viernes, 5 de diciembre de 2014

Libro Año cristiano o ejercicios devotos para todos los días del año



(noviembre).  P. Juan Croisset. Edición en castellano 1818.
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         Considera que entre todas las señales de reprobación, ninguna es más cierta que la de la falsa conciencia, pues desvía del camino del cielo, sin que se advierta que uno va descaminado. ¡Ah, y cuántos hay en el mundo que se hallan en tanta desdicha! ¡cuántos religiosos imperfectos y tibios viven en tan infeliz estado! Como se guarden el día de hoy ciertas apariencias de virtud, un cierto exterior de religión, unos ciertos modales de honestidad y de compostura, cada cual se forja su sistema de conciencia, y a la sombra de él vive tranquilo en punto a su salvación. ¿Pero ignoramos por ventura que también los herejes se forman su sistema,y que en ciertas ceremonias de religión son más observantes que nosotros? Sin embargo, creemos que se pierden con todo su aparato de honestidad, con todas sus imaginarias prendas de hombres arreglados, y tenemos mucha razón para creerlo. ¿Pues en qué revelación, en qué nuevo evangelio fundamos nosotros la seguridad que pretendemos tener de nuestra salvación? Se dirá acaso que nosotros tenemos la dicha de profesar la religión verdadera, y ellos no; pero si no tenemos el gusto de engañarnos, ¿cuál será peor en materia de salvación; o no creer casi nada de lo que se hace, o no hacer casi nada de lo que se cree? A favor de un falso sistema de conciencia se vive tranquilamente cometiendo mil groseras imperfecciones, y continuando en mil desórdenes habituales: estado tanto más digno de temerse, cuanto los remordimientos se tienen por escrúpulos o por tentaciones, y los consejos saludables por errores, contra los cuales se está siempre alerta para despreciarlos. El mal es peligroso, y el enfermo que no conoce su mal aborrece los remedios, y ni siquiera piensa que los haya menester. ¿Qué esperanza de cura puede haber cuando está tan achacoso el entendimiento como el corazón? No hay cosa más perniciosa para la salvación como las ilusiones en punto de moral y de doctrina. Léase lo que se leyere, oígase lo que se oyere, y hable Dios al fondo del corazón lo que hablare por su gracia; todo lo interpreta a favor del error la falsa conciencia. ¡Cuántas personas viven en pecado sin el menor remordimiento! ¡cuántas pasan la vida en desgracia de Dios sin miedo de sus juicios! Todo es efecto de la falsa conciencia ¿Cuántos hombres, enemigos de la verdad, rebeldes a la Iglesia, viven obstinados en sus errores, teniendo mucha lástima de los católicos? Todos son frutos que la falsa conciencia produce en el alma a quien ciega la ilusión, en quien domina el orgullo, a quien tiraniza la pasión porque la llegó a engañar el demonio.
No permitáis, Señor, que a mí me suceda esta desdicha. Castigad mis pecados de otra  manera: cualquier otro castigo me será provechoso, y aumentad en mí el horror que tengo a esta ceguedad.
JACULATORIAS
Bienaventurados son, Señor, los que se aplican a conocer Vuestra Ley, y solo aspiran a agradaros de todo su corazón (Salmo 118)
No, divino Maestro mío, no caeré en ningún error mientras atienda sinceramente a guardar tus mandamientos (Salmo 118).
PROPÓSITOS
La conciencia, dice santo Tomás, es aquella aplicación de la ley de Dios que cada uno se hace a sí mismo. Ahora, pues, cada uno se aplica esta ley según sus fines, según sus alcances, según su modo de concebir, y lo que suele ser más común, según la inclinación, los secretos afectos, y la actual disposición de su corazón. Esto es lo que hace la falsa conciencia. De aquí nace aquella seguridad, aquella orgullosa fiereza con que el hereje defiende obstinadamente sus errores; de aquí aquella furiosa dureza de juicio, aquella obstinación en el cisma de las gentes de partido; de aquí, en fin, aquella funesta seguridad con que viven y mueren tantos seglares, tantos religiosos y eclesiásticos tibios, indevotos, muy inmortificados, poco observantes; tantas gentes engañadas por el amor propio, y tiranizadas por las pasiones. Evita esta desgracia; …; sobre todo, mira con un santo horror todo lo que suene a partido, a capricho, a novedad. Sé humilde, sé mortificado, sé caritativo y devoto. Todo lo que vulnera la caridad; todo lo que nace de la envidia, de los celos, todo lo que denigra la fama ajena, todo es enemigo de Jesucristo, y solo puede ser autorizado por los errores de la falsa conciencia. No tengas otra regla para tu gobierno que la Ley de Dios, las máximas del Evangelio y el ejemplo de los Santos. Nunca conservarás la pureza de la fe sino en el perfecto rendimiento a las decisiones de la Iglesia. Siempre es falsa conciencia la que nos desvía de este camino tan derecho como seguro.
         Trabaja en tu salvación, dice el Apóstol, con temor y temblor. Este dulce y saludable temor mira principalmente a la falsa conciencia. Es fácil engañarse en ella, y uno de los medios más eficaces para evitar estos lazos es la frecuencia de los Sacramentos, juntamente con la tierna devoción a la santísima Virgen. Todo aquello que te desvía de estos auxilios, tenlo por pernicioso. Lee todos los días en algún libro espiritual; pero cuidado con la elección. Muchos libros, bajo un título piadoso, encierran un pestífero veneno; huye cuidadosamente de ellos. Las vidas de los santos siempre son instructivas y gustosas; léelas, y haz que todos los días se lean delante de la familia. Ninguna cosa has de temer tanto como los errores de una falsa conciencia.



Todas las herejías conspiraron contra la doctrina de Jesucristo. Aún aquellas mismas que en la apariencia gritaron mas, y continuamente están gritando contra la relajación, en el fondo, en la sustancia solo intentan favorecer la concupiscencia y dejar a sus anchuras al amor propio. ¿Qué de quejas, a cual mas frívolas, no ha dado siempre el mundo contra esta imaginaria severidad de Jesucristo? ¿qué argumentos, a cual mas falsos, a cual mas inútiles para eludir la universalidad de la ley?

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¡Ah! que todo el mundo busca su interés: el gran móvil de las acciones humanas es el amor propio. ... Cada uno se busca a sí propio en casi todo.

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 Es menester seguir al Señor en todo y por todo; pero mientras tanto solo se escucha la voz de la carne y de la sangre. Es indispensable ... mortificar los sentidos, llevar su cruz.
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Sincero desapego de todos los bienes criados, desprendimiento de la carne y sangre, victoria de las pasiones, odio santo de sí mismo: éste es el único camino que guía a la salvación ¿ Síguesle tú? pues está cierto que cualquiera otro sendero te desvía de ella. Hay un camino, que al hombre le parece derecho (dice el Sabio), y su paradero es la muerte.  ¿Buscas acaso confesores anchos y contemplativos? ¿Buscas por ventura moral y opiniones laxas? ... ¡qué insigne locura, buscar de propósito una guía para descaminarse! Examina los verdaderos motivos que tienes para proceder de esta manera: mira que el negocio es de suma importancia, y se arriesga mucho en exponerle a contingencias.
Dices que buscas a Dios; pero reflexiona bien si buscas a Dios verdaderamente en ese empleo, en ese estudio, en ese negocio, en esas diversiones: si buscas puramente a Dios en las funciones de tu oficio, en los ejercicios de los de tu celo, en los de tu sagrado ministerio. ¿No buscarás acaso tus propios intereses? ¿no te buscarás a ti mismo? Estás consagrado a Dios en el estado eclesiástico o en el religioso; pero dime, ¿no sirves todavía al mundo? ¿no estás todavía muy apegado a tus parientes? Acuérdate de que en vano te lisonjeas de ser discípulo suyo, si todavía tienes apego a la carne y sangre. No se te pase el día sin solicitar una pronta y sincera reforma en todos estos puntos.

505
El espíritu del mundo es señal de reprobación.
PUNTO PRIMERO.- Considera que nada hay más opuesto al espíritu de Jesucristo que el espíritu del mundo, pues se opone a todas las leyes y a todos los ejemplos del Evangelio. Él es el tirano de los siervos de Dios que estableció su trono en Babilonia. Las leyes del espíritu del mundo son las pasiones, o a lo menos a ellas solo se consulta para publicarlas. En esto se fundan, hablando con propiedad, las leyes del mundo; esto las inspira, esto las dicta, y esto es el gran motivo de su puntual observancia.

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