DE TORRES AMAT
Notas Generales,
puestas en forma de Diccionario a la Sagrada Biblia por Don Félix Torres Amat. Tomo
16.Preceden varias máximas y reglas para entender y leer con fruto la Sagrada Escritura.
Paris; 1835.
Página 8-9: No
siendo el fin y el cumplimiento de las Escrituras sino la doble caridad (amor a
Dios y al prójimo) cualquiera que crea haber entendido las divinas Escrituras,
o alguna parte de ellas, pero las entiende de tal suerte que con esa inteligencia
que tiene, no edifica aquella doble caridad, todavía no las ha entendido bien:
al contrario, aquel que saca de ellas tales sentimientos, que son útiles para
nutrir y fortalecer dicha caridad, aunque acaso no haya comprendido el
verdadero sentido que tuvo en su mente en aquel texto el Escritor sagrado, ni
se engaña para daño suyo, ni cae absolutamente en mentira (S. Augustin. De
Doctr. Christ.lib I. cap. 35,36)
Reglas para la
inteligencia de la sagrada Escritura, sacadas de varios Padres y expositores
católicos.
5. Las promesas
que no tienen por objeto más que una felicidad temporal, deben mirarse como
imágenes de los bienes espirituales.
11. Los pasajes
de la Escritura
en que se consideran como inútiles o insuficientes la circuncisión, la Ley, el Templo, los
sacrificios, las ceremonias, y los privilegios de ser de la familia de Abraham,
de habitar en la tierra de primisión, y de vivir en Jerusalem; descubren
ciertamente a Jesucristo, y manifiestan la justicia y santidad del Evangelio.
13. Puede mirarse
también como regla para entender muchas profecías de la Escritura, el que su
cumplimiento no se ha verificado todavía, quizá por pertenecer a la segunda
venida de Jesucristo en gloria y majestad. Así es que muchas hablan con los
hijos de Israel; sobre los cuales es menester tener presentes las verdades
siguientes: 1ª Dios ha prometido conservar al pueblo de Israel hasta el fin de
los siglos, por medio de una protección milagrosa. 2ª Esta promesa absoluta e
inmutable está siempre unida a la de su llamamiento. 3ª Este llamamiento se
debe entender que será a la fe y verdadera piedad. 4ª Esta promesa no se
cumplió con el regreso de los judíos de la cautividad de Babilonia, ni con la
conversión de los que salieron de aquella ciudad. 5ª Tampoco se cumplió en
tiempo de Jesucristo. 6ª Las promesas que se hicieron a Israel después de haber
sido abandonado, son relativas a su llamamiento. 7ª Las profecías que predicen
el fin de la ceguedad de los judíos, no pueden menos de entenderse de su
conversión. 8ª Las promesas hechas a los judíos para después de la vocación de
los gentiles y conversión de toda la tierra a la fe, son relativas a su segunda
vocación. 9ª Las profecías que predicen la conversión en general de todo
Israel, se refieren a los últimos tiempos. 10ª Las promesas de una conversión
constante, y de una fidelidad que subsistirá hasta el fin de los siglos, no
pueden convenir al tiempo de Jesucristo. 11ª No debe creerse que la conversion
de los judíos se ha de diferir hasta el fin de los siglos, de modo que se haya
de limitar a algunos años antes del juicio final. 12ª Las profecías que hablan
de la eminente santidad de los hijos de Israel llamados después del tiempo de
la ira, y de todos los judíos en general, designan los últimos tiempos. 13ª Por
medio del celo y esfuerzo de los últimos judíos recibirán o acabarán de recibir
todas las naciones la luz de la fe. 14ª Convirtiéndose los judíos establecerán
en toda la tierra la unidad de un mismo culto; y borrarán, a lo menos por algún
tiempo, todos los vestigios de idolatría.
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P. 23 La
curiosidad, el interés y las pasiones inquietas son el origen de la mayor parte
de los errores de los hombres.
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CIENCIA: debemos
crecer y adelantar en la de Cristo. Efesios 4, 15 (Antes bien, siguiendo la verdad del
Evangelio con caridad, en todo vayamos creciendo en Cristo, que es nuestra
cabeza;); Colosenses 1, 10 ( a fin de que sigáis una conducta digna de Dios
agradándole en todo, y produciendo frutos en toda especie de obras buenas, y
adelantando en la ciencia de Dios); 1 Pedro 2, 2 (como niños recién nacidos,
apeteced con ansia la leche del espíritu, pura o sin mezcla de fraude; para que
con ella vayais creciendo en salud y robusted; 3 si es caso que habéis probado
cuán dulce es el Señor).
COMPASIÓN. La
falta de ella es castigada, Exodo 1, 12; Deut. 23, 3; Judic. 8, 6 y 15, 1 Reyes
25, 15 y 38, Job 20, 19; Prov. 21, 10, Eclesiástico 12, 13; Amós 1, 6. Debemos
tenerla de los pecadores, Mateo 18, 21, 27 y 33: de los pobres, Lucas 16, 24;
Jac. 2, 15; 1 Juan 3, 17: y de todos los hermanos, 1 Pedro 3, 8: el rico
avariento no la tuvo de Lázaro, Mateo 16, 21; ni tampoco Dios se compadeció de
él, 23: Dios la tendrá de quien querrá, Rom. 9, 15. Véase Misericordia.
CONCIENCIA:
testimonio y tranquilidad de la buena. Prov. 15, 15; Eclesiástico 13, 30; 2
Cor. 1, 12; 1 Juan 3, 21: pecan los que no obran según ella, Rom. 14, 23: los
que la desechan, vienen a naufragar en la fe, 1 Timoteo 1, 19: los libros de
las conciencias se abrirán el día del juicio, Apoc. 20, 12: confusión de la
mala conciencia, Sap. 17, 10.
CONDENACIÓN
ETERNA: preparada al diablo y a todo pecador impenitente, Sap. 5; Job 10, 22,
Is. 24, 21; 30, 33; Dan. 7, 11; Mt. 13, 50, Luc. 3, 17; 16, 23 y 25; Hebreos 10,
27; 2 Pedro 2, 4; Apocalipsis 19, 20; 20, 10; 21, 8: para no incurrir en ella
debemos hacer frutos dignos de penitencia, Mateo 3, 12: y apartar el escándalo;
Mateo 5, 29; 18, 8; Marcos 9, 47: es la suerte de los malos e impíos, Mateo 8,
12; 13, 50; 23, 33; 25, 30 y 41; Lucas 3, 17; 16, 22; 2 Tes. 1, 9; Hebreos 10,
27; 2 Pdreo 2, 4; Judas 6; Apocalipsis 19, 20; 20, 10: y la de los desalmados
homicidas, deshonestos, embusteros, hipócritas y falsos doctores, Apoc. 21, 8.
CONFIANZA:
debemos tenerla en Jesucristo, Juan 16, 33; Juan 2, 28: sin perderla jamás,
Hebreos 10, 35: no debemos ponerla en las riquezas caducas, 1 Tim. 6, 17: los
que la ponen en ellas, muy difícil es que entren en el reino de Dios, Mateo 20,
23; Marcos 10, 24, Lucas 18, 24: debemos tenerla de alcanzar la gloria, 1 Cor.
5, 6 y 8.
CONVERSIÓN.
Mudanza del hombre que abandona el error o el vicio para seguir la verdad y la
virtud. Es un efecto de la misericordia de Dios que nos llama, y de la voluntad
del hombre, que libremente corresponde a la gracia y por eso en la Escritura a veces se
habla de ella como obra de Dios, a veces como obra nuestra.
CRISTIANOS: son
llamados santos, porque hace profesión de santidad, Hechos 9, 41; Romanos 1, 7;
12, 13, 1tc. : deben imitar a Jesucristo, Gálatas 2, 19; 1 Juan 1, 7; 2, 6; 3,
3.
AntiChristo.
Viene del griego anti-Christos, esto es, contra Christo. A veces se llama así
todo aquel que es enemigo de Christo. Pero regularmente se toma por aquella
persona, o espíritu anti-cristiano que dominará en el mundo antes de la segunda
venida de Jesu-Christo, cuando este Señor apenas hallará fe en la tierra. En
qué sentido se toma en el Apocalipsis y en otros lugares de la Escritura, aún no es
cosa cierta; …
AntiChristo. Del
Antichristo y de su reino, Isaías 11, 4; Ezequiel 38, y siguientes; Daniel 7,
7, 19 y 24; 9, 27; 12; 1 Zacarías 11,
15. Es llamado por S. Pablo el hombre de pecado, y el hijo de la perdición, 1
Tesalonicenses 2, 3: se dejará ver luego que haya desaparecido la fe y la
caridad, 6: su guerra contra la
Iglesia, Apocalipsis 12. El tiempo de su reinado se cree que
será de 42 meses. Apoc. 13, 5; 17, 8. Está ya en el mundo por medio de los
herejes sus precursores, 1 Juan 4, 3. Sobre su persona, nombre y carácter,
véase Apoc. 13 en las notas. Es Anticristo el que no reconoce a Jesús por Hijo
de Dios, 1 Juan 2, 23; 2 Juan 7: lo es el que desune a Jesús, negándole la
divinidad, o bien el ser de hombre, 1 Juan 4, 3. Son muchos los anticristos,
esto es, los incrédulos y los herejes, 1 Juan 2, 18.
Antiocho el
ilustre o epiphanes: destruye a
Jerusalem, 1 Macabeos 1, 23, 33; 2 Macabeos
1, 16: coloca un ídolo sobre el altar de Dios, 1 Macabeos 1, 57: muere,
6, 16.
Árbol de la
ciencia del bien y del mal. No es menester creer que el fruto de este árbol del
Paraíso, de que comieron Adam y Eva, tuviese ninguna virtud física de hacer
conocer el bien y el mal, como suponen maliciosamente los incrédulos. En el
Eclesiástico (17, 5) leemos que Dios había dado a nuestros primeros padres el
don de inteligencia, que les mostraba el bien y el mal; y sin este conocimiento
no hubieran podido pecar. Pero no quería Dios que conociesen, por una fatal
experiencia propia, la confusión y remordimientos, ni demás efectos de hacer el
mal, ni que pudiesen comparar a tanta costa el estado de la inocencia con el
del pecado, Este, o la desobediencia al precepto de Dios, cuando comieron de la
fruta vedada, fue lo que les enseñó por experiencia lo que era el mal.
Avergonzarse.
Nadie debe avergonzarse del Evangelio, Romanos 1, 16; 2 Timoteo 1, 8: el que se
avergonzare del Evangelio, de este tal se avergonzará el Hijo del hombre en el
día del juicio, Lucas 9, 26.
Babilonia:
predícese la cautividad de los judíos en ella, Lev. 26, 31; Deut.4, 26; 28, 36;
4 Reyes 20, 17; Is. 5, 13; Jer. 13, 19; Ezequiel capítulos 7, 12 y 22; Miqueas
3, 12; 4, 10. Habacuc 1, 6; Baruc 6, 1. Principio de ella, 4 Reyes 24, 2 Par
36. Su fin, Lev. 26, 42; 3 Ryes 8, 33; 1 Esdras 1, 40. Por Babilonia es
figurada la Roma
pagana, 1 Pedro 5, 13; Apocalipsis 17, 2 y 5; 18, 2; la capital del imperio
anticristiano al fin de los siglos, 17, 8, y el mundo reprobado, 17, 9.
Carne. …
Segundo: el hombre en general, Génesis 6, 12. Eclesiástico 25, 36. Isaías 58,
7; 66, 23. Tercero: los sentimientos naturales de la humanidad, Mateo 16, 17; 1
Corintios 15, 50. Cuarto: los vínculos de la sangre o parentesco, Génesis 37,
27; y las afecciones de la familia, Gálatas 1, 16. Quinto: las inclinaciones
del hombre corrompido, Génesis 6, 3. Gálatas 5, 17. De ahí la expresión hombre
carnal, por hombre malo; y obras de la carne, por obras malas, 2 Cor. 10, 2. …
; o la inteligencia carnal que se da a lo que se debe entender espiritualmente,
Juan 8, 15; Romanos 8, 12. …
Cátedra de
pestilencia: el oficio de los impíos y malvados que propagan sus vicios y
errores, Salmo 1, 1.
Ceguedad, de
cuerpo y de alma, Salmo 48, 24; 145, 6; Sab. 2, 21; Isaías 42, 7. 16.lix.10: la
ceguedad de los de Sodoma, Génesis 19, 11: de los que no escuchan al Señor,
Deut.28, 28; Is. 6, 10: de los soldados del rey de Siria, 4 Reyes 6, 18: de
Tobías 2, 11: de los enemigos de los macabeos, 2 Macabeos 10, 30: los hombres
se ciegan voluntariamente, Is. 42, 19: vista prometida a los ciegos, Is. 29,
18; 35, 5: no debe un ciego ser guía de otro ciego, Mateo 15, 14: ceguedad de
Saulo, Hechos 9, 8: del ángel de la
Iglesia de Laodicea, Apoc. 3, 17: de los discípulos de
Jesucristo, Marcos 8, 18: de aquellos que no tienen virtudes, 2 Pedro 1, 9. del
que aborrece a su hermano, 1 Juan 2, 11. El Señor amenaza con la ceguedad de
cuerpo y de alma a los que no le escuchan, Juan 9, 39 y 41; 12, 40; Romanos 1,
21; 11, 10; 2 Cor. 4, 4; Efesios 4, 18: S. Pablo ciega a Elymas, Hechos 13, 11.
Ceguedad
espiritual. Consiste en no conocer la importancia de la salud del alma, el
precio de las gracias de Dios, la enormidad de los pecados, etc. Cuando se lee
en la Escritura
que Dios ciega a los pecadores, o no les deja ver, no es porque les impida el
ver, ni les niegue la luz de la gracia; sino porque en castigo del desprecio
que han hecho de él y de sus beneficios, permite que sean cegados por su misma
malicia, y no les concede gracias más abundantes para salir del precipicio en
que se han metido. Varias veces se advierte en la Escritura, que los
pecadores son ciegos por su malicia, Sabiduría 2, 21. Que el … (ídolo) de este
siglo, esto es, las pasiones, por decirlo así, … (encumbradas o puestas en
lugar de Dios), son las que han cegado a los infieles, 2 Corintios 4, 4;
Romanos 1, 20, etc., etc. Lo mismo se ha de decir de la expresión Endureció
Dios el corazón de Pharaon. Véase Causa.
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