Una persona u
organización, al actuar, siempre tiene que tener en mente una clara jerarquía
de objetivos por la que se guía, aunque su labor sea algo concreto y material
(pongo por ejemplo una ama de casa que sencillamente lava la loza; un
dermatólogo que trata un problema de piel, no podrá hacerlo, por ejemplo sin
tener en cuenta el conjunto, etc.). Y así el Estado tampoco puede prescindir de
esta jerarquía de objetivos en su labor. Así como si el ama de casa que no se
rige por una jerarquía de valores, no obtendrá una óptima organización de su
hogar, ni siquiera en asuntos temporales, así tampoco el Estado, lograría bien
común alguno, sin ello.
Una familia, ejemplo
de estructura básica de la sociedad, tiene que encaminarse al bien real e
integral de todos los integrantes, no sólo al
bien material. Resulta que si uno olvida el objetivo de la salvación de
las almas, o el bien integral de cada persona (el bien temporal no incluye sólo
el bien material), no logra tampoco unos bienes temporales adecuados, ni
siquiera materiales. “Buscad el Reino de Dios y Su Justicia, y todo lo demás se
os dará por añadidura”, dice Jesús.
El Estado, en su
labor, si actúa legítimamente, no puede prescindir de encaminarse al bien
íntegral de cada persona, lo cual, si es real, ya encaminará a la salvación de
sus almas, y a colaborar en la obra redentora de la humanidad.
Cada persona,
incluyendo las que componen el gobierno del Estado, se beneficiará de anteponer
hacer el bien real de la humanidad, a sus particulares intereses superficiales.
Un gobierno que se dirige a sus particulares intereses o intereses creados, es
ilegítimo. Si uno sólo se rige por el bien material de alguien, como último
objetivo, no depura la propia intención, y resulta que no consigue ni siquiera
bienes temporales reales. “El que quiera ganar su vida, la perderá”, dice El
Señor. Además si uno no tiene en mente la jerarquía de objetivos es fácilmente
manipulado y engañado y así aceptará como solución de pequeños problemas, algo
que realmente causa muchos mayores problemas a las personas, y a la sociedad en
su conjunto, que es malo en sí mismo, y que no respeta los derechos
fundamentales de las personas (y que sólo satisface superficialmente a los
intereses creados, no estando encaminado a resolver problema alguno, sino a
lograr alguna medida abusiva con alguna pretendida justificación engañosa).
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