1780, tomo
segundo
Sobre los medios
de hacer sólida nuestra conversión.
Respetos que
atan al mundo.
(no literal) Un
alma cristiana debe desterrar de sí la menor reliquia de cosa que huela a
mundo.
36 Pero vemos frecuentemente, que por una
ceguedad deplorable, los padres y las madres cuidan poco del alma de sus hijos,
y se contentan con procurarles los bienes del cuerpo, y nada más. Ellos tienen
un cuidado tan grande del aumento temporal de sus hijos, que se abandonan
muchas veces a una peligrosa avaricia, con pretexto de una prudente economía.
¿Pero de qué servirán a vuestros hijos para su salvación eterna todos los
bienes que habéis amontonado con tanto peligro? Si ellos son malos, no sacarán
de ellos utilidad.
Cuando los hijos
están mal criados, vale más que sean pobres que no ricos, porque las riquezas
apenas permiten que se guarde la castidad y templanza cristiana (San Juan
Crisóstomo in cap. 2? Timoteo, cap 9?).
38 "Tened
cuidado de criar bien vuestros hijos, corrigiéndolos e instruyéndolos según el
Señor" (Efesios 6, 4). Debeis I. hacer de suerte, que nadie haya en
vuestra familia que ignore los principios de la religión, y que no esté
instruido de las cosas necesarias para la salvación: como el Símbolo, los
Mandamientos de Dios y de la
Iglesia, los Sacramentos del Bautismo, de la Penitencia, de la Eucaristía, y demás.
Además de estas instrucciones, estáis obligados a trabajar en arreglar los
movimientos de su corazón, manifestarles vuestro celo por su salvación,
hablándoles frecuentemente de las grandezas de Dios, de las maravillas que ha
obrado, y de los beneficios que hemos recibido y recibimos continuamente de sus
manos liberales, para inclinarnos, como dice el Profeta, a poner toda su
esperanza en Dios, a no olvidar jamás las obras del Señor, y a ser fiel en la
investigación práctica de sus santos mandamientos (Salmo 77). Podréis hacer
mucho fruto en vuestras instrucciones, inspirándoles en todas ocasiones
sentimientos opuestos a los de la naturaleza corrompida, apartando con mucho
cuidado todas las ocasiones que pudieran ponerles en peligro de perderse,
dándoles buen ejemplo, corrigiéndolos con caridad y prudencia cristiana, en
fin, buscándoles buenos maestros, y que sean piadosos.
Podéis inspirarles con fruto sentimientos cristianos,
poniéndoles muchas veces delante de los ojos las promesas que han hecho en su
Bautismo, explicándoselas, haciéndoles ver que están obligados a guardarlas con
una gran fidelidad; diciéndoles, que renunciar al demonio es arrojarle lejos de
sí, desecharle, y hacer profesión de aborrecerle: que las pompas del demonio no
son otra cosa que las pompas del mundo, es a saber, la ambición, la vanagloria,
el lujo, las concurrencias donde reina la ostentación de la vanidad, y que no
sirven de otra cosa que de encender las pasiones, como los espectáculos; que
las obras del demonio a que renunciamos, son los vicios, y todas las acciones
prohibidas por la ley de Dios. No solamente debéis hacerles conocer las obligaciones
que han contraído en su Bautismo, pero aún empeñarles con maña a ponerlas en
práctica. Es bueno inspirarles desprecio de las grandezas del siglo: se puede
por ejemplo, tomar ocasión de las desgracias que suceden a las personas
elevadas en dignidad, y de las muertes de los Grandes, de quienes ellos oyen
hablar, para hacerles reflexionar sobre la vanidad y la poca duración de los
honores de este mundo, y sobre la ventaja que es, no estar el hombre apegado
mas que a Dios. Si se habla delante de ellos de algún delito cometido, es
menester tomar ocasión de inspirarles horror de él, y hacerles conocer que es
la mayor miseria y ceguedad, acarrearse una eternidad de penas por tomarse una
satisfacción de un instante. Si en su presencia se dice de algunas personas,
que han ido al baile, o a ver la comedia, es importante hacerles comprender,
que todas estas cosas pertenecen a las pompas del mundo: y que aquellos
placeres son lazos que el demonio tiende a los hombres para hacerles caer en el
pecado: que los espectáculos son ocasión de ofender a Dios, y que según San
Ambrosio, el baile es compañero casi inseparable de los deleites y de la
impureza.
No debéis jamás sufrir, que en su
presencia se disimule con nombre de virtud lo que es pecado según las reglas
del Evangelio: que se diga por ejemplo, que es liberalidad hacer gastos
superfluos: que tener la mesa más espléndida, y los muebles más ricos, hace al
hombre más digno de estimación: que es cosa inocente frecuentar los bailes y
espectáculos: que el vengarse de una injuria es tener honra y valor, ... Y
tampoco debéis permitir que en presencia de vuestros hijos se ridiculicen las
virtudes, porque no conciban desprecio de ellas; como que se llame a la piedad
hipocresía, al temor de ofender a Dios escrúpulo y pusilanimidad, a la práctica
de la vida penitente rigor indiscreto. En fin, para evitar que incurran en la
vanidad, que es fuente de muchos pecados, no se les debe lisonjear su amor
propio, haciéndoles vestidos que indiquen lujo; ... Por tanto pecan gravísimamente
los padres y madres cuando dan a sus hijos ocasión de escándalo con sus malos
ejemplos, y se puede decir de ellos, lo que dice Jesucristo de aquel que
escandaliza a los pequeños: Sería muy justo que se les atase una piedra de
molino al cuello, y se les arrojase al mar (Mateo 18, 6).
En fin, voy a daros un aviso muy importante, y es, que no os
es permitido escoger a vuestro arbitrio el estado que han de tomar vuestros
hijos, sin consultar antes a Dios, y sin saber si el Señor los llama a él,
porque hay muchos padres y madres, que no miran a otra cosa en esta elección,
que a los intereses temporales y puramente humanos. ... Lo más que tenéis
derecho de hacer, es informaros de las razones que vuestros hijos tienen para
la elección a que se inclinan: pero después que habéis reconocido por el examen
que hubiereis hecho de sus motivos, que ellos buscan sinceramente a Dios, y que
es Dios quien los llama, es menester sacrificarlos a Dios, y no oponeros a su
voluntad.
En lugar de las
instrucciones mundanas, que otros dan a sus hijos, decidles vos frecuentemente
a los vuestros aquellas bellas palabras del Papa San León. Reconoce, oh
cristiano, tu dignidad. ... Habiendo sido hecho participante de la naturaleza
divina por el Bautismo, no degeneres jamás por la bajeza de tus sentimientos de
esta singular grandeza. Acuérdate de dónde vienes, y a dónde vas. Acuérdate de
qué padre eres hijo, y de qué cabeza eres miembro; acuérdate de dónde has sido
sacado por la misericordia de Dios, y a qué has sido llamado.
¿Por qué no repetiréis
a vuestros hijos los empeños que han contraído con Dios en el Sacramento del
Bautismo? ¿Por qué no les haréis a ellos mismos repetir las renucias de
Satanás, de sus pompas y de sus obras, que pronunciaron al recibirle? Con este
motivo se les explica lo que han de entender por pompas del demonio, y se les
dice, que esta es la vida toda de las gentes del mundo, la frecuencia de los espectáculos y de
otras asambleas profanas ; porque el demonio ostenta en ellas sus pompas, esto
es, que allí seduce a las almas con los atractivos de la vanidad, de los
placeres criminales, con el lujo, y los atavíos provocativos y mundanos. De
esta suerte se les hace penetrar el espíritu de los votos de su Bautismo, se
les empeña en practicar la observancia de la Ley de Dios, que se comprende casi toda en este
primer voto.
Es menester
formarles temprano en la piedad. La buena instrucción de un hijo en la primera
edad impide que en los años de juventud se extravíe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario