DE SU SANTIDAD PABLO
VI
POR LA QUE SE REFORMA LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA DE LA PENITENCIA
POR LA QUE SE REFORMA LA DISCIPLINA ECLESIÁSTICA DE LA PENITENCIA
… acto penitencial externo va
acompañado de una actitud interior de "conversión" es decir, de
reprobación y alejamiento del pecado y de acercamiento hacia Dios [Cf. 1S 7, 3; Jr 36, 6-7; Ba 1, 17-18; Jdt 8,
16-17; Jon 3, 3; Za 8, 19-21.]
La penitencia es,
consiguientemente —ya en el Antiguo Testamento—, un acto religioso personal,
que tiene como término el amor y el abandono en el Señor ayunar para Dios, no
para si mismo[Cf. Za 7, 5.].
Sin embargo, la verdadera
penitencia no puede prescindir, en ninguna época de una "ascesis" que
incluya la mortificación del cuerpo; todo nuestro ser, cuerpo y alma (más aún,
la misma naturaleza irracional, como frecuentemente nos recuerda la Escritura [Cf. Jn 3, 7-8.] debe participar activamente en este acto
religioso, en el que la criatura reconoce la santidad y majestad divina. La
necesidad de la mortificación del cuerpo se manifiesta, pues, claramente, si se
considera la fragilidad de nuestra naturaleza, en la cual, después del pecado
de Adán, la carne y el espíritu tienen deseos contrarios[ Cf. Ga 5, 16-17;
Rm 7,23,]. Este ejercicio de mortificación del cuerpo —ajeno a cualquier
forma de estoicismo— no implica una condena de la carne, que el Hijo de Dios se
dignó asumir[Cf. Martyrologium
Romanum, en la Vigilia de la Natividad de nuestro Señor Jesucristo; Cf. 1Tm 4,
4-5; Flp 4, 8; Cf. Orígenes, Contra Celsum, 7, 36: PG 11, 1472.]; al contrario, la mortificación corporal mira por la
"liberación" del hombre[Liturgia
de Cuaresma, passim.], que con frecuencia se encuentra, por
causa de la concupiscencia desordenada, como encadenado[Cf. Rm 7, 23.] por la parte sensitiva de su
ser; por medio del "ayuno corporal"[Missale Romanum, Prefacio IV de Cuaresma.] el hombre adquiere vigor y, "esforzado por la saludable
templanza cuaresmal, restaña la herida que en nuestra naturaleza humana había
causado el desorden"[Missale Romanum, Oración del jueves de la semana de Pasión
(edición de 1962).].
En el Nuevo Testamento y en
la historia de la Iglesia
—aunque el deber de hacer penitencia esté motivado sobre todo por la
participación en los sufrimientos de Cristo—, se afirma, sin embargo, la
necesidad de la ascesis que castiga el cuerpo y lo reduce a esclavitud, con
particular insistencia para seguir el ejemplo de Cristo[ Cf. A) En el Nuevo
Testamento: 1) Palabras y ejemplo de Cristo: Mt 17, 20; 5, 29-30; 11, 21-243,
4; 11, 7-11 (Cristo elogia a Juan Bautista); 4, 2; Mc 1, 13; Lc 4, 1-2 (Cristo
ayuna); 2)Testimonio y doctrina de san Pablo: 1Co 9, 24-27; Ga 5, 16; 2Co 6,5;
11, 27; 3) En la primitiva Iglesia: Hch 13, 3; 14, 22. B) En los santos Padres:
Didaché, 1, 4: F. X. Funk, I, p. 2; S. CF.Clemente RomanoO, 1 Corinthios, 7,
4-8, 5: F. X. Funk, I, pp. 108-110; 2 Clementis, 16, 4: F. X. Funk, II, p.204;
Arístides, Apología, 15, 9: Goodspeed, Gotinga 1914, p. 21; Hermas, Pastor,
sim. 5, 1,3- 5: F. X. Funk, 1, p. 530; Tertuliano, De paenitentia, 9: PL 1,
1243-1244; De ieiunio, 17: PL 2, 1978; Orígenes, Homiliae in Leviticum, homilía
10, 2: PG 12, 528; San Atanasio, De virginitate, 6: PG 28, 257; 7 8: PG 28,
260, 261; S. Basilio, Homiliae, homilía 2, 5: PG 31, 192; 8. Ambrosio De
virginibus, 3, 2, 5: PL 16, 221; De Elia et Ieiunio, 2, 2; 3, 4; 8, 22; 10, 33:
PL, 698, 708; S. Jerónimo, Epístola 22, 17: PL 22, 404; Epístola 130,10: PL 22,
1115; S. Agustín, Sermo 208, 2: PL 38, 1045; Epístola 211, 8 PL 33, 960;
Casiano, Collationes, 21, 13, 14, 17: PL 49, 1187; S. Nilo, De octo spiritibus
malitiae 1: PG 79, 1145; Diadoco de Fotice , Capita centum de perfectione
spirituali, 47: PG 65, 1182; S. León Magno, Sermo 12, 4: PL 57, 171; Sermo 86,
1: PL 54, 437-438; Sacramentarium Leonianum, Prefacio de las Témporas de otoño;
PL 55, 112. ].
Contra el real y siempre
ordinario peligro del formalismo y fariseísmo, en la Nueva Alianza los
Apóstoles, los Padres, los Sumos Pontífices, como lo hizo el Divino Maestro,
han condenado abiertamente cualquier forma de penitencia que sea puramente
externa. En los textos litúrgicos y por los autores de todos los tiempos se ha
afirmado y desarrollado ampliamente la relación íntima que existe en la
penitencia, entre el acto externo, la conversión interior, la oración y las
obras de caridad [ Cf. A) En el Nuevo Testamento: Mt 6, 16-18; 15, 11; Hb 13, 9; Rm
14, 15-23. B) En los santos Padres véase la nota 53, B).].
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