Del Catequista orador, tomo 2, página 28 (se han
añadido o retirado acentos conforme a las normas actuales).
Es verdad que Dios nos ha
prometido el paraíso y los auxilios necesarios para conseguirlo; pero esta
promesa nos la ha hecho en la suposición que cooperemos de nuestra parte,
aplicándonos a observar sus mandamientos, a reprimir nuestras pasiones, a
practicar obras buenas. Por una parte quiere Dios que esperemos el cielo, como
si todo dependiese de él y nada de nosotros; y quiere por otra, que trabajemos
para conseguirlo, como si todo dependiese de nosotros y nada de él. Ya veis,
pues, hijos míos, que para conseguir el cielo, todos debemos concurrir, Dios y
nosotros, nosotros y Dios. Por parte de Dios el cielo no puede faltarnos,
porque no puede faltar su palabra; pero puede faltarnos por parte de nosotros
mismos, porque puede faltar nuestra cooperación. Por eso os decía, que en órden
a nuestra eterna esperanza, esperándolo todo de la divina bondad; con temor,
temiéndolo todo de nuestra malicia.
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