe no tiene cosa alguna en Jesucristo, en quien ni había, ni podía haber la menor sombra de pecado. Calm.). 

Juan 15, 7 Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieran en vosotros, pedireis cuanto quisiereis, y os será hecho (S.M.: Si permanecemos en Dios por caridad, y ponemos sus palabras en el fondo de nuestro corazón para no pecar, Salmo 118, 11, conseguiremos sin duda todo lo que pidamos; porque en este caso no querremos ni pediremos sino lo que fuere conforme á la voluntad de Dios: y este Señor no dejará de concedernos lo que le pidamos, puesto que es él mismo el que nos lo hace pedir. S. Agustin).
Juan 15, 9 Como el Padre me amó, así también yo os he amado. Perseverad en mi amor.
Juan 15, 10 Si guardareis mis mandamientos, perseverareis en mi amor, así como yo tambien he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor (Yo aunque soy igual a Dios, me humillé a mí mismo, y me hice obediente hasta la muerte, cumpliendo el mandamiento de mi Padre, que me ordenó que padeciese muerte, y muerte afrentosa de cruz por la salud de todos los hombres: y obedeciéndole así, di muestras de que le amaba. Pues del mismo modo vosotros para dar muestras de que amáis a vuestro Maestro, debéis observar inviolablemente sus preceptos aunque sea a expensas de vuestra libertad y de vuestra vida).
Juan 15, 11 Estas cosas os he dicho: para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido (Porque no puede ser cumplido sin una entera resignación en la divina voluntad).
Juan 15, 12 Este  (S.M.: Juan 13, 34; Efesios 5, 2; 1 Tesalonicenses 4, 9) es mi mandamiento que os ameis los unos á los otros como yo os amé (Juan 13, 34).
Juan 15, 17 Esto (1 Juan 3, y 4, 7) os mando, que os ameis los unos á los otros.
Juan 15, 18 Si el mundo os aborrece : sabed que me aborreció á mí antes que á vosotros (S.M.: … Todos los que quieren vivir en la piedad, serán expuestos a la persecución. 2ª a Timoteo 3, 12. Debían padecer mucho los que eran enviados a declarar la guerra al demonio, arruinando con la verdad y solidez del Evangelio todas las vanas supersticiones del Paganismo, y combatiendo todas las pasiones de los hombres. Pero el Señor los alienta con su ejemplo).
Juan 15, 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo que era suyo (S.M.: El mundo aborrece todo lo que le es opuesto; el mundo soberbio aborrece a los discípulos del Señor, que son humildes y que predican la necesidad de la humildad. El mundo que ama las riquezas, aborrece a los pobres, que con su ejemplo y palabras predican la pobreza. El mundo entregado a los placeres, aborrece a los que aman la cruz, y enseñan la penitencia. Y así es necesario que sea aborrecido del mundo, el que no sigue el espíritu y las máximas del mundo.) : mas porque no soy del mundo, antes yo os escogí del mundo, por eso os aborrece el mundo.
Juan 15, 20 Acordaos de mi palabra, que yo os he dicho (S.M.: Juan 13, 16; Mateo 10, 24; y 24, 9). El siervo no es mayor que su señor. Si á mí han perseguido, también os perseguirán á vosotros : si mi palabra han guardado, también guardarán la vuestra (S.M.: Mateo 10, 24. Juan 13, 16. Otros interpretan servaverunt por observaverunt, observaron con el fin de sorprenderme: tu caperent in sermone).
Juan 15, 21 Mas todas estas cosas os harán (S.M.: Sufrir todos los malos tratamientos y violencias por la confesión de mi nombre) por causa de mi nombre : porque  no conocen á aquel que me ha enviado.
Juan 15, 22 Si no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado : mas ahora no tienen escusa de su pecado (S.M.: En su voluntaria y obstinada incredulidad. Yo mismo he venido a predicarles: yo he confirmado mi doctrina con repetidos y nunca visto prodigios. Yo mismo les he hecho ver cuan conforme es todo lo que ven en mí, con lo que Moisés y los profetas les anunciaron del Mesías que había de venir para salvarlos. De aquí se ve que la infidelidad negativa de aquellos á quienes no fue predicado el Evangelio, no es pecado. Mas de que tengan disculpa de este pecado, no se sigue que la tengan de los otros. S. Agustín Cap. 16, 9).
Juan 15, 23 El que me aborrece, también aborrece a mi Padre (S.M.: Porque mi Padre y yo somos una misma cosa. Juan 10, 30).
Juan 15, 24 Si no hubiese entre ellos obras, que ninguno otro ha hecho, no tendrían pecado : mas ahora, y las han visto , y me aborrecen a mí ; y á mi Padre.
Juan 15, 25 Mas para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley (S.M.: Salmo 24, 19, y 68, 5. Al paso que el Señor los colmaba de nuevos y mayores beneficios, se aumentaba más y más su furor y odio contra su persona. Gratis, sin causa, de balde, por su pura malicia. Odio iniquo): Que me aborrecieron de grado.
Juan 16, 1 Os he dicho estas cosas para que no os escandaliceis (A.P.: Esto es: para que no os turbéis, ni inquietéis, si en lugar de ser mirados como siervos fieles míos, se os trata con desprecio y con ignominia. Meseng.
Juan 16, 2 Os echarán de las Synagogas : y se llega el tiempo en que todo aquel que os matare, juzgará que hace servicio a Dios.
Juan 16, 3 Y os tratarán así, porque no conocen al Padre ni a mí.
Juan 16, 4 Pero os he dicho estas cosas, para que cuando llegue el tiempo de ellas, os acordéis que yo os las dixe.
Juan 16, 5 Y no os las dixe desde el principio, porque estaba con vosotros (No os dixe estas cosas tan particular e individualmente, porque estabais seguros mientras yo estaba con vosotros. Y yo sabía que todo el odio y furor de los judíos sería contra mí. San Crisóstomo bic.). ...
Juan 16, 33 Esto os he dicho , para que tengais paz en mí (A.P.: Esto es: Os he dicho esto, no para echaros en cara vuestra flaqueza; sino para que viendo que sé y conozco lo que ha de suceder, pongáis en mí todo vuestro consuelo y tranquilidad. Calmet. Duam). En el mundo tendreis apretura : mas tened confianza, que yo he vencido al mundo (S.M.: Os he advertido todas estas cosas, para que entendáis que vuestra paz y seguridad la habéis de poner en mí, y en los auxilios de mi gracia. En el mundo solamente hallaréis aflicciones, angustias y trabajos, mas no os acobardéis por eso, porque vais a combatir contra un mundo, que yo ya he vencido y sujetado).
Juan 17, 3 Y la vida eterna consiste en que ellos te conozcan por el solo verdadero Dios, y a Jesucristo enviado por tí (A.P.: La vida eterna consiste en conocer a un solo verdadero Dios, el Padre, Jesucristo, que es nuestro Salvador, y el Espíritu Santo; no con un conocimiento especulativo, sino con un conocimiento práctico informado de la caridad. Santiago ep.2.c.20.).

Juan 17, 11 Y ya no estoy en el mundo (S.M.: Jesucristo habla a Su Eterno Padre como si estuviera ya muerto, porque iba a morir; y le recomienda a sus discípulos para el tiempo que no gozarían visiblemente de su presencia como la gozaban entonces.), mas estos están en el  mundo, y yo voy á tí. Padre santo, guarda por tu nombre (S.M.: Por tu bondad, en tu amistad y en tu gracia.) á aquellos que Me diste: para que sean una cosa (A.P.: Para que sean una sola cosa en la fe, en el ánimo, en la concordia, y en la caridad, como las divinas personas lo son en la voluntad y en la esencia. Nat. Duamel.), como también nosotros (S.M.: Que estén unidos entre sí por la caridad tan estrechamente, que esta unión sea una imagen de la unidad substancial que hay entre el Padre y el Hijo.).
Juan 17, 12 Mientras que yo estaba con ellos ( S.M.: T. Gr. ..., en el  mundo.), los guardaba en Tu Nombre (S.M.: Por vuestro poder y por vuestra gracia.). Guardé a los que me diste (S.M.: MS. ... los que diste a mí.), y no pereció ninguno de ellos, sino el hijo de perdición (S.M.: Judas. No se perdió este porque la Escritura había anunciado que se perdería, sino que la Escritura lo anunció porque Judas se había de perder, y porque el Espíritu Santo, que hablaba por boca de David, veía el enorme delito de este Apóstata. S. Thomas in Joann.), para que se cumpliese la Escritura.
Juan 17, 13. Mas ahora voy á tí, y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos (S.M.: Para que gocen interiormente del consuelo que da una buena conciencia, una fe viva, y una fe con la que vivan seguros de que el brazo del Señor los sostendría contra los ataques de sus enemigos, y contra todos los esfuerzos del siglo.).
Juan 17, 14 Yo les dí tu palabra (S.M.: Yo les he confiado la verdad de vuestra palabra, y porque han seguido esta verdad han sido aborrecidos de los mundanos. No han visto en ellos sentimientos de la carne y de la tierra, y los han aborrecido, porque condenan su espíritu y sus máximas, como Yo también las condeno.), y elmundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.


Juan 17, 15. No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes de mal (S.M.: Quiero que trabajen en el mundo, y que merezcan trabajando en la conversión del mundo. Después que se hayan labrado la corona sacadlos en paz de él, y entre tanto libradlos de todo mal, de la corrupción del mundo, de la malicia y de las tentaciones del espíritu maligno. T. Gr. ..., del malo, o del espíritu maligno).
Juan 17, 16. No son del mundo, así como tampoco yo soy del mundo.
Juan 17, 17. Santifícalos con tu verdad (S.M.:  T. Gr. ..., en tu verdad. Conságralos por la unción de Tu Espíritu, que les dé una santidad interior y verdadera, y que los haga dignos Ministros de Tu Palabra, que es la Verdad misma.) (A.P.: Esto es: conságralos por la unción del Espíritu Santo, que les dará una santidad interior y verdadera. San Crisóstomo, S. Cirilo, S. Beda bic.). Tu palabra es la verdad.
Juan 17, 18. Como Tú me enviaste al mundo, también Yo los he enviado al mundo (S.M.: Para trabajar en la misma obra; pero con esta considerable diferencia, que Jesucristo era el Autor de la reconciliación del mundo con Dios; mas los Apóstoles eran sus Ministros para la dispensación de la palabra y de los Sacramentos.).
Juan 17, 19. Y por ellos Yo me santifico (A.P.: Yo me santifico, me ofrezco, me consagro, me sacrifico a mí mismo como víctima y Sacerdote por ellos. Natal. Calmet) á mí mismo (S.M.: Yo me consagro y ofrezco en sacrificio, para que ellos verdaderamente sean santos, y se consagren a tu servicio como verdaderos Sacerdotes, de quienes los antiguos no fueron sino imágenes muy imperfectas.), para que ellos sean también santificados en verdad.
Juan 17, 20. Mas no ruego tan solamente por ellos, sino también por aquellos, que han de creer (S.M.: Ruega el Señor públicamente en calidad de Pontífice por todos los suyos, que creían en Él y habían de creer en la serie de todos los siglos hasta el fin del mundo.) en mí por la palabra de ellos.
Juan 17, 21. Para que sean todos una cosa (S.M.: Una cosa: Jesucristo por medio de esta comparación no pretende que los fieles sean una misma cosa entre sí, del mismo modo que Él es una misma cosa con el Padre, porque esta unidad del Padre con el Hijo consiste en ..., o en la consubstancialidad,: mas la de los fieles en ..., en la conformidad de las voluntades o ánimos. Hechos 4, 32. La unidad entre el Padre y el Hijo es esencial: Juan 10, 30 y 14, 9-10. mas la de los fieles entre sí y con Cristo es espiritual y mística. Romanos 12, 5. Efesios 4, 3.), así como Tú, Padre, en mí, y yo en tí, que también sean ellos una cosa en nosotros; para que el mundo crea, que tú me enviaste (S.M.: Para que esta unión de los hijos de Dios formada por la fe y la caridad, obligue al mundo, por incrédulo que sea, a confesar, que la religión de Jesucristo es la obra de Dios, y que Jesucristo es el Hijo del eterno Padre.) (A.P.:  Para que viendo los Gentiles la unión, la concordia y unanimidad de mis Discípulos, y de todos mis fieles, crean que yo soy el verdadero Mesías enviado por ti, y abracen mi Religión. San Crisóstomo. Teodor. Eutimio bic.)
Juan 17, 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumados en la unidad (A.P.: Esto es, para que por medio de la caridad estén perfectamente unidos con el Padre, con el Hijo, y entre sí mismos. Nat. Alex.); y conozca el mundo que tú me enviaste, y los has amado, como me amaste a mí.


Mateo 5, 48  Pues sed vosotros perfectos, así como vuestro Padre Celestial (S.C.: Imitad en cuanto os sea posible la perfección del amor, que vuestro Padre Celestial muestra a sus criaturas, colmándolas de bienes en todos los momentos, sin que detengan sus misericordias la ingratitud y dureza con que le corresponden) es perfecto.

MATEO 7, 21 No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese entrará en el reino de los cielos (S.C.:  … Para hacernos dignos de hallar el camino del cielo, es necesario cumplir en todo la voluntad del Señor guardando sus preceptos. S. Hilar.)


 MATEO 7, 22 Muchos me dirán en aquel día (S.C.: En el día del juicio final, o también en el de su muerte. Las palabras solas no bastan para salvarnos. Los milagros y prodigios que se hacen en el nombre de Jesucristo, son señales equívocas, por las que no se puede asegurar que está en caridad el que los hace. S. Pablo lo declara expresamente I Corinth. 13, 2, diciendo: que cuando tuviera toda la fe, hasta poder trasladar todos los montes, de nada le serviría, si no tenía caridad. Y así el Señor en el día grande del juicio hará ver quiénes fueron aquellos que obraron e hicieron lo mismo que enseñaron).

MATEO 7, 23 Y entonces yo les diré claramente: Nunca os conocí: apartaos de mí los que obrais la iniquidad.

MATEO 7, 24 Pues todo aquel que oye estas mis palabras, y las cumple, comparado será a un varón (S.C.:  … Esta es la conclusión, dice S. Agustín, de todo lo que Jesucristo dice en el sermón que hizo sobre el monte, en el que se comprende toda la perfección de los divinos preceptos, que pueden servir para formar un verdadero cristiano. El Señor compara a un hombre sabio, que fabricó sobre piedra, y no sobre arena, al que escucha sus palabras, no con los oídos del cuerpo, sino del corazón, y que practica no una parte sola de estas verdades, sino todas. Este edificio no podrá ser derribado ni por las lluvias de los placeres, ni por los rios de las pasiones violentas, ni por los impetuosos vientos de nuestros enemigos, que buscan nuestra perdición. Mas los que fabrican sobre arena, esto es, sobre otro fundamento que el de la verdad de la palabra del Señor y de su amor, estos oyen el santo Evangelio, mas no lo practican, contentándose con decir: Señor, Señor; esto es, con adorarle como cristianos; pero no cuidándose de cumplir su voluntad. Estos fabrican sobre arena, y están expuestos a una grande ruina. Y ¿ qué ruina mayor, dice S. Juan Crisóstomo, que la pérdida de su alma, y la privación de los bienes eternos?) sabio, que edificó su casa sobre la peña,

MATEO 7, 28 Y fue, que cuando Jesús hubo acabado estos discursos, se maravillaban las gentes de su doctrina (S.C.: Se maravillaban oyendo una doctrina tan pura, y una moral tan opuesta a todos los sentidos, y al modo de pensar de los hombres. Les hablaba no solamente como de parte de Dios, sino como que él mismo era Dios, haciéndoles conocer el espíritu de la Ley y su perfección, y acompañando las palabras con milagros, y con una interior unción, que persuadía, ablandaba y convencía a los que le oían).



Mateo 25, 33 Y pondrá las ovejas (S.C.: Pondrá a su derecha a los que reconocerá por ovejas suyas, que habrán oído su voz como la de su pastor; y a su izquierda a los réprobos, que ha querido figurarnos en los cabritos, por la impureza de estos animales, y por el mal olor que arrojan de sí. La mano derecha o la izquierda significa particularmente la salvación de los unos, y la condenación de los otros) a su derecha, y los cabritos a la izquierda.

Mateo 25, 41 Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí malditos al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y para sus ángeles.
DE LA BIBLIA TRADUCIDA Y COMENTADA POR STRAUNBINGER: 


Juan 14, 30: El príncipe del mundo: Satanás. Tremenda revelación que, explicándose por el triunfo originario de la serpiente sobre el hombre (Cf. Sab 2, 24 y nota), explica a su vez las condenaciones implacables que a cada paso formula el Señor sobre todo lo mundano, que en cualquier tiempo aparece tan honorable como aparecían los que condenaron a Jesús. Cf. v. 16; 7, 7; 12, 31; 15, 18 ss.; 16, 11; 16, 9 y 14; Luc. 16, 15; Rom. 12, 2; Gál. 1, 4; 6, 14; 1 Tim. 6, 13; Sant. 1, 27; 4, 4; 1 Pedro 5, 8; 1 Juan 2, 15 y notas).
Juan 14, 16: (… En ellas descubrimos no solamente que de Él parte la iniciativa de nuestra elección; descubrimos también que su Corazón nos elige aunque nosotros no lo hubiéramos elegido a Él. Infinita suavidad de un Maestro que no repara en humillaciones porque es manso y humilde de corazón (Mateo 11, 29). Infinita fuerza de un amor que no repara en ingratitudes, porque no busca su propia conveniencia (1 Cor. 13, 5). Vuestro fruto permanezca: Es la característica de los verdaderos discípulos; no el brillo exterior de su apostolado (Mt. 12, 19 y nota), pero sí la transformación interior de las almas. De igual modo a los falsos profetas, dice Jesús, se les conoce por sus frutos (Mt. 7, 16), que consisten, según S. Agustín, en la adhesión de las gentes a ellos mismos y no a Jesucristo. Cf. 5, 43; 7, 18; 21, 15; Mt. 26, 56 y notas).
Los discípulos serán odiados. Juan 15, 18 Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como vosotros no sois del nmundo-porque Yo os he entresacado del  mundo-el mundo os odia.
JUAN 16,2-4 Os excluirán de las sinagogas, y aun vendrá el tiempo en que cualquiera que os quite la vida, creerá hacer un obsequio a Dios. 3 Y os harán esto, porque no han conocido al Padre ni a Mí. 4 Os he dicho esto, para que cuando el tiempo venga, os acordéis que Yo os lo había dicho. No os lo dije desde el comienzo, porque Yo estaba con vosotros.
Nota de Juan 16, versículo 2: Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se llega a cometer los más grandes males creyendo obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de la verdad revelada que nos hace libres (8, 32) , caermos en los lazos del padre de la mentira (8, 44). Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a Mí, esto es, no los conocían aunque presuntuosamente creían conocerlos para no inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc. 3.15 s.). Es ésta la “operación del error” (de que habla con tan tremenda elocuencia S. Pablo en II Tes 2, 9 ss.), a la cual Dios nos abandona por no haber recibido con amor la verdad que está en su Palabra (17, 17) y nos deja que “creamos la mentira”.   … Rara vez hay quien haga el mal por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús, diciendo ... que estaba escandalizado de oírlo blasfemar, y ... estuvieron de acuerdo con Caifás y lo escupieron a Jesús … (Mt. 26, 65 ss). Él nos anuncia aquí que así sucederá también con sus discípulos (véase 15, 20 ss).
Juan 16, 8-11 Y cuando Él venga, presentará querella al mundo, por capítulo de pecado, por capítulo de justicia, y por capítulo de juicio (nota: Presntará querella: Desde entonces el mundo es un reo, sentado en el banquillo de Dios, perpetuamente acusado por el Espíritu. ¿Cómo podría tener la simpatía del creyente si no es por la engañosa seducción de sus galas?): 9 por capítulo de pecado, porque no han creído en Mí (nota: Jesús se refiere únicamente al pecado de incredulidad, mostrándonos que tal es el pecado por antonomasia, porque pone a prueba la rectitud del corazón. Véase 3, 19; 3, 36; 7, 17; 8, 24; 12, 37 y siguientes; Mc 3, 22; Rom.11, 32 y notas); 10 por capítulo de justicia, porque Yo me voy a mi Padre, y vosotros no me veréis más (Es decir porque Él va a ser glorificado por el Padre, con lo cual quedará de manifiesto su santidad; y entre tanto sus discípulos, aunque privados de la presencia visible del Maestro, serán conducidos por el Paráclito al cumplimiento de toda justicia, con lo cual su vida será un reproche constante para el mundo pecador).; 11 por capítulo de juicio, porque el príncipe de este mundo está juzgado (El Espíritu Santo dará contra el espíritu mundano este tremendo testimonio, que consiste en demostrar que, no obstante las virtudes que suele pregonar, tiene como rector al mismo Satanás. Y así como ha quedado demostrada la justicia de la causa de Cristo (v. 10), quedará también evidenciada, para loshijos de la sabiduría humana, la condenación de la causa de Satanás. Esto no quiere decir que ya esté cumplida plenamente la sentencia contra el diablo y sus ángeles. Véase II Pedro 2, 4; Judas 6; Apoc. 20, 3, 7 y 9.).
Juan 16, 16-20  16Un poco de tiempo y ya no me veréis: y de nuevo un poco y me volveréis a ver, porque me voy al Padre. … (…) … 20 En verdad, en verdad os digo, vosotros vais a llorar y gemir, mientras que el mundo se va a regocijar. Estaréis contristados, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo ( nota de versículos 16 ysiguientes: S. Agustín hace notar que ese otro poco de tiempo es el que empieza después de la Ascensión, que es cuando Jesús se va al Padre, o sea, que lo volveremos a ver cuando venga de allí a juzgar a los vivos y a los muertos. Esta interpretación se deduce del v. 20, donde Jesús se refiere a la alegría del mundo y a las persecuciones del tiempo presente, como también lo indica Sto. Tomás. Por eso cuando Él vuelva nadie nos quitará el gozo (v. 22). Véase 14, 3, 18 y 28. Es, añade el doctor de Hipona, una promesa que se dirige a toda la Iglesia. Este poco de tiempo nos parece bien largo, porque dura todavía, pero cuando haya pasado, comprenderemos entonces cuán corto fue”. Cf. Cant 1, 2; 8, 14 y notas.
Juan 17, 16-17 Ellos no son ya del mundo, así como Yo no soy del mundo.  17 Santifícalos en la verdad: la verdad es tu palabra. (Vemos aquí hasta qué punto el conocimiento y el amor del Evangelio influye en nuestra vida espiritual. Jesús habría podido decirle que nos santificase en la caridad, que es el supremo mandamiento. Pero Él sabe muy bien que ese amor viene del conocimiento (v.3). De ahí que en el plan divino se nos envió primero al Verbo, o sea la Palabra, que es la luz; y luego, como fruto de Él, al Espíritu Santo que es el fuego, el amor. Cf. S. 42, 3) 18 Como Tú me enviaste a Mí al mundo, también Yo los he enviado a ellos al mundo. Y por ellos me santifico Yo mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.  
Juan 17, 3 Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero, y a Jesucristo Enviado tuyo. (El conocimiento el Padre y del Hijo –obra del Espíritu de ambos que habló por los profetas –se vuelve vida divina en el alma de los creyentes, los cuales son partícipes de la naturaleza divina [II Pedro 1, 4]. Cf. v. 17 y nota; Sab. 15, 3).
Juan 17, 20 Mas no ruego sólo por ellos, sino también por aquellos que, mediante la palabra de ellos, crean en Mí (La fe viene del poder de la palabra evangélica [Rom.10, 17] la cual nos mueve a obrar por amor [Gal. 5, 6]. La oración omnipotente de Jesús se pone aquí a disposición de los verdaderos predicadores de la palabra revelada, para darles eficacia sobre los que la escuchan).
Juan 17, 21 a fin de que todos sean uno, como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, a fin de que también ellos sean en nosotros, para que el mundo crea que eres Tú el que me enviaste (Para que el mundo crea. Se nos da aquí otra regla infalible de apologética sobrenatural [cf. 7. 17 y nota], que coincide con el sello de los verdaderos discípulos, señalado por Jesús en 13, 35. En ellos el poder de la palabra divina y el vigor de la fe se manifestarán por la unión de sus corazones …, y el mundo creerá entonces, ante el espectáculo de esa mutua caridad, que se fundará en la común participación a la vida divina [v. 3 y 22]. Véanse los vv. 11, 23 y 26).

Lecturas relacionadas con el mandato nuevo del amor: Romanos 13, 10, y 1 Corintios 13, 4-7.