viernes, 5 de diciembre de 2014

VARIOS CATECISMOS Y OTROS



DE CATECISMO DE LA DOCTRINA CRISTIANA, TRADUCIDO DEL ITALIANO Y DEDICADO AL ARZOBISPO DE TARRAGONA.
28
P. ¿Todos los hombres son criados para el Paraíso?
R. Sí señor.
P. ¿Pues por qué no todos van allá?
R. Porque no todos se lo merecen.
P. ¿Podemos nosotros evitar el infierno y merecer el Paraíso?
R. Sí señor: lo podemos (y lo debemos) con la gracia de Dios viviendo como buenos cristianos.   
29
¿Por qué es la Santa Cruz la señal del cristiano?
Porque en la señal de la Santa Cruz se contienen los principales misterios de la fe, los cuales son el misterio de la Unidad de Dios y Trinidad de las Personas divinas, el de la Encarnación y el de la Redención.

Mostrad ahora cómo en esta señal se contiene el misterio de la Unidad y Trinidad de Dios.
Diciendo en el Nombre se indica la Unidad de Dios, y diciendo del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo se indica la Trinidad de las Personas.
¿Y cómo se contiene en esta señal el misterio de nuestra Redención?
Con la figura de la cruz muriendo en la cual nos ha redimido Jesucristo.
´


Catecismo católico trilingue de Pedro Canisio.
¿Cuáles se dicen Frutos del Espíritu Santo?
Los que producen los Justos que viven según el espíritu; y por los cuales los Espirituales se diferencian de los carnales.

¿Cuáles son esos Frutos?
El Apóstol San Pablo los cuenta así; Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad, Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia, Castidad.

76 ¿Por qué los mandamientos del Decálogo se proponen diez en número?
Aunque los mandamientos de la Caridad, en que consiste el cumplimiento de la Ley, sean dos, sin embargo se proponen diez en número, para que todos entiendas más claramente las obras propias de la Caridad así en orden a Dios como en orden al prójimo. 
146
¿Bastará al Cristiano huir el mal, y apartarse del pecado?
No por cierto; sino que demás de eso es menester obrar el Bien, y ejercitar las virtudes; porque si no, quien sabe el Bien, y no lo hace, ese peca.
¿Cuál es el Bien que ha de obrar el Cristiano?
Hablando en general, debe obrar todo aquel bien que la ley natural, divina y humana manda o enseña. Pero en particular debe cado uno cumplir las obligaciones de su estado, correspondiendo con agradecimiento a la gracia que de Dios recibió. Pues todo árbol que no diere buen fruto, será cortado y echado en el fuego.
¿Qué géneros de buenas obras son las principales?
Sonlo aquellas obras de que se compone en este mundo una vida sobria, ajustada y piadosa; y por las cuales crecen los Justos más y más en la justicia, y los Santos cada día se santifican más.
¿Cuántos linajes hay de estas obras buenas?
Tres:
A saber;
1. Ayuno.
2. Limosna.
3. Oración.
De las cuales leemos así;
Buena es la Oración junta con el Ayuno y la Limosna.
¿Cuál es el fruto de las buenas obras?
Les está prometido el premio en esta vida temporal y en la eterna; sirven para aplacar a DIOS; conservan y acrecientan la gracia; y finalmente hacen segura y cumplida la vocación del Cristiano.
¿Qué cosa es Ayuno?
El abstenerse de comer carne en ciertos días según costumbre y mandamiento de la IGLESIA; y por lo menos el comer una sola vez al día, y eso más templadamente. Mas si se quiere tomar este nombre en general, por Ayuno se entiende cualquier penalidad corporal por motivo de virtud; o para que la carne esté sujeta al espíritu, o para ejercitar la obediencia, o para conseguir la divina gracia.
¿Qué cosa es Oración?
Es levantar el corazón a DIOS para pedirle, o que nos libre de los males, o nos conceda los bienes así para nosotros, como para otros: sirve también para alabar a DIOS.
¿Qué cosa es Limosna?
Es un beneficio con que socorremos la miseria ajena por afecto de compasión.
¿Cuántos linajes hay de Limosna o misericordia?
Dos; porque de las obras de misericordia unas hay corporales, y otras espirituales; éstas que se ordenan a remediar la necesidad espiritual del prójimo; aquellas a la corporal.
¿Cuántas son las obras de la misericordia corporal?
Siete:
1. Dar de comer al hambriento.
2. Dar de beber al sediento.
3. Vestir al desnudo.
4. Redimir al cautivo.
5. Visitar los enfermos.
6. Dar posada al peregrino.
7. Enterrar los muertos.

¿Cuántas son las obras de la misericordia espiritual?
Siete también éstas:
1. Corregir al que yerra.
2. Enseñar al que no sabe.
3. Dar buen consejo al que lo ha menester.
4. Rogar a DIOS por la salvación del prójimo.
5. Consolar al triste.
6. Sufrir con paciencia los agravios.
7. Perdonar las injurias.

CATECISMO DE LAS VIRTUDES PARA LOS ALUMNOS.

¿Cuáles son mas principales, las corporales o las espirituales?
R. Las espirituales, porque socorren al hombre en su parte más noble y principal que es el alma. 


DE ARTE DE INSTRUIR Y MOVER LAS ALMAS EN EL TRIBUNAL DE LA PENITENCIA.
1780, tomo segundo
Sobre los medios de hacer sólida nuestra conversión.
Respetos que atan al mundo.
(no literal) Un alma cristiana debe desterrar de sí la menor reliquia de cosa que huela a mundo. 

36
Pero vemos frecuentemente, que por una ceguedad deplorable, los padres y las madres cuidan poco del alma de sus hijos, y se contentan con procurarles los bienes del cuerpo, y nada más. Ellos tienen un cuidado tan grande del aumento temporal de sus hijos, que se abandonan muchas veces a una peligrosa avaricia, con pretexto de una prudente economía. ¿Pero de qué servirán a vuestros hijos para su salvación eterna todos los bienes que habéis amontonado con tanto peligro? Si ellos son malos, no sacarán de ellos utilidad.
Cuando los hijos están mal criados, vale más que sean pobres que no ricos, porque las riquezas apenas permiten que se guarde la castidad y templanza cristiana (San Juan Crisóstomo in cap. 2? Timoteo, cap 9?).

38
"Tened cuidado de criar bien vuestros hijos, corrigiéndolos e instruyéndolos según el Señor" (Efesios 6, 4). Debeis I. hacer de suerte, que nadie haya en vuestra familia que ignore los principios de la religión, y que no esté instruido de las cosas necesarias para la salvación: como el Símbolo, los Mandamientos de Dios y de la Iglesia, los Sacramentos del Bautismo, de la Penitencia, de la Eucaristía, y demás. Además de estas instrucciones, estáis obligados a trabajar en arreglar los movimientos de su corazón, manifestarles vuestro celo por su salvación, hablándoles frecuentemente de las grandezas de Dios, de las maravillas que ha obrado, y de los beneficios que hemos recibido y recibimos continuamente de sus manos liberales, para inclinarnos, como dice el Profeta, a poner toda su esperanza en Dios, a no olvidar jamás las obras del Señor, y a ser fiel en la investigación práctica de sus santos mandamientos (Salmo 77). Podréis hacer mucho fruto en vuestras instrucciones, inspirándoles en todas ocasiones sentimientos opuestos a los de la naturaleza corrompida, apartando con mucho cuidado todas las ocasiones que pudieran ponerles en peligro de perderse, dándoles buen ejemplo, corrigiéndolos con caridad y prudencia cristiana, en fin, buscándoles buenos maestros, y que sean piadosos.
Podéis inspirarles con fruto sentimientos cristianos, poniéndoles muchas veces delante de los ojos las promesas que han hecho en su Bautismo, explicándoselas, haciéndoles ver que están obligados a guardarlas con una gran fidelidad; diciéndoles, que renunciar al demonio es arrojarle lejos de sí, desecharle, y hacer profesión de aborrecerle: que las pompas del demonio no son otra cosa que las pompas del mundo, es a saber, la ambición, la vanagloria, el lujo, las concurrencias donde reina la ostentación de la vanidad, y que no sirven de otra cosa que de encender las pasiones, como los espectáculos; que las obras del demonio a que renunciamos, son los vicios, y todas las acciones prohibidas por la ley de Dios. No solamente debéis hacerles conocer las obligaciones que han contraído en su Bautismo, pero aún empeñarles con maña a ponerlas en práctica. Es bueno inspirarles desprecio de las grandezas del siglo: se puede por ejemplo, tomar ocasión de las desgracias que suceden a las personas elevadas en dignidad, y de las muertes de los Grandes, de quienes ellos oyen hablar, para hacerles reflexionar sobre la vanidad y la poca duración de los honores de este mundo, y sobre la ventaja que es, no estar el hombre apegado mas que a Dios. Si se habla delante de ellos de algún delito cometido, es menester tomar ocasión de inspirarles horror de él, y hacerles conocer que es la mayor miseria y ceguedad, acarrearse una eternidad de penas por tomarse una satisfacción de un instante. Si en su presencia se dice de algunas personas, que han ido al baile, o a ver la comedia, es importante hacerles comprender, que todas estas cosas pertenecen a las pompas del mundo: y que aquellos placeres son lazos que el demonio tiende a los hombres para hacerles caer en el pecado: que los espectáculos son ocasión de ofender a Dios, y que según San Ambrosio, el baile es compañero casi inseparable de los deleites y de la impureza.
No debéis jamás sufrir, que en su presencia se disimule con nombre de virtud lo que es pecado según las reglas del Evangelio: que se diga por ejemplo, que es liberalidad hacer gastos superfluos: que tener la mesa más espléndida, y los muebles más ricos, hace al hombre más digno de estimación: que es cosa inocente frecuentar los bailes y espectáculos: que el vengarse de una injuria es tener honra y valor, ... Y tampoco debéis permitir que en presencia de vuestros hijos se ridiculicen las virtudes, porque no conciban desprecio de ellas; como que se llame a la piedad hipocresía, al temor de ofender a Dios escrúpulo y pusilanimidad, a la práctica de la vida penitente rigor indiscreto. En fin, para evitar que incurran en la vanidad, que es fuente de muchos pecados, no se les debe lisonjear su amor propio, haciéndoles vestidos que indiquen lujo; ... Por tanto pecan gravísimamente los padres y madres cuando dan a sus hijos ocasión de escándalo con sus malos ejemplos, y se puede decir de ellos, lo que dice Jesucristo de aquel que escandaliza a los pequeños: Sería muy justo que se les atase una piedra de molino al cuello, y se les arrojase al mar (Mateo 18, 6).
En fin, voy a daros un aviso muy importante, y es, que no os es permitido escoger a vuestro arbitrio el estado que han de tomar vuestros hijos, sin consultar antes a Dios, y sin saber si el Señor los llama a él, porque hay muchos padres y madres, que no miran a otra cosa en esta elección, que a los intereses temporales y puramente humanos. ... Lo más que tenéis derecho de hacer, es informaros de las razones que vuestros hijos tienen para la elección a que se inclinan: pero después que habéis reconocido por el examen que hubiereis hecho de sus motivos, que ellos buscan sinceramente a Dios, y que es Dios quien los llama, es menester sacrificarlos a Dios, y no oponeros a su voluntad.
En lugar de las instrucciones mundanas, que otros dan a sus hijos, decidles vos frecuentemente a los vuestros aquellas bellas palabras del Papa San León. Reconoce, oh cristiano, tu dignidad. ... Habiendo sido hecho participante de la naturaleza divina por el Bautismo, no degeneres jamás por la bajeza de tus sentimientos de esta singular grandeza. Acuérdate de dónde vienes, y a dónde vas. Acuérdate de qué padre eres hijo, y de qué cabeza eres miembro; acuérdate de dónde has sido sacado por la misericordia de Dios, y a qué has sido llamado.
¿Por qué no repetiréis a vuestros hijos los empeños que han contraído con Dios en el Sacramento del Bautismo? ¿Por qué no les haréis a ellos mismos repetir las renucias de Satanás, de sus pompas y de sus obras, que pronunciaron al recibirle? Con este motivo se les explica lo que han de entender por pompas del demonio, y se les dice, que esta es la vida toda de las gentes del  mundo, la frecuencia de los espectáculos y de otras asambleas profanas ; porque el demonio ostenta en ellas sus pompas, esto es, que allí seduce a las almas con los atractivos de la vanidad, de los placeres criminales, con el lujos, y los atavíos provocativos y mundanos. De esta suerte se les hace penetrar el espíritu de los votos de su Bautismo, se les empeña en practicar la observancia de la Ley de Dios, que se comprende casi toda en este primer voto.
Es menester formarles temprano en la piedad. La buena instrucción de un hijo en la primera edad impide que en los años de juventud se extravíe.



San León Magno
Pero es importante saber por qué se muere y para quién vive, porque hay una muerte que hace vivir y una vida que mata.

Y es justamente en este mundo efímero, donde hay que buscar lo uno y lo otro; de la calidad de nuestras acciones terrenas, dependerá la diferencia de las retribuciones eternas. Muramos pues al diablo y vivamos para Dios; muramos al pecado para resucitar a la justicia; qué desaparezca el hombre viejo para que nazca el ser nuevo.
Ya que, según la palabra de la Verdad, "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24), tomemos como ejemplo no al que hace tropezar a los que están de pie para llevarles a la ruina, sino al que ayuda a levantar a los que caen, para conducirles a la gloria.


PRÁCTICA DEL AMOR A JESUCRISTO. Alfonso María de Ligorio. 1845.
Advertencia del traductor. (D. Joaquín Roca y Cornet).
"Toda la Ley de Jesucristo se reduce a la Caridad".

Cor. 13, 4. La caridad es paciente, es benigna, no conoce la envidia ni la tibieza, no se hincha ni ambiciona, no busca sus propios intereses ni se enfurece, ni piensa mal, ni se complace en la iniquidad (Según la Biblia anotada por Scio de Miguel: 1 Cor. 13, 4-8: La caridad es paciente, es benigna: la caridad no es envidiosa, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal, no se goza de la iniquidad, mas se goza de la verdad: Todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca fenece: aunque se hayan de acabar las profecías, y cesar las lenguas, y ser destruida la ciencia, 1 Cor 14, 1: Seguid la caridad, codiciad los dones espirituales: y sobre todo el de profecía). "He aquí lo que es la caridad en oposición a los vicios de orgullo, de odio y de egoísmo, que corroen y corrompen el corazón humano; y cuya raiz maligna nace de su inclinación al mal. ¿Qué es pues la Caridad? Todo lo contrario, el compendio de todas las virtudes de rectitud, de mansedumbre, de candor, de amor, de esperanza. La Caridad, continúa el Apóstol, se complace en la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sostiene. Es aquel todo para todos, aquel desprendimiento generoso, aquella humildad profunda, aquella agradable dulzura y suavidad, aquella paciencia inalterable, aquel ardiente deseo de hacer bien por el amor de Dios, que hace del hombre un ángel con carne, imagen viva de Jesucristo, y diseño en la tierra de los predestinados. Es por fin el Amor, aquel fuego que el Hijo de Dios vino a encender en el mundo, que une la tierra con el cielo, el tiempo con la eternidad, la criatura con el Criador.
... para despegar el alma de lo terreno, y unirla con su único centro, que es Dios, por medio del amor a Jesucristo, que nos hace una dulce violencia, y es para nosotros en este valle de amargura y de pecado una apremiante necesidad.


DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO.

"Toda la santidad y toda la perfección consiste en amar a Jesucristo nuestro Dios, nuestro soberano bien y nuestro Salvador.  El que me ama, dice Jesucristo, será amado de mi Padre: Mi Padre os ama porque vosotros me amasteis (Juan 16, 27). "
"La perfección consiste en amar a Dios de todo corazón."  La caridad une y conserva todas la virtudes que hacen al hombre perfecto (Colosenses 3, 34).
¿Y cómo puede Dios dejar de merecer nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad (Jer ¿31, 3?)

52, Comunión, alma en Gracia  y vivo deseo de crecer en el amor de Jesucristo
53   "cuando Jesucristo viene a una alma por la santa comunión, lleva consigo tesoros inmensos de gracias, y puede muy bien decirse después de la comunión Todos los bienes me han venido con ella.  
S. Dionisio enseña que el sacramento de la Eucaristía es el medio más poderoso para santificar las almas.
La Eucaristía puede excitar un amor tan intenso en el alma hasta el  punto que ésta se olvida de sí misma, y pierde de vista todas las cosas criadas
Santo Tomás de Villanueva ¿Qué temes, si detestas tu pecado, ...
El amor es la plenitud de la Ley. Romanos 15 (0 13), 10
Cristo murió por nosotros, a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para aquel que murió por nosotros (2 Corintios 5, 15). 77       
81 "Salomón llama la sabiduría, que es la caridad, un tesoro infinito; porque el que tiene la caridad participa de la amistad de Dios [SAP 7, 14 (U 11)]."   
"Mil veces se halla repetido en la Escritura que Dios ama al que le ama (Prov, 8, 17; Jo 14, 23). He aquí la bella unión que obra la caridad, uniendo el alma con Dios. El amor da la fuerza de hacerlo y de sufrirlo todo por Dios (Cant. 8, 6). Nada hay tan difícil, dice S. Agustín (Lib. de Mor. Eccl. c. 22), que no se consiga con el amor; porque el amor hace que no se sienta la fatiga, y las cosas que son duras se vuelven blandas a los que aman.
San Crisóstomo nos enseña cuáles son los efectos del amor divino en un corazón dominado por este amor. Cuando el amor de Dios se ha apoderado de un alma, dice el santo, produce en ella un deseo insaciable de obrar en pro del objeto amado; por manera, que por muy duros que sean los trabajos, le parece siempre no hacer nada; se aflige siempre de hacer poco por Dios, y si le fuese dado morir por Él, este sería su mayor contento. Mira casi como inútil todo lo que hace, porque el amor le descubre lo que Dios merece; ve cuán imperfectas son sus acciones, no encontrando en ellas sino pena y confusión; y reconociendo que todo cuanto hace es muy poco para tan grande Señor."    
"Oh, cuanto se engañan, exclama S. Francisco de Sales, aquellos que buscan la santidad fuera del amor de Dios. Las otras virtudes sin la caridad son como un montón de piedras, y de nosotros solos depende el poseer esta virtud de la caridad en toda su perfección, consagrándonos enteramente a Dios.
El Señor dijo un día a santa Teresa: Todo lo que no se hace para agradarme es vanidad. ¡Que no pueda yo grabar esta gran verdad en el corazón de todos los hombres! Una sola cosa es necesaria; no es necesario ser rico acá en la tierra, hacerse estimar de los hombres, llevar una vida cómoda y regalada, tener dignidades, ser contado entre los sabios, no: la única cosa necesari es amar a Dios y hacer Su santa Voluntad. Para esto solo nos crió y nos conserva; por este solo medio podemos llegar al paraíso.  Grabadme, dice el Señor, como un sello en vuestro corazón y en vuestro brazo, a fin de dirigir hacia mí todos vuestros pensamientos, todos vuestros deseos, y todas vuestras acciones; ponedme en vuestro corazón para que no entre en él otro amor que el mío, y en vuestro brazo, para que en todo cuanto hacéis no tengais otro fin que yo (¿algo de 3, 6 u 8, 6?). Córrese, vuélase por la senda de la perfección desde el momento en que no se tiene otra mira que a Jesús crucificado y el deseo de agradarle.
Debemos, pues, poner todos nuestros conatos en adquirir un verdadero amor hacia Jesucristo. ¿Queréis saber los caracteres de este amor? Vedlos aquí. El amor es timorato, su único temor es desagradar a Dios; es generoso, lleno de confianza en Dios, osa emprenderlo todo por la gloria de Dios; es fuerte, triunfa de las pasiones, de las tentaciones más violentas, de las mayores angustias; es obediente, sigue desde luego a la voz de Dios; es puro, no amando sino a solo Dios, y amándole por la sola razón que merece ser amado; es ardiente, porque quisiera inflamar todos los corazones, y verlos consumidos de divino amor; arrebata el alma, y la hace vivir como fuera de sí  misma, hasta el punto que ya no parece ocuparse en las cosas de la tierra, sino únicamente en amar a Dios; es unitivo, une estrechamente la voluntad de la criatura con la de su Criador; suspira sin cesar, llenando el alma de deseo de dejar la tierra para unirse perfectamente a Dios en la patria de la bienaventuranza, y amarle allí con todas sus fuerzas.
Nadie mejor que S. Pablo señala los caracteres de la verdadera caridad y los medios de adquirirla. Sin la caridad, dice ( Cor. 13), el hombre es nada, y nada le es provechoso. Aún cuando se tuviese una fe que transportase las montañas de un lugar a otro, como hizo S. Gregorio el Taumaturgo; aún cuando se diesen a los pobres todos los bienes; aún cuando se llegase al punto de sufrir voluntariamente el martirio, todo esto, sin la caridad, y sin que se hiciese para complacer a Dios, de nada serviría. Pasa en seguida S. Pablo a indicarnos los caracteres de la verdadera caridad, y nos enseña la práctica de las virtudes que nacen de la caridad. La caridad es paciente, etc. Vamos pues a considerar estas santas prácticas ya para conocer si tenemos verdaderamente el amor que debemos a Jesucristo, ya para conocer mejor en qué virtudes hemos de ejercitarnos, principalmente para conservar y aumentar en nosotros este santo amor. "
El que ama a Jesucristo ama los padecimientos. La tierra es un lugar de  merecer, y por esto es un lugar de sufrir. No podemos ser completamente felices sino en el cielo, nuestra patria y nuestro eterno reposo, Poco tiempo pasamos en este mundo, y este poco tiempo está lleno de penas (Job 14, 1). No hay una sola persona que no haya de sufrir algo: todos los hombres, justos y pecadores, están obligados a llevar la cruz. El que la lleva de buen grado y con paciencia, se salva; el que la lleva con impaciencia, se pierde. Las mismas miserias, dice S. Agustín, son un medio de salud para unos, y de condenación para otros.  En el crisol de los sufrimientos, añade, se separa la paja del grano en la Iglesia del Señor. El que se humilla en las tribulaciones y se resigna en Dios, es el grano destinado al paraíso; al contrario, el que se engríe, se impacienta y abandona a Dios, es la paja destinada al infierno. "

124.
"Las gentes de mundo tienen muchos fines desarreglados en sus acciones, como agradar a los hombres, darse honra, amontonar riquezas, o a lo menos, contentarse a sí mismos. Pero el cristiano no tiene sino un solo ojo para mirar a Dios en todo, y complacerle; ...".
"No basta hacer buenas obras, sino que es preciso hacerlas bien. Para que nuestras obras sean buenas y perfectas, es menester que se hagan con mira de agradar a Dios. Tal es el elogio que se da a Jesucristo, que hizo bien todas las cosas. Muchas acciones, loables por otra parte en sí mismas, dejarán de ser meritorias, o lo serán poco con respecto a Dios, porque no habrán sido puramente dirigidas a la gloria del Señor. Sta. María Magdalena de Pazzi decía, que Dios recompensa nuestras buenas obras a proporción de nuestra pureza de intención, es decir: que cuanto más pura sea nuestra intención, más recompensadas serán de Dios nuestras acciones. Mas ay! cuan difícil es encontrar una acción hecha solamente por Dios!
A menudo .... se trabaja mucho y se alcanza poco, porque lejos de trabajar únicamente por Dios, solo se tiene presente la gloria mundana, el interés, o cuando menos, su propia inclinación.
Guardaos, dice el Señor, de hacer el bien para ser vistos de los hombres, de lo contrario, no recibiréis premio alguno del Padre celestial (Mt. 6, 1). El que trabaja para satisfacer su gusto, ha recibido ya su recompensa; pero una recompensa que se reduce a un poco de humo, a una satisfacción efímera que pasa sin dejar provecho alguno en el alma. El profeta Ageo declara, que aquel que trabaja por otro fin que el de agradar a Dios, pone los frutos de su trabajo en un saco sin fondo, en donde no halla nada cuando le abre(Ageo 1, 6).
Resulta de ahí que si después de haberse tomado  mucha pena no llega al término que se propuso, cae en la turbación y en la inquietud. He aquí una prueba de que no tenía por mira la sola gloria de Dios: el que no trabaja sino para la gloria de Dios no se conturba aun cuando la cosa no tenga éxito; pues  habiendo obrado con la recta intención de agradar a Dios, ha logrado ya el fin que deseaba.
Ved las señales por los que se puede conocer si una persona ocupada en asuntos espirituales obra solamente por Dios: 1.º Si cuando no le sale bien no se turba, pues no queriéndolo Dios, tampoco lo quiere ella. 2.º si se alegra tanto por el bien que han hecho los otros, como si ella misma le hubiese obrado: 3.º si no desea mas un empleo que otro sino que se adhiere únicamente al que le señalan sus superiores: 4.º si después de estas acciones ni busca elogios, ni recompensas; y por consiguiente, si se la critica no se aflige por ello sino que se contenta únicamente de haber contentado a Dios: si siendo aplaudida y alabada, no se envanece, sino que da a la vanagloria la respuesta que le hacía el venerable Juan de Ávida: Vete, tarde has llegado, cuando tengo ya consagrada toda esta obra a Dios.
Este es el medio para entrar en el gozo del Señor, alegrándose de lo que place a Dios, como el servidor fiel (Mt. 28, 23). Si tenemos la dicha de hacer alguna cosa que agrade a Dios, dice S. Crisóstomo, ¿qué más queremos? ¿No es la mayor recompensa, la mayor felicidad que puede caber en la criatura el agradar a su Criador?

129
Esto es lo que exige Jesucristo de una alma que le ame [Cant. 3 (u 8), 6]. Quiere que ella le ponga como un sello sobre su corazón y sobre su brazo a fin de que no emprenda ni haga jamás cosa alguna sino para complacer a Dios, y que Dios sea siempre el único objeto de sus pensamientos y de sus acciones. El que quiere ser santo, dice Sta. Teresa, no debe tener otro deseo que agradar a Dios. Toda acción hecha por Dios, por pequeña que sea de otra parte, es superior a todo precio. Y la razón es, porque todo lo que se hace con la mira de agradar a Dios es un acto de caridad, que nos une por consiguiente a Dios, y nos procura los bienes eternos. "

"Aquellos que en todas sus acciones no tienen otra mira que la voluntad del Señor, disfrutan y saborean aquella santa libertad de espíritu, posesión exclusiva de los hijos de Dios, libertad que les hace abrazar todo cuanto place a Jesucristo, a pesar de toda la repugnancia del amor propio o del respeto humano. El amor de Dios constituye en una indiferencia absoluta lo dulce, lo amargo; todo es igual. Renunciase a las propias inclinaciones para no querer sino aquello que agrada a Dios, y con la misma tranquilidad ocupan las cosas pequeñas o agradables: basta que aquellas a que nos dedicamos agraden a Dios.

Caridad, vínculo de perfección: Colosenses 3, 14 La caridad reúne en un alma las más perfectas virtudes.
Dios os preserve, decía Santa Teresa, de un pecado deliberado por pequeño que sea.  
Todo el mal viene de que se tiene poco amor a Jesucristo. Los unos están llenos de estimación de sí mismos, los otros se irritan de todo suceso contrario a su voluntad; estos comen mucho por razones de salud; aquellos sumamente distraidos en su interior, escuchan a menudo discursos extraños al servicio de Dios, y propios únicamente para satisfacer sus caprichos; y los otros, en fin, se sienten heridos del menor disgusto que creen recibir, se turban, faltan a la oración, o a lo menos al recogimiento que la oración exige; pasan en un instante de la alegría a la tristeza o a la cólera, según que sus negocios salen o no a medida de sus deseos. Todas estas pesonas pues no aman, o aman muy poco a Jesucristo, y desacreditan la verdadera devoción.
El que no hace el menor esfuerzo para avanzar, retrograda (retrocede), y es arrastrado por la naturaleza corrompida.
Tomar una resolución y poner medios (propios del propio estado para la santificación), al respecto de vivir la santidad, la entrega total a Dios; no se trata, pues, de un vano e inútil deseo. Proverbios 21, 23: los deseos matan al perezoso.


La primera resolución ha de ser la de morir antes de cometer un pecado con deliberación, por pequeño que sea.
S Francisco de Sales: la mayor certitud que podemos tener en este mundo de estar en gracia de Dios no consiste en un amor sensible hacia Dios, sino en una entera e irrevocable resignación a su voluntad, y en una firme resolución de no consentir jamás en pecado alguno, ni grande ni pequeño; es decir, que esta certitud consiste en una grande delicadeza de conciencia, que no es escrúpulo. Es preciso ser delicado para ser santo, pero el escrúpulo es un defecto muy perjudicial. Se debe obedecer al Padre espiritual y vencer los escrúpulos que no son sino aprehensiones vanas y fuera de razón.
Es indispensable después resolverse a escoger sin reserva lo mejor, esto es, no solamente lo que es agradable a Dios, sino hasta lo que le es más agradable. S. Francisco de Sales invita a comenzar por una fuerte y constante resolución de darse todo a Dios, protestándole que en adelante queremos pertenecer a él sin ninguna reserva, y renovar a menudo esta resolución. S. Andrés Avelino hizo voto de adelantar todos los días en la perfección. Sin embargo, para ser santo no es necesario hacer este voto, pero es preciso que todos los días se trate de dar algunos pasos en la perfección. S. Lorenzo Justiniano asegura, que una vez se haya entrado de todo corazón en el camino de la perfección se siente crecer siempre más y más el deseo de progresar en él; y que este deseo se fortifica a medida que se va adelantando, porque cada día se adquieren nuevas luces.
Es menester además poner en práctica inmediatamente las resoluciones que se hayan hecho, sin aguardar a mañana; ¿quién sabe si después tendremos tiempo? Seguid en esto el consejo del Eclesiastés: Cualquiera cosa que pueda hacer tu mano, óbrala con instancia (Ecles 9, 10); esto es, no queráis diferir lo que podéis hacer desde luego; y la razón es: porque ni obra, ni razón, ni sabiduría, ni ciencia habrá en el sepulcro, a donde caminas aprisa (Ecles. 9, 10). En la vida futura se acabaron ya el tiempo y los medios de hacer el bien y de merecer; después de la muerte lo que está hecho está hecho.
De S. Carlos Borromeo: Hoy es el día que empiezo a servir a Dios.
Tomemos pues, cada día la resolución de darnos a Dios. No nos paremos en lo que hacen los otros, pues pocos hay que de veras trabajen en hacerse santos.
S. Bernardo dice: si queremos imitar el común de los hombres seremos siempre imperfectos como ellos. Preciso es vencerlo todo, renunciar a todo, para conseguirlo todo. Como no acabemos por dar todo nuestro corazón a Dios, decía Sta. Teresa, tampoco no nos dará él todo su amor.
Él murió para todos nosotros, dice el Apóstol, para que cada uno de nosotros no viva sino para amarle (2 Cor. 5, 15).
El tercer medio para santificarse, es la oración mental. El que no medita las verdades eternas, según Gerson, no puede sin milagro, vivir como cristiano; y la razón es, porque sin oración mental quedamos sin luz, y caminamos palpando tinieblas. Las verdades de la fe no pueden ser perceptibles a los ojos del cuerpo, sino solamente a los del alma cuando se medita: el que no las  medita no las ve, y camina por consiguiente entre tinieblas: siendo muy fácil en tal estado que se adhiera a objetos sensibles y que desprecie los bienes eternos. Porque aunque a nuestro parecer no haya imperfecciones en nosotros, escribe Sta. Teresa, cuando Dios abre los ojos del alma, como en la oración lo suele hacer, parécense bien estas imperfecciones. Opina S. Bernardo, que el que no medita no tiene horror de sí mismo, porque no se conoce. La meditación arregla las afecciones del alma, y dirige nuestras acciones hacia Dios; pero sin ella las afecciones se pegan a la tierra, con ellas se conforman las obras y todo está en desorden.
Sta. Catalina de Bolonia decía, que quien no adquiere el hábito de la meditación se priva del dulcísimo lazo que une el alma con Dios; y así no será de admirar que en tal estado de frialdad le lleve el demonio a nutrirse de un fruto emponzoñado. Al contrario, según Sta. Teresa, el que persevera en la oración, por esfuerzos que haga el demonio prar conducirle al mal, llegará ciertamente por una gracia particular de Dios al puerto de salud. 
Y asegura la misma santa, que si tanto se fatiga el demonio para desviar las almas de la oración, es porque sabe que es perdida ya para él el alma que a tan santo ejercio se dedica. ¡Cuántas ventajas no se sacan de la oración ! Ella llena el alma de santos pensamientos, de piadosos afectos, y de firmes resoluciones de darse enteramente a Dios;  y en seguida el alma sacrifica al Señor todos los placeres de la tierra, todos los apetitos desordenados. No puede haber gran perfección, decía S. Luis Gonzaga, sin mucha oración.
Se debe hacer oración únicamente para agradar a Dios, es decir, para conocer su santísima Voluntad y pedirle la gracia de cumplirla. El venerable P. D. Antonio Torres decía que llevando la cruz sin consuelos es como se vuela a la perfección.  Renunciar a la oración, decía Sta. Teresa, es precipitarse en el infierno por sí mismo sin necesidad de demonios.
La oración habitúa a pensar siempre en Dios.
Una persona de oración debe amar la soledad y no disiparse en asuntos voluntarios e inútiles; de lo contrario, perderá el espíritu de recogimiento, que es un excelente medio para conservar la unión con Dios. El alma que ama a Jesucristo debe ser un jardín cerrado a todas las criaturas, y no debe admitir en su corazón ni pensamientos ni afectos que no se dirijan a Dios. Nadie se santifica teniendo el corazón abierto a todos los objetos.

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