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De Catecismo de la doctrina cristiana, traducido
del italiano y dedicado al arzobispo de Tarragona.
17
P. ¿Por qué se hizo hombre el Hijo de Dios?
R. Por librarnos de la pena eterna á la que
estábamos condenados y por merecernos el paraíso.
P. Por qué motivo estábamos condenados á una
pena eterna?
R. Por la ofensa hecha á Dios por el pecado de
Adan nuestro primer padre.
18
P. Por quién murió?
R. Por nosotros; por salvar los hombres.
P. Con qué, se salvarán todos los hombres?
R. Se salvarán todos aquellos que creen y
esperan en él, y guardan sus mandamientos.
23
P.
¿Todos los hombres son criados para el Paraíso?
R.
Sí señor.
P.
¿Pues por qué no todos van allá?
R.
Porque no todos se lo merecen.
P.
¿Podemos nosotros evitar el infierno y merecer el Paraíso?
R.
Sí señor: lo podemos (y lo debemos) con la gracia de Dios viviendo como buenos
cristianos.
24
¿Por
qué es la Santa Cruz
la señal del cristiano?
Porque
en la señal de la Santa
Cruz se contienen los principales misterios de la fe, los
cuales son el misterio de la
Unidad de Dios y Trinidad de las Personas divinas, el de la Encarnación y el de la Redención.
25
Mostrad
ahora cómo en esta señal se contiene el misterio de la Unidad y Trinidad de Dios.
Diciendo
en el Nombre se indica la
Unidad de Dios, y diciendo del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo se indica la
Trinidad de las Personas.
¿Y
cómo se contiene en esta señal el misterio de nuestra Redención?
Con
la figura de la cruz muriendo en la cual nos ha redimido Jesucristo.
215
P
Cuántas y cuáles son las obras de misericordia espirituales?
R.
Son siete: 1.º aconsejar á los que dudan; 2.º enseñar á los ignorantes; 3.º
corregir á los pecadores; 4.º consolar á los afligidos; 5.º perdonar las
ofensas; 6.º sufrir con paciencia las personas molestas; 7.º rogar a Dios por
los vivos y por los muertos
222-223.
P.
Cuántos y cuáles son los pecados que se llaman contra el Espíritu Santo?
R.
Son seis: 1.º desesperar de la salvación; 2.º presumir salvarse sin mérito; 3.º
impugnar la verdad conocida; 4.º envidia de la gracia de otro; 5.º obstinación
en los pecados; 6.º impenitencia final.
P.
Por qué se dicen particularmente estos pecados contra el Espíritu Santo?
R.
Porque se cometen por pura malicia, la cual es contraria á la bondad que se
atribuye al Espíritu Santo.
225
¿Qué
cosa es soberbia?
R.
La soberbia es un amor desordenado de la propia estimación y excelencia.
CATECISMO
DE LAS VIRTUDES PARA LOS ALUMNOS. R.P.D. Francisco Palau. Barcelona; 1851.
P.
¿Cuáles son mas principales, las corporales o las espirituales?
R.
Las espirituales, porque socorren al hombre en su parte más noble y principal
que es el alma.
51-52.
P.
¿La demasiada solicitud de las cosas temporales es un vicio opuesto a la
prudencia?
R.
Sí.
p.
¿En qué?
R.
La solicitud de que se sirve la prudencia puede ser viciosa por tres motivos:
1.º Puede buscar las cosas temporales
constituyendo en ellas su último fin: esto está prohibido por aquello del
Evangelio: “No seais solícitos, etc.”. 2.º Poniendo en ellas un estudio y un
cuidado tal, que retraiga el espíritu de las cosas espirituales; el cuidado de
lo temporal no debe hacernos olvidar lo eterno: contra esta misma solicitud
está escrito: “La solicitud del siglo sofoca la palabra.” 3.º Por parte del
temor vano, de que haciendo lo que podamos no nos falte lo necesario. Este vano
temor está condenado. 1.º Porque si Dios hace lo mas que es cuidar de la vida,
hará lo menos que es conservarla. 2.º Siendo nosotros mas nobles que los
animales y alimentando Dios á estos, no debemos temer nos falte lo necesario.
3.º Siendo Dios próvido, es propio de los gentiles que no tienen fe, el temor
de que nos falte lo necesario; bien entendido de que hemos de hacer lo que está
de nuestra parte para procurarnos la subsistencia.
Catecismo
católico trilingue de Pedro Canisio.
¿Cuáles
se dicen Frutos del Espíritu Santo?
Los
que producen los Justos que viven según el espíritu; y por los cuales los
Espirituales se diferencian de los carnales.
¿Cuáles
son esos Frutos?
El
Apóstol San Pablo los cuenta así; Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad,
Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia, Castidad.
76
¿Por qué los mandamientos del Decálogo se proponen diez en número?
Aunque
los mandamientos de la Caridad,
en que consiste el cumplimiento de la
Ley, sean dos, sin embargo se proponen diez en número, para
que todos entiendas más claramente las obras propias de la Caridad así en orden a
Dios como en orden al prójimo.
146
¿Bastará
al Cristiano huir el mal, y apartarse del pecado?
No
por cierto; sino que demás de eso es menester obrar el Bien, y ejercitar las
virtudes; porque si no, quien sabe el Bien, y no lo hace, ese peca.
¿Cuál
es el Bien que ha de obrar el Cristiano?
Hablando
en general, debe obrar todo aquel bien que la ley natural, divina y humana
manda o enseña. Pero en particular debe cado uno cumplir las obligaciones de su
estado, correspondiendo con agradecimiento a la gracia que de Dios recibió.
Pues todo árbol que no diere buen fruto, será cortado y echado en el fuego.
¿Qué
géneros de buenas obras son las principales?
Sonlo
aquellas obras de que se compone en este mundo una vida sobria, ajustada y
piadosa; y por las cuales crecen los Justos más y más en la justicia, y los
Santos cada día se santifican más.
¿Cuántos
linajes hay de estas obras buenas?
Tres:
A
saber;
1.
Ayuno.
2.
Limosna.
3.
Oración.
De
las cuales leemos así;
Buena
es la Oración
junta con el Ayuno y la
Limosna.
¿Cuál
es el fruto de las buenas obras?
Les
está prometido el premio en esta vida temporal y en la eterna; sirven para
aplacar a DIOS; conservan y acrecientan la gracia; y finalmente hacen segura y
cumplida la vocación del Cristiano.
¿Qué
cosa es Ayuno?
El
abstenerse de comer carne en ciertos días según costumbre y mandamiento de la IGLESIA; y por lo menos el
comer una sola vez al día, y eso más templadamente. Mas si se quiere tomar este
nombre en general, por Ayuno se entiende cualquier penalidad corporal por
motivo de virtud; o para que la carne esté sujeta al espíritu, o para ejercitar
la obediencia, o para conseguir la divina gracia.
¿Qué
cosa es Oración?
Es
levantar el corazón a DIOS para pedirle, o que nos libre de los males, o nos
conceda los bienes así para nosotros, como para otros: sirve también para
alabar a DIOS.
¿Qué
cosa es Limosna?
Es
un beneficio con que socorremos la miseria ajena por afecto de compasión.
¿Cuántos
linajes hay de Limosna o misericordia?
Dos;
porque de las obras de misericordia unas hay corporales, y otras espirituales;
éstas que se ordenan a remediar la necesidad espiritual del prójimo; aquellas a
la corporal.
¿Cuántas
son las obras de la misericordia corporal?
Siete:
1.
Dar de comer al hambriento.
2.
Dar de beber al sediento.
3.
Vestir al desnudo.
4.
Redimir al cautivo.
5.
Visitar los enfermos.
6.
Dar posada al peregrino.
7.
Enterrar los muertos.
¿Cuántas
son las obras de la misericordia espiritual?
Siete
también éstas:
1.
Corregir al que yerra.
2.
Enseñar al que no sabe.
3.
Dar buen consejo al que lo ha menester.
4.
Rogar a DIOS por la salvación del prójimo.
5.
Consolar al triste.
6.
Sufrir con paciencia los agravios.
7.
Perdonar las injurias.
San
León Magno
Pero
es importante saber por qué se muere y para quién vive, porque hay una muerte
que hace vivir y una vida que mata.
Y es justamente en este mundo efímero, donde hay que buscar lo uno y lo otro; de la calidad de nuestras acciones terrenas, dependerá la diferencia de las retribuciones eternas. Muramos pues al diablo y vivamos para Dios; muramos al pecado para resucitar a la justicia; qué desaparezca el hombre viejo para que nazca el ser nuevo.
Ya que, según la palabra de la Verdad, "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24), tomemos como ejemplo no al que hace tropezar a los que están de pie para llevarles a la ruina, sino al que ayuda a levantar a los que caen, para conducirles a la gloria.
Y es justamente en este mundo efímero, donde hay que buscar lo uno y lo otro; de la calidad de nuestras acciones terrenas, dependerá la diferencia de las retribuciones eternas. Muramos pues al diablo y vivamos para Dios; muramos al pecado para resucitar a la justicia; qué desaparezca el hombre viejo para que nazca el ser nuevo.
Ya que, según la palabra de la Verdad, "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24), tomemos como ejemplo no al que hace tropezar a los que están de pie para llevarles a la ruina, sino al que ayuda a levantar a los que caen, para conducirles a la gloria.
Práctica
del amor a Jesucristo. Alfonso María de Ligorio. 1845
Advertencia
del traductor. (D. Joaquín Roca y Cornet).
"Toda
la Ley de
Jesucristo se reduce a la
Caridad".
Cor. 13, 4. La caridad es paciente,
es benigna, no conoce la envidia ni la tibieza, no se hincha ni ambiciona, no
busca sus propios intereses ni se enfurece, ni piensa mal, ni se complace en la
iniquidad (Según la Biblia
anotada por Scio de Miguel: 1 Cor. 13, 4-8: La caridad es paciente, es benigna:
la caridad no es envidiosa, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es
ambiciosa, no busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal, no se goza
de la iniquidad, mas se goza de la verdad: Todo lo sobrelleva, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca fenece: aunque se hayan de
acabar las profecías, y cesar las lenguas, y ser destruida la ciencia, 1 Cor
14, 1: Seguid la caridad, codiciad los dones espirituales: y sobre todo el de
profecía). "He aquí lo que es la caridad en oposición a los vicios de
orgullo, de odio y de egoísmo, que corroen y corrompen el corazón humano; y
cuya raiz maligna nace de su inclinación al mal. ¿Qué es pues la Caridad? Todo lo
contrario, el compendio de todas las virtudes de rectitud, de mansedumbre, de
candor, de amor, de esperanza. La
Caridad, continúa el Apóstol, se complace en la verdad, todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sostiene. Es aquel todo para
todos, aquel desprendimiento generoso, aquella humildad profunda, aquella
agradable dulzura y suavidad, aquella paciencia inalterable, aquel ardiente
deseo de hacer bien por el amor de Dios, que hace del hombre un ángel con
carne, imagen viva de Jesucristo, y diseño en la tierra de los predestinados.
Es por fin el Amor, aquel fuego que el Hijo de Dios vino a encender en el
mundo, que une la tierra con el cielo, el tiempo con la eternidad, la criatura
con el Criador.
... para despegar el alma de lo
terreno, y unirla con su único centro, que es Dios, por medio del amor a
Jesucristo, que nos hace una dulce violencia, y es para nosotros en este valle
de amargura y de pecado una apremiante necesidad.
DE
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO.
"Toda
la santidad y toda la perfección consiste en amar a Jesucristo nuestro Dios,
nuestro soberano bien y nuestro Salvador.
El que me ama, dice Jesucristo, será amado de mi Padre: Mi Padre os ama
porque vosotros me amasteis (Juan 16, 27). "
"La
perfección consiste en amar a Dios de todo corazón." La caridad une y conserva todas la virtudes
que hacen al hombre perfecto (Colosenses 3, 34).
¿Y
cómo puede Dios dejar de merecer nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la
eternidad (Jer ¿31, 3?)
52,
Comunión, alma en Gracia y vivo deseo de
crecer en el amor de Jesucristo
53 "cuando Jesucristo viene a una alma por
la santa comunión, lleva consigo tesoros inmensos de gracias, y puede muy bien
decirse después de la comunión Todos los bienes me han venido con ella.
S.
Dionisio enseña que el sacramento de la Eucaristía es el medio más poderoso para
santificar las almas.
La Eucaristía puede excitar un amor
tan intenso en el alma hasta el punto
que ésta se olvida de sí misma, y pierde de vista todas las cosas criadas
Santo
Tomás de Villanueva ¿Qué temes, si detestas tu pecado, ...
El
amor es la plenitud de la
Ley. Romanos 15 (0 13), 10
Cristo
murió por nosotros, a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para
aquel que murió por nosotros (2 Corintios 5, 15). 77
81
"Salomón llama la sabiduría, que es la caridad, un tesoro infinito; porque
el que tiene la caridad participa de la amistad de Dios [SAP 7, 14 (U
11)]."
"Mil
veces se halla repetido en la
Escritura que Dios ama al que le ama (Prov, 8, 17; Jo 14,
23). He aquí la bella unión que obra la caridad, uniendo el alma con Dios. El
amor da la fuerza de hacerlo y de sufrirlo todo por Dios (Cant. 8, 6). Nada hay
tan difícil, dice S. Agustín (Lib. de Mor. Eccl. c. 22), que no se consiga con
el amor; porque el amor hace que no se sienta la fatiga, y las cosas que son
duras se vuelven blandas a los que aman.
San
Crisóstomo nos enseña cuáles son los efectos del amor divino en un corazón
dominado por este amor. Cuando el amor de Dios se ha apoderado de un alma, dice
el santo, produce en ella un deseo insaciable de obrar en pro del objeto amado;
por manera, que por muy duros que sean los trabajos, le parece siempre no hacer
nada; se aflige siempre de hacer poco por Dios, y si le fuese dado morir por
Él, este sería su mayor contento. Mira casi como inútil todo lo que hace,
porque el amor le descubre lo que Dios merece; ve cuán imperfectas son sus
acciones, no encontrando en ellas sino pena y confusión; y reconociendo que
todo cuanto hace es muy poco para tan grande Señor."
"Oh,
cuanto se engañan, exclama S. Francisco de Sales, aquellos que buscan la
santidad fuera del amor de Dios. Las otras virtudes sin la caridad son como un
montón de piedras, y de nosotros solos depende el poseer esta virtud de la
caridad en toda su perfección, consagrándonos enteramente a Dios.
El
Señor dijo un día a santa Teresa: Todo lo que no se hace para agradarme es
vanidad. ¡Que no pueda yo grabar esta gran verdad en el corazón de todos los
hombres! Una sola cosa es necesaria; no es necesario ser rico acá en la tierra,
hacerse estimar de los hombres, llevar una vida cómoda y regalada, tener
dignidades, ser contado entre los sabios, no: la única cosa necesari es amar a
Dios y hacer Su santa Voluntad. Para esto solo nos crió y nos conserva; por
este solo medio podemos llegar al paraíso.
Grabadme, dice el Señor, como un sello en vuestro corazón y en vuestro
brazo, a fin de dirigir hacia mí todos vuestros pensamientos, todos vuestros
deseos, y todas vuestras acciones; ponedme en vuestro corazón para que no entre
en él otro amor que el mío, y en vuestro brazo, para que en todo cuanto hacéis
no tengais otro fin que yo (¿algo de 3, 6 u 8, 6?). Córrese, vuélase por la
senda de la perfección desde el momento en que no se tiene otra mira que a
Jesús crucificado y el deseo de agradarle.
Debemos,
pues, poner todos nuestros conatos en adquirir un verdadero amor hacia
Jesucristo. ¿Queréis saber los caracteres de este amor? Vedlos aquí. El amor es
timorato, su único temor es desagradar a Dios; es generoso, lleno de confianza
en Dios, osa emprenderlo todo por la gloria de Dios; es fuerte, triunfa de las
pasiones, de las tentaciones más violentas, de las mayores angustias; es
obediente, sigue desde luego a la voz de Dios; es puro, no amando sino a solo
Dios, y amándole por la sola razón que merece ser amado; es ardiente, porque
quisiera inflamar todos los corazones, y verlos consumidos de divino amor;
arrebata el alma, y la hace vivir como fuera de sí misma, hasta el punto que ya no parece
ocuparse en las cosas de la tierra, sino únicamente en amar a Dios; es unitivo,
une estrechamente la voluntad de la criatura con la de su Criador; suspira sin
cesar, llenando el alma de deseo de dejar la tierra para unirse perfectamente a
Dios en la patria de la bienaventuranza, y amarle allí con todas sus fuerzas.
Nadie
mejor que S. Pablo señala los caracteres de la verdadera caridad y los medios
de adquirirla. Sin la caridad, dice ( Cor. 13), el hombre es nada, y nada le es
provechoso. Aún cuando se tuviese una fe que transportase las montañas de un
lugar a otro, como hizo S. Gregorio el Taumaturgo; aún cuando se diesen a los
pobres todos los bienes; aún cuando se llegase al punto de sufrir
voluntariamente el martirio, todo esto, sin la caridad, y sin que se hiciese
para complacer a Dios, de nada serviría. Pasa en seguida S. Pablo a indicarnos
los caracteres de la verdadera caridad, y nos enseña la práctica de las
virtudes que nacen de la caridad. La caridad es paciente, etc. Vamos pues a
considerar estas santas prácticas ya para conocer si tenemos verdaderamente el
amor que debemos a Jesucristo, ya para conocer mejor en qué virtudes hemos de
ejercitarnos, principalmente para conservar y aumentar en nosotros este santo
amor. "
El
que ama a Jesucristo ama los padecimientos. La tierra es un lugar de merecer, y por esto es un lugar de sufrir. No
podemos ser completamente felices sino en el cielo, nuestra patria y nuestro
eterno reposo, Poco tiempo pasamos en este mundo, y este poco tiempo está lleno
de penas (Job 14, 1). No hay una sola persona que no haya de sufrir algo: todos
los hombres, justos y pecadores, están obligados a llevar la cruz. El que la
lleva de buen grado y con paciencia, se salva; el que la lleva con impaciencia,
se pierde. Las mismas miserias, dice S. Agustín, son un medio de salud para
unos, y de condenación para otros. En el
crisol de los sufrimientos, añade, se separa la paja del grano en la Iglesia del Señor. El que
se humilla en las tribulaciones y se resigna en Dios, es el grano destinado al
paraíso; al contrario, el que se engríe, se impacienta y abandona a Dios, es la
paja destinada al infierno. "
124.
"Las
gentes de mundo tienen muchos fines desarreglados en sus acciones, como agradar
a los hombres, darse honra, amontonar riquezas, o a lo menos, contentarse a sí
mismos. Pero el cristiano no tiene sino un solo ojo para mirar a Dios en todo,
y complacerle; ...".
"No
basta hacer buenas obras, sino que es preciso hacerlas bien. Para que nuestras
obras sean buenas y perfectas, es menester que se hagan con mira de agradar a
Dios. Tal es el elogio que se da a Jesucristo, que hizo bien todas las cosas.
Muchas acciones, loables por otra parte en sí mismas, dejarán de ser
meritorias, o lo serán poco con respecto a Dios, porque no habrán sido
puramente dirigidas a la gloria del Señor. Sta. María Magdalena de Pazzi decía,
que Dios recompensa nuestras buenas obras a proporción de nuestra pureza de
intención, es decir: que cuanto más pura sea nuestra intención, más
recompensadas serán de Dios nuestras acciones. Mas ay! cuan difícil es
encontrar una acción hecha solamente por Dios!
A
menudo .... se trabaja mucho y se alcanza poco, porque lejos de trabajar
únicamente por Dios, solo se tiene presente la gloria mundana, el interés, o
cuando menos, su propia inclinación.
Guardaos,
dice el Señor, de hacer el bien para ser vistos de los hombres, de lo
contrario, no recibiréis premio alguno del Padre celestial (Mt. 6, 1). El que
trabaja para satisfacer su gusto, ha recibido ya su recompensa; pero una
recompensa que se reduce a un poco de humo, a una satisfacción efímera que pasa
sin dejar provecho alguno en el alma. El profeta Ageo declara, que aquel que
trabaja por otro fin que el de agradar a Dios, pone los frutos de su trabajo en
un saco sin fondo, en donde no halla nada cuando le abre(Ageo 1, 6).
Resulta
de ahí que si después de haberse tomado
mucha pena no llega al término que se propuso, cae en la turbación y en
la inquietud. He aquí una prueba de que no tenía por mira la sola gloria de
Dios: el que no trabaja sino para la gloria de Dios no se conturba aun cuando
la cosa no tenga éxito; pues habiendo
obrado con la recta intención de agradar a Dios, ha logrado ya el fin que
deseaba.
Ved
las señales por los que se puede conocer si una persona ocupada en asuntos espirituales
obra solamente por Dios: 1.º Si cuando no le sale bien no se turba, pues no
queriéndolo Dios, tampoco lo quiere ella. 2.º si se alegra tanto por el bien
que han hecho los otros, como si ella misma le hubiese obrado: 3.º si no desea
mas un empleo que otro sino que se adhiere únicamente al que le señalan sus
superiores: 4.º si después de estas acciones ni busca elogios, ni recompensas;
y por consiguiente, si se la critica no se aflige por ello sino que se contenta
únicamente de haber contentado a Dios: si siendo aplaudida y alabada, no se
envanece, sino que da a la vanagloria la respuesta que le hacía el venerable
Juan de Ávida: Vete, tarde has llegado, cuando tengo ya consagrada toda esta
obra a Dios.
Este
es el medio para entrar en el gozo del Señor, alegrándose de lo que place a
Dios, como el servidor fiel (Mt. 28, 23). Si tenemos la dicha de hacer alguna
cosa que agrade a Dios, dice S. Crisóstomo, ¿qué más queremos? ¿No es la mayor
recompensa, la mayor felicidad que puede caber en la criatura el agradar a su
Criador?
129
Esto
es lo que exige Jesucristo de una alma que le ame [Cant. 3 (u 8), 6]. Quiere
que ella le ponga como un sello sobre su corazón y sobre su brazo a fin de que
no emprenda ni haga jamás cosa alguna sino para complacer a Dios, y que Dios
sea siempre el único objeto de sus pensamientos y de sus acciones. El que
quiere ser santo, dice Sta. Teresa, no debe tener otro deseo que agradar a
Dios. Toda acción hecha por Dios, por pequeña que sea de otra parte, es
superior a todo precio. Y la razón es, porque todo lo que se hace con la mira
de agradar a Dios es un acto de caridad, que nos une por consiguiente a Dios, y
nos procura los bienes eternos. "
"Aquellos
que en todas sus acciones no tienen otra mira que la voluntad del Señor, disfrutan
y saborean aquella santa libertad de espíritu, posesión exclusiva de los hijos
de Dios, libertad que les hace abrazar todo cuanto place a Jesucristo, a pesar
de toda la repugnancia del amor propio o del respeto humano. El amor de Dios
constituye en una indiferencia absoluta lo dulce, lo amargo; todo es igual.
Renunciase a las propias inclinaciones para no querer sino aquello que agrada a
Dios, y con la misma tranquilidad ocupan las cosas pequeñas o agradables: basta
que aquellas a que nos dedicamos agraden a Dios.
Caridad,
vínculo de perfección: Colosenses 3, 14 La caridad reúne en un alma las más
perfectas virtudes.
Dios
os preserve, decía Santa Teresa, de un pecado deliberado por pequeño que
sea.
Todo
el mal viene de que se tiene poco amor a Jesucristo. Los unos están llenos de
estimación de sí mismos, los otros se irritan de todo suceso contrario a su
voluntad; estos comen mucho por razones de salud; aquellos sumamente distraidos
en su interior, escuchan a menudo discursos extraños al servicio de Dios, y
propios únicamente para satisfacer sus caprichos; y los otros, en fin, se
sienten heridos del menor disgusto que creen recibir, se turban, faltan a la
oración, o a lo menos al recogimiento que la oración exige; pasan en un
instante de la alegría a la tristeza o a la cólera, según que sus negocios
salen o no a medida de sus deseos. Todas estas pesonas pues no aman, o aman muy
poco a Jesucristo, y desacreditan la verdadera devoción.
El
que no hace el menor esfuerzo para avanzar, retrograda (retrocede), y es
arrastrado por la naturaleza corrompida.
Tomar
una resolución y poner medios (propios del propio estado para la
santificación), al respecto de vivir la santidad, la entrega total a Dios; no
se trata, pues, de un vano e inútil deseo. Proverbios 21, 23: los deseos matan
al perezoso.
La
primera resolución ha de ser la de morir antes de cometer un pecado con
deliberación, por pequeño que sea.
S
Francisco de Sales: la mayor certitud que podemos tener en este mundo de estar
en gracia de Dios no consiste en un amor sensible hacia Dios, sino en una
entera e irrevocable resignación a su voluntad, y en una firme resolución de no
consentir jamás en pecado alguno, ni grande ni pequeño; es decir, que esta
certitud consiste en una grande delicadeza de conciencia, que no es escrúpulo.
Es preciso ser delicado para ser santo, pero el escrúpulo es un defecto muy
perjudicial. Se debe obedecer al Padre espiritual y vencer los escrúpulos que
no son sino aprehensiones vanas y fuera de razón.
Es
indispensable después resolverse a escoger sin reserva lo mejor, esto es, no
solamente lo que es agradable a Dios, sino hasta lo que le es más agradable. S.
Francisco de Sales invita a comenzar por una fuerte y constante resolución de
darse todo a Dios, protestándole que en adelante queremos pertenecer a él sin
ninguna reserva, y renovar a menudo esta resolución. S. Andrés Avelino hizo
voto de adelantar todos los días en la perfección. Sin embargo, para ser santo
no es necesario hacer este voto, pero es preciso que todos los días se trate de
dar algunos pasos en la perfección. S. Lorenzo Justiniano asegura, que una vez
se haya entrado de todo corazón en el camino de la perfección se siente crecer
siempre más y más el deseo de progresar en él; y que este deseo se fortifica a medida
que se va adelantando, porque cada día se adquieren nuevas luces.
Es
menester además poner en práctica inmediatamente las resoluciones que se hayan
hecho, sin aguardar a mañana; ¿quién sabe si después tendremos tiempo? Seguid
en esto el consejo del Eclesiastés: Cualquiera cosa que pueda hacer tu mano,
óbrala con instancia (Ecles 9, 10); esto es, no queráis diferir lo que podéis
hacer desde luego; y la razón es: porque ni obra, ni razón, ni sabiduría, ni
ciencia habrá en el sepulcro, a donde caminas aprisa (Ecles. 9, 10). En la vida
futura se acabaron ya el tiempo y los medios de hacer el bien y de merecer;
después de la muerte lo que está hecho está hecho.
De
S. Carlos Borromeo: Hoy es el día que empiezo a servir a Dios.
Tomemos
pues, cada día la resolución de darnos a Dios. No nos paremos en lo que hacen
los otros, pues pocos hay que de veras trabajen en hacerse santos.
S.
Bernardo dice: si queremos imitar el común de los hombres seremos siempre
imperfectos como ellos. Preciso es vencerlo todo, renunciar a todo, para
conseguirlo todo. Como no acabemos por dar todo nuestro corazón a Dios, decía
Sta. Teresa, tampoco no nos dará él todo su amor.
Él
murió para todos nosotros, dice el Apóstol, para que cada uno de nosotros no
viva sino para amarle (2 Cor. 5, 15).
El
tercer medio para santificarse, es la oración mental. El que no medita las
verdades eternas, según Gerson, no puede sin milagro, vivir como cristiano; y
la razón es, porque sin oración mental quedamos sin luz, y caminamos palpando
tinieblas. Las verdades de la fe no pueden ser perceptibles a los ojos del
cuerpo, sino solamente a los del alma cuando se medita: el que no las medita no las ve, y camina por consiguiente
entre tinieblas: siendo muy fácil en tal estado que se adhiera a objetos sensibles
y que desprecie los bienes eternos. Porque aunque a nuestro parecer no haya
imperfecciones en nosotros, escribe Sta. Teresa, cuando Dios abre los ojos del
alma, como en la oración lo suele hacer, parécense bien estas imperfecciones.
Opina S. Bernardo, que el que no medita no tiene horror de sí mismo, porque no
se conoce. La meditación arregla las afecciones del alma, y dirige nuestras
acciones hacia Dios; pero sin ella las afecciones se pegan a la tierra, con
ellas se conforman las obras y todo está en desorden.
Sta.
Catalina de Bolonia decía, que quien no adquiere el hábito de la meditación se
priva del dulcísimo lazo que une el alma con Dios; y así no será de admirar que
en tal estado de frialdad le lleve el demonio a nutrirse de un fruto
emponzoñado. Al contrario, según Sta. Teresa, el que persevera en la oración,
por esfuerzos que haga el demonio prar conducirle al mal, llegará ciertamente
por una gracia particular de Dios al puerto de salud.
Y asegura la misma santa, que si
tanto se fatiga el demonio para desviar las almas de la oración, es porque sabe
que es perdida ya para él el alma que a tan santo ejercio se dedica. ¡Cuántas
ventajas no se sacan de la oración ! Ella llena el alma de santos pensamientos,
de piadosos afectos, y de firmes resoluciones de darse enteramente a Dios; y en seguida el alma sacrifica al Señor todos
los placeres de la tierra, todos los apetitos desordenados. No puede haber gran
perfección, decía S. Luis Gonzaga, sin mucha oración.
Se
debe hacer oración únicamente para agradar a Dios, es decir, para conocer su
santísima Voluntad y pedirle la gracia de cumplirla. El venerable P. D. Antonio
Torres decía que llevando la cruz sin consuelos es como se vuela a la
perfección. Renunciar a la oración,
decía Sta. Teresa, es precipitarse en el infierno por sí mismo sin necesidad de
demonios.
La
oración habitúa a pensar siempre en Dios.
Una
persona de oración debe amar la soledad y no disiparse en asuntos voluntarios e
inútiles; de lo contrario, perderá el espíritu de recogimiento, que es un
excelente medio para conservar la unión con Dios. El alma que ama a Jesucristo
debe ser un jardín cerrado a todas las criaturas, y no debe admitir en su
corazón ni pensamientos ni afectos que no se dirijan a Dios. Nadie se santifica
teniendo el corazón abierto a todos los objetos.
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