viernes, 5 de diciembre de 2014

Las tres edades de la vida interior.



R. GARRIGOU LAGRANGE

P. 549:  La naturaleza es astuta … y siempre se pone a sí misma por fin principal. Mas la gracia anda sin dobles, desvíase de todo aspecto de mal; no pretende engañar, sino que hace todas las cosas puramente por Dios, en el cual descansa como en su fin. La naturaleza de buena gana recibe la honra y la reverencia. La gracia fidelísimamente atribuye a solo Dios toda la honra y la gloria ...” (lo anterior no literal porque falta alguna frase en latín).
P. 558
         “Que es lo mismo que explica en la misma obra (Subida, 1, III, c. XX): “Adquiere (el hombre) más gozo y recreación en las criaturas con el desapropio de ellas, el cual no se puede gozar en ellas si las mira con asimiento de propiedad … Adquiere más en el desasimiento de las cosas, clara noticia de ellas para entender bien las verdades acerca de ellas, así natural como sobrenaturalmente. Por lo cual las goza muy diferentemente que el que está asido a ellas, con grandes ventajas y mejorías. Porque éste las gusta según la verdad de ellas; esotro según la mentira de ellas; éste según lo mejor; esotro según lo peor; éste según la sustancia, esotro que ase su sentido a ellas, según el accidente. Porque el sentido no puede coger ni llegar más que al accidente, y el espíritu purgado de nubes y especies de accidente penetra la verdad y valor de las cosas … Por lo cual el gozo anubla el juicio como niebla; la negación y purgación del tal gozo deja el juicio claro, como el aire los vapores cuando se deshacen.  Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo apropiado de ellas, como si las tuviese todas; y esotro, en cuanto las mira con particular aplicación de propiedad, pierde todo el gusto de todas en general. Que es lo que dice S. Pablo ( 2 Cor., 6, 10): “Somos como si nada tuviéramos, y lo poseemos todo.”
         S. Francisco de Asís gozaba de los paisajes de Umbría incomparablemente más que los dueños de aquellas tierras, a las que procuraban hacer fructificar cuanto les era posible.
         Los mismos místicos, pues nos dan razón de las hipérboles y antítesis de que echan mano para sacarnos de nuestra somnolencia y hacernos entrever la alteza de las cosas divinas y el valor de lo único necesario.

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