DEL LIBRO TESORO ORATORIA
El amor de Dios y el amor del mundo tienen de comun el
dar fuerzas para obrar, el uno para el cielo y el otro para la tierra.
Fácil os será, amados oyentes mios. el juzgar si amais
á Dios con toda vuestra alma, examinando si haceis por él lo que hacen los que
aman las cosas del mundo para gozarlas. No es necesario emplear raciocinios ni
autoridades de los santos padres, en un asunto que es tan claro por si mismo, y
que os hace tan palpable vuestra propia experiencia. ¿Qué no haceis vosotros
mismos, y qué no sufris para ganar dinero? Trabajais desde la mañana hasta la
noche, con aplicacion y con gusto. …; por último, todo lo sufrís y llevais con
paciencia cuando se trata de ganar dinero. ¿ Por qué haceis todo esto? Porque
le amais. ¿Qué respondeis á esto, amados hijos mios? Juzgadlo vosotros mismos.
¿Por ventura podréis decir que amais á Dios vosotros, que tolerando tantas
fatigas para adquirir algun bien temporal , no teneis valor para sufrir la
menor incomodidad cuando se trata de hacer alguna cosa de que ha de resultar la
gloria de Dios? Si pensais amar á Dios procediendo de esta suerte, S. Juan os
dice que mentis. En efecto, si es un embustero el que dice una cosa y piensa
otra, ¿qué hemos de pensar de aquel que dice una cosa y hace todo lo contrario?
Asi, pues, si decis que amais a Dios, viviendo como vivis, S. Juan os dice que
mentis, ó mejor os lo dicen vuestras mismas obras.
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AÑO CRISTIANO
10
de marzo:
167
¿Por
qué aquel hombre mundano se dedica con tan continua, con tan mortal fatiga al
trabajo? ¿por qué aquella intolerable servidumbre a las obligaciones mas
menudas del empleo? ¿por qué aquella servil dependencia del negocio, de la
corte, del ejército? Solo porque se cree ser medio seguro para adelantar, o
casi el único para hacer fortuna.
168
"Aquellos
grandes del mundo, aquellos afortunados del siglo, aquellos hombres vanos que
se apacientan de grandezas, que solo sirven a sus pasiones, que idolatran su
concupiscencia, que gastan los días enteros en delicias y en pasatiempos;
¿todas estas personas creen por ventura en un Dios crucificado? ¿creen las
verdades terribles de nuestra religión? ¿entran a la parte en el objeto de su
fe las máximas de Jesucristo? ¿creen que el evangelio debe ser la única regla
de su conducta?
Aquella mujer mundana, únicamente
ocupada en sus entretenimientos; aquella a quien le han nacido las canas, y las
rugas en el juego, en las fiestas y en los espectáculos, ¿cree que para ser
discípula de Cristo es menester renunciarse, negarse a sí misma? ¿que la vida
cristiana es una vida humilde y mortificada? ¿que las diversiones del mundo
están por la mayor parte emponzoñadas; que en él todo es lazos, todo es
escollos, todo es peligros? Viviendo como se vive hoy en el mundo comunmente,
¿habrá quien tenga valor para ser responsable de su fe?
180
del pdf
¡Con cuántas celestiales gracias nos
previene! ¡Y quién podrá pensar sin admiración, sin una especie de pasmo los
señalados beneficios de que nos colma! Él mismo nos advierte que el festín está
preparado, Él nos convida, Él nos insta, Él en cierta manera nos obliga. ¡Que
nos promete a los que se resuelven a seguirle! ¡qué bondad, qué liberalidad no
ejercita con los que quieren ser sus discípulos! Nada de esto ignoramos
nosotros; todos estamos no solo instruidos, sino persuadidos a unas verdades
tan llenas de consuelo: gustado hemos no pocas veces la dulzura, la suavidad
que se experimenta en seguirle. Pero al fin se comienza a perder el gusto; se
da oídos al amor propio; se concede demasiada licencia a los sentidos; se deja
el alma engañar de los vanos atractivos del mundo; estos son los funestos
escollos donde al cabo se estrella la perseverancia. ¡Oh mi Dios, y qué medidas
no debemos tomar desde luego para evitar la desgracia de estrellarnos!
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