DE CATECISMO DE LA DOCTRINA CRISTIANA, TRADUCIDO DEL ITALIANO Y DEDICADO AL ARZOBISPO DE TARRAGONA.
28
P.
¿Todos los hombres son criados para el Paraíso?
R.
Sí señor.
P.
¿Pues por qué no todos van allá?
R.
Porque no todos se lo merecen.
P.
¿Podemos nosotros evitar el infierno y merecer el Paraíso?
R.
Sí señor: lo podemos (y lo debemos) con la gracia de Dios viviendo como buenos
cristianos.
29
¿Por
qué es la Santa Cruz
la señal del cristiano?
Porque
en la señal de la Santa
Cruz se contienen los principales misterios de la fe, los
cuales son el misterio de la
Unidad de Dios y Trinidad de las Personas divinas, el de la Encarnación y el de la Redención.
Mostrad
ahora cómo en esta señal se contiene el misterio de la Unidad y Trinidad de Dios.
Diciendo
en el Nombre se indica la
Unidad de Dios, y diciendo del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo se indica la
Trinidad de las Personas.
¿Y
cómo se contiene en esta señal el misterio de nuestra Redención?
Con
la figura de la cruz muriendo en la cual nos ha redimido Jesucristo.
´
Catecismo
católico trilingue de Pedro Canisio.
¿Cuáles
se dicen Frutos del Espíritu Santo?
Los
que producen los Justos que viven según el espíritu; y por los cuales los
Espirituales se diferencian de los carnales.
¿Cuáles
son esos Frutos?
El
Apóstol San Pablo los cuenta así; Caridad, Gozo, Paz, Paciencia, Longanimidad,
Bondad, Benignidad, Mansedumbre, Fe, Modestia, Continencia, Castidad.
76
¿Por qué los mandamientos del Decálogo se proponen diez en número?
Aunque
los mandamientos de la Caridad,
en que consiste el cumplimiento de la
Ley, sean dos, sin embargo se proponen diez en número, para
que todos entiendas más claramente las obras propias de la Caridad así en orden a
Dios como en orden al prójimo.
146
¿Bastará
al Cristiano huir el mal, y apartarse del pecado?
No
por cierto; sino que demás de eso es menester obrar el Bien, y ejercitar las
virtudes; porque si no, quien sabe el Bien, y no lo hace, ese peca.
¿Cuál
es el Bien que ha de obrar el Cristiano?
Hablando
en general, debe obrar todo aquel bien que la ley natural, divina y humana
manda o enseña. Pero en particular debe cado uno cumplir las obligaciones de su
estado, correspondiendo con agradecimiento a la gracia que de Dios recibió.
Pues todo árbol que no diere buen fruto, será cortado y echado en el fuego.
¿Qué
géneros de buenas obras son las principales?
Sonlo
aquellas obras de que se compone en este mundo una vida sobria, ajustada y
piadosa; y por las cuales crecen los Justos más y más en la justicia, y los Santos
cada día se santifican más.
¿Cuántos
linajes hay de estas obras buenas?
Tres:
A
saber;
1.
Ayuno.
2.
Limosna.
3.
Oración.
De
las cuales leemos así;
Buena
es la Oración
junta con el Ayuno y la
Limosna.
¿Cuál
es el fruto de las buenas obras?
Les
está prometido el premio en esta vida temporal y en la eterna; sirven para
aplacar a DIOS; conservan y acrecientan la gracia; y finalmente hacen segura y
cumplida la vocación del Cristiano.
¿Qué
cosa es Ayuno?
El
abstenerse de comer carne en ciertos días según costumbre y mandamiento de la IGLESIA; y por lo menos el
comer una sola vez al día, y eso más templadamente. Mas si se quiere tomar este
nombre en general, por Ayuno se entiende cualquier penalidad corporal por
motivo de virtud; o para que la carne esté sujeta al espíritu, o para ejercitar
la obediencia, o para conseguir la divina gracia.
¿Qué
cosa es Oración?
Es
levantar el corazón a DIOS para pedirle, o que nos libre de los males, o nos
conceda los bienes así para nosotros, como para otros: sirve también para
alabar a DIOS.
¿Qué
cosa es Limosna?
Es
un beneficio con que socorremos la miseria ajena por afecto de compasión.
¿Cuántos
linajes hay de Limosna o misericordia?
Dos;
porque de las obras de misericordia unas hay corporales, y otras espirituales;
éstas que se ordenan a remediar la necesidad espiritual del prójimo; aquellas a
la corporal.
¿Cuántas
son las obras de la misericordia corporal?
Siete:
1.
Dar de comer al hambriento.
2.
Dar de beber al sediento.
3.
Vestir al desnudo.
4.
Redimir al cautivo.
5.
Visitar los enfermos.
6.
Dar posada al peregrino.
7.
Enterrar los muertos.
¿Cuántas
son las obras de la misericordia espiritual?
Siete
también éstas:
1.
Corregir al que yerra.
2.
Enseñar al que no sabe.
3.
Dar buen consejo al que lo ha menester.
4.
Rogar a DIOS por la salvación del prójimo.
5.
Consolar al triste.
6.
Sufrir con paciencia los agravios.
7.
Perdonar las injurias.
CATECISMO
DE LAS VIRTUDES PARA LOS ALUMNOS.
¿Cuáles
son mas principales, las corporales o las espirituales?
R.
Las espirituales, porque socorren al hombre en su parte más noble y principal
que es el alma.
DE ARTE DE INSTRUIR Y MOVER LAS ALMAS EN EL TRIBUNAL DE LA PENITENCIA.
1780, tomo
segundo
Sobre los medios
de hacer sólida nuestra conversión.
Respetos que
atan al mundo.
(no literal) Un
alma cristiana debe desterrar de sí la menor reliquia de cosa que huela a
mundo.
36
Pero vemos
frecuentemente, que por una ceguedad deplorable, los padres y las madres cuidan
poco del alma de sus hijos, y se contentan con procurarles los bienes del
cuerpo, y nada más. Ellos tienen un cuidado tan grande del aumento temporal de
sus hijos, que se abandonan muchas veces a una peligrosa avaricia, con pretexto
de una prudente economía. ¿Pero de qué servirán a vuestros hijos para su
salvación eterna todos los bienes que habéis amontonado con tanto peligro? Si
ellos son malos, no sacarán de ellos utilidad.
Cuando los hijos
están mal criados, vale más que sean pobres que no ricos, porque las riquezas
apenas permiten que se guarde la castidad y templanza cristiana (San Juan
Crisóstomo in cap. 2? Timoteo, cap 9?).
38
"Tened
cuidado de criar bien vuestros hijos, corrigiéndolos e instruyéndolos según el
Señor" (Efesios 6, 4). Debeis I. hacer de suerte, que nadie haya en
vuestra familia que ignore los principios de la religión, y que no esté
instruido de las cosas necesarias para la salvación: como el Símbolo, los
Mandamientos de Dios y de la
Iglesia, los Sacramentos del Bautismo, de la Penitencia, de la Eucaristía, y demás.
Además de estas instrucciones, estáis obligados a trabajar en arreglar los
movimientos de su corazón, manifestarles vuestro celo por su salvación,
hablándoles frecuentemente de las grandezas de Dios, de las maravillas que ha
obrado, y de los beneficios que hemos recibido y recibimos continuamente de sus
manos liberales, para inclinarnos, como dice el Profeta, a poner toda su
esperanza en Dios, a no olvidar jamás las obras del Señor, y a ser fiel en la
investigación práctica de sus santos mandamientos (Salmo 77). Podréis hacer
mucho fruto en vuestras instrucciones, inspirándoles en todas ocasiones
sentimientos opuestos a los de la naturaleza corrompida, apartando con mucho
cuidado todas las ocasiones que pudieran ponerles en peligro de perderse,
dándoles buen ejemplo, corrigiéndolos con caridad y prudencia cristiana, en
fin, buscándoles buenos maestros, y que sean piadosos.
Podéis inspirarles con fruto sentimientos cristianos,
poniéndoles muchas veces delante de los ojos las promesas que han hecho en su
Bautismo, explicándoselas, haciéndoles ver que están obligados a guardarlas con
una gran fidelidad; diciéndoles, que renunciar al demonio es arrojarle lejos de
sí, desecharle, y hacer profesión de aborrecerle: que las pompas del demonio no
son otra cosa que las pompas del mundo, es a saber, la ambición, la vanagloria,
el lujo, las concurrencias donde reina la ostentación de la vanidad, y que no
sirven de otra cosa que de encender las pasiones, como los espectáculos; que
las obras del demonio a que renunciamos, son los vicios, y todas las acciones
prohibidas por la ley de Dios. No solamente debéis hacerles conocer las
obligaciones que han contraído en su Bautismo, pero aún empeñarles con maña a
ponerlas en práctica. Es bueno inspirarles desprecio de las grandezas del
siglo: se puede por ejemplo, tomar ocasión de las desgracias que suceden a las
personas elevadas en dignidad, y de las muertes de los Grandes, de quienes
ellos oyen hablar, para hacerles reflexionar sobre la vanidad y la poca
duración de los honores de este mundo, y sobre la ventaja que es, no estar el
hombre apegado mas que a Dios. Si se habla delante de ellos de algún delito
cometido, es menester tomar ocasión de inspirarles horror de él, y hacerles
conocer que es la mayor miseria y ceguedad, acarrearse una eternidad de penas
por tomarse una satisfacción de un instante. Si en su presencia se dice de
algunas personas, que han ido al baile, o a ver la comedia, es importante
hacerles comprender, que todas estas cosas pertenecen a las pompas del mundo: y
que aquellos placeres son lazos que el demonio tiende a los hombres para
hacerles caer en el pecado: que los espectáculos son ocasión de ofender a Dios,
y que según San Ambrosio, el baile es compañero casi inseparable de los
deleites y de la impureza.
No debéis jamás
sufrir, que en su presencia se disimule con nombre de virtud lo que es pecado
según las reglas del Evangelio: que se diga por ejemplo, que es liberalidad
hacer gastos superfluos: que tener la mesa más espléndida, y los muebles más
ricos, hace al hombre más digno de estimación: que es cosa inocente frecuentar
los bailes y espectáculos: que el vengarse de una injuria es tener honra y
valor, ... Y tampoco debéis permitir que en presencia de vuestros hijos se
ridiculicen las virtudes, porque no conciban desprecio de ellas; como que se
llame a la piedad hipocresía, al temor de ofender a Dios escrúpulo y
pusilanimidad, a la práctica de la vida penitente rigor indiscreto. En fin,
para evitar que incurran en la vanidad, que es fuente de muchos pecados, no se
les debe lisonjear su amor propio, haciéndoles vestidos que indiquen lujo; ...
Por tanto pecan gravísimamente los padres y madres cuando dan a sus hijos
ocasión de escándalo con sus malos ejemplos, y se puede decir de ellos, lo que
dice Jesucristo de aquel que escandaliza a los pequeños: Sería muy justo que
se les atase una piedra de molino al cuello, y se les arrojase al mar (Mateo
18, 6).
En fin, voy a daros un aviso muy importante, y es, que no os
es permitido escoger a vuestro arbitrio el estado que han de tomar vuestros
hijos, sin consultar antes a Dios, y sin saber si el Señor los llama a él,
porque hay muchos padres y madres, que no miran a otra cosa en esta elección,
que a los intereses temporales y puramente humanos. ... Lo más que tenéis
derecho de hacer, es informaros de las razones que vuestros hijos tienen para
la elección a que se inclinan: pero después que habéis reconocido por el examen
que hubiereis hecho de sus motivos, que ellos buscan sinceramente a Dios, y que
es Dios quien los llama, es menester sacrificarlos a Dios, y no oponeros a su
voluntad.
En lugar de las
instrucciones mundanas, que otros dan a sus hijos, decidles vos frecuentemente
a los vuestros aquellas bellas palabras del Papa San León. Reconoce, oh
cristiano, tu dignidad. ... Habiendo sido hecho participante de la naturaleza
divina por el Bautismo, no degeneres jamás por la bajeza de tus sentimientos de
esta singular grandeza. Acuérdate de dónde vienes, y a dónde vas. Acuérdate de
qué padre eres hijo, y de qué cabeza eres miembro; acuérdate de dónde has sido
sacado por la misericordia de Dios, y a qué has sido llamado.
¿Por qué no
repetiréis a vuestros hijos los empeños que han contraído con Dios en el
Sacramento del Bautismo? ¿Por qué no les haréis a ellos mismos repetir las
renucias de Satanás, de sus pompas y de sus obras, que pronunciaron al
recibirle? Con este motivo se les explica lo que han de entender por pompas del
demonio, y se les dice, que esta es la vida toda de las gentes del mundo, la frecuencia de los espectáculos y de
otras asambleas profanas ; porque el demonio ostenta en ellas sus pompas, esto
es, que allí seduce a las almas con los atractivos de la vanidad, de los
placeres criminales, con el lujos, y los atavíos provocativos y mundanos. De
esta suerte se les hace penetrar el espíritu de los votos de su Bautismo, se
les empeña en practicar la observancia de la Ley de Dios, que se comprende casi toda en este
primer voto.
Es menester
formarles temprano en la piedad. La buena instrucción de un hijo en la primera
edad impide que en los años de juventud se extravíe.
San León Magno
Pero es
importante saber por qué se muere y para quién vive, porque hay una muerte que
hace vivir y una vida que mata.
Y es justamente en este mundo efímero, donde hay que buscar lo uno y lo otro; de la calidad de nuestras acciones terrenas, dependerá la diferencia de las retribuciones eternas. Muramos pues al diablo y vivamos para Dios; muramos al pecado para resucitar a la justicia; qué desaparezca el hombre viejo para que nazca el ser nuevo.
Ya que, según la palabra de la Verdad, "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24), tomemos como ejemplo no al que hace tropezar a los que están de pie para llevarles a la ruina, sino al que ayuda a levantar a los que caen, para conducirles a la gloria.
Y es justamente en este mundo efímero, donde hay que buscar lo uno y lo otro; de la calidad de nuestras acciones terrenas, dependerá la diferencia de las retribuciones eternas. Muramos pues al diablo y vivamos para Dios; muramos al pecado para resucitar a la justicia; qué desaparezca el hombre viejo para que nazca el ser nuevo.
Ya que, según la palabra de la Verdad, "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24), tomemos como ejemplo no al que hace tropezar a los que están de pie para llevarles a la ruina, sino al que ayuda a levantar a los que caen, para conducirles a la gloria.
PRÁCTICA DEL AMOR A JESUCRISTO. Alfonso María de Ligorio. 1845.
Advertencia del
traductor. (D. Joaquín Roca y Cornet).
"Toda la Ley de Jesucristo se reduce a la Caridad".
Cor. 13, 4. La caridad es paciente, es benigna, no conoce la
envidia ni la tibieza, no se hincha ni ambiciona, no busca sus propios
intereses ni se enfurece, ni piensa mal, ni se complace en la iniquidad (Según la Biblia anotada por Scio de
Miguel: 1 Cor. 13, 4-8: La caridad es paciente, es benigna: la caridad no es
envidiosa, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no
busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal, no se goza de la
iniquidad, mas se goza de la verdad: Todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta. La caridad nunca fenece: aunque se hayan de acabar las
profecías, y cesar las lenguas, y ser destruida la ciencia, 1 Cor 14, 1: Seguid
la caridad, codiciad los dones espirituales: y sobre todo el de profecía).
"He aquí lo que es la caridad en oposición a los vicios de orgullo, de
odio y de egoísmo, que corroen y corrompen el corazón humano; y cuya raiz
maligna nace de su inclinación al mal. ¿Qué es pues la Caridad? Todo lo
contrario, el compendio de todas las virtudes de rectitud, de mansedumbre, de
candor, de amor, de esperanza. La
Caridad, continúa el Apóstol, se complace en la verdad, todo
lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo sostiene. Es aquel todo para
todos, aquel desprendimiento generoso, aquella humildad profunda, aquella
agradable dulzura y suavidad, aquella paciencia inalterable, aquel ardiente
deseo de hacer bien por el amor de Dios, que hace del hombre un ángel con
carne, imagen viva de Jesucristo, y diseño en la tierra de los predestinados.
Es por fin el Amor, aquel fuego que el Hijo de Dios vino a encender en el
mundo, que une la tierra con el cielo, el tiempo con la eternidad, la criatura
con el Criador.
... para despegar el alma de lo terreno, y unirla con su
único centro, que es Dios, por medio del amor a Jesucristo, que nos hace una
dulce violencia, y es para nosotros en este valle de amargura y de pecado una
apremiante necesidad.
DE SAN ALFONSO
MARÍA DE LIGORIO.
"Toda la
santidad y toda la perfección consiste en amar a Jesucristo nuestro Dios,
nuestro soberano bien y nuestro Salvador.
El que me ama, dice Jesucristo, será amado de mi Padre: Mi Padre os ama
porque vosotros me amasteis (Juan 16, 27). "
"La
perfección consiste en amar a Dios de todo corazón." La caridad une y conserva todas la virtudes
que hacen al hombre perfecto (Colosenses 3, 34).
¿Y cómo puede
Dios dejar de merecer nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad
(Jer ¿31, 3?)
52, Comunión,
alma en Gracia y vivo deseo de crecer en
el amor de Jesucristo
53 "cuando Jesucristo viene a una alma por
la santa comunión, lleva consigo tesoros inmensos de gracias, y puede muy bien
decirse después de la comunión Todos los bienes me han venido con ella.
S. Dionisio
enseña que el sacramento de la
Eucaristía es el medio más poderoso para santificar las
almas.
La Eucaristía puede excitar un amor tan intenso en el
alma hasta el punto que ésta se olvida
de sí misma, y pierde de vista todas las cosas criadas
Santo Tomás de
Villanueva ¿Qué temes, si detestas tu pecado, ...
El amor es la
plenitud de la Ley.
Romanos 15 (0 13), 10
Cristo murió por
nosotros, a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para aquel que
murió por nosotros (2 Corintios 5, 15). 77
81 "Salomón
llama la sabiduría, que es la caridad, un tesoro infinito; porque el que tiene
la caridad participa de la amistad de Dios [SAP 7, 14 (U 11)]."
"Mil veces
se halla repetido en la
Escritura que Dios ama al que le ama (Prov, 8, 17; Jo 14,
23). He aquí la bella unión que obra la caridad, uniendo el alma con Dios. El
amor da la fuerza de hacerlo y de sufrirlo todo por Dios (Cant. 8, 6). Nada hay
tan difícil, dice S. Agustín (Lib. de Mor. Eccl. c. 22), que no se consiga con
el amor; porque el amor hace que no se sienta la fatiga, y las cosas que son
duras se vuelven blandas a los que aman.
San Crisóstomo
nos enseña cuáles son los efectos del amor divino en un corazón dominado por
este amor. Cuando el amor de Dios se ha apoderado de un alma, dice el santo,
produce en ella un deseo insaciable de obrar en pro del objeto amado; por
manera, que por muy duros que sean los trabajos, le parece siempre no hacer
nada; se aflige siempre de hacer poco por Dios, y si le fuese dado morir por
Él, este sería su mayor contento. Mira casi como inútil todo lo que hace,
porque el amor le descubre lo que Dios merece; ve cuán imperfectas son sus
acciones, no encontrando en ellas sino pena y confusión; y reconociendo que
todo cuanto hace es muy poco para tan grande Señor."
"Oh, cuanto
se engañan, exclama S. Francisco de Sales, aquellos que buscan la santidad
fuera del amor de Dios. Las otras virtudes sin la caridad son como un montón de
piedras, y de nosotros solos depende el poseer esta virtud de la caridad en
toda su perfección, consagrándonos enteramente a Dios.
El Señor dijo un
día a santa Teresa: Todo lo que no se hace para agradarme es vanidad. ¡Que no
pueda yo grabar esta gran verdad en el corazón de todos los hombres! Una sola
cosa es necesaria; no es necesario ser rico acá en la tierra, hacerse estimar
de los hombres, llevar una vida cómoda y regalada, tener dignidades, ser
contado entre los sabios, no: la única cosa necesari es amar a Dios y hacer Su
santa Voluntad. Para esto solo nos crió y nos conserva; por este solo medio
podemos llegar al paraíso. Grabadme,
dice el Señor, como un sello en vuestro corazón y en vuestro brazo, a fin de
dirigir hacia mí todos vuestros pensamientos, todos vuestros deseos, y todas
vuestras acciones; ponedme en vuestro corazón para que no entre en él otro amor
que el mío, y en vuestro brazo, para que en todo cuanto hacéis no tengais otro
fin que yo (¿algo de 3, 6 u 8, 6?). Córrese, vuélase por la senda de la
perfección desde el momento en que no se tiene otra mira que a Jesús
crucificado y el deseo de agradarle.
Debemos, pues,
poner todos nuestros conatos en adquirir un verdadero amor hacia Jesucristo.
¿Queréis saber los caracteres de este amor? Vedlos aquí. El amor es timorato,
su único temor es desagradar a Dios; es generoso, lleno de confianza en Dios,
osa emprenderlo todo por la gloria de Dios; es fuerte, triunfa de las pasiones,
de las tentaciones más violentas, de las mayores angustias; es obediente, sigue
desde luego a la voz de Dios; es puro, no amando sino a solo Dios, y amándole
por la sola razón que merece ser amado; es ardiente, porque quisiera inflamar
todos los corazones, y verlos consumidos de divino amor; arrebata el alma, y la
hace vivir como fuera de sí misma, hasta
el punto que ya no parece ocuparse en las cosas de la tierra, sino únicamente
en amar a Dios; es unitivo, une estrechamente la voluntad de la criatura con la
de su Criador; suspira sin cesar, llenando el alma de deseo de dejar la tierra
para unirse perfectamente a Dios en la patria de la bienaventuranza, y amarle
allí con todas sus fuerzas.
Nadie mejor que
S. Pablo señala los caracteres de la verdadera caridad y los medios de
adquirirla. Sin la caridad, dice ( Cor. 13), el hombre es nada, y nada le es
provechoso. Aún cuando se tuviese una fe que transportase las montañas de un
lugar a otro, como hizo S. Gregorio el Taumaturgo; aún cuando se diesen a los
pobres todos los bienes; aún cuando se llegase al punto de sufrir
voluntariamente el martirio, todo esto, sin la caridad, y sin que se hiciese
para complacer a Dios, de nada serviría. Pasa en seguida S. Pablo a indicarnos
los caracteres de la verdadera caridad, y nos enseña la práctica de las
virtudes que nacen de la caridad. La caridad es paciente, etc. Vamos pues a considerar
estas santas prácticas ya para conocer si tenemos verdaderamente el amor que
debemos a Jesucristo, ya para conocer mejor en qué virtudes hemos de
ejercitarnos, principalmente para conservar y aumentar en nosotros este santo
amor. "
El que ama a Jesucristo
ama los padecimientos. La tierra es un lugar de
merecer, y por esto es un lugar de sufrir. No podemos ser completamente
felices sino en el cielo, nuestra patria y nuestro eterno reposo, Poco tiempo
pasamos en este mundo, y este poco tiempo está lleno de penas (Job 14, 1). No
hay una sola persona que no haya de sufrir algo: todos los hombres, justos y
pecadores, están obligados a llevar la cruz. El que la lleva de buen grado y
con paciencia, se salva; el que la lleva con impaciencia, se pierde. Las mismas
miserias, dice S. Agustín, son un medio de salud para unos, y de condenación
para otros. En el crisol de los
sufrimientos, añade, se separa la paja del grano en la Iglesia del Señor. El que
se humilla en las tribulaciones y se resigna en Dios, es el grano destinado al
paraíso; al contrario, el que se engríe, se impacienta y abandona a Dios, es la
paja destinada al infierno. "
124.
"Las gentes
de mundo tienen muchos fines desarreglados en sus acciones, como agradar a los
hombres, darse honra, amontonar riquezas, o a lo menos, contentarse a sí
mismos. Pero el cristiano no tiene sino un solo ojo para mirar a Dios en todo,
y complacerle; ...".
"No basta
hacer buenas obras, sino que es preciso hacerlas bien. Para que nuestras obras
sean buenas y perfectas, es menester que se hagan con mira de agradar a Dios.
Tal es el elogio que se da a Jesucristo, que hizo bien todas las cosas. Muchas
acciones, loables por otra parte en sí mismas, dejarán de ser meritorias, o lo
serán poco con respecto a Dios, porque no habrán sido puramente dirigidas a la
gloria del Señor. Sta. María Magdalena de Pazzi decía, que Dios recompensa
nuestras buenas obras a proporción de nuestra pureza de intención, es decir:
que cuanto más pura sea nuestra intención, más recompensadas serán de Dios
nuestras acciones. Mas ay! cuan difícil es encontrar una acción hecha solamente
por Dios!
A menudo .... se
trabaja mucho y se alcanza poco, porque lejos de trabajar únicamente por Dios,
solo se tiene presente la gloria mundana, el interés, o cuando menos, su propia
inclinación.
Guardaos, dice
el Señor, de hacer el bien para ser vistos de los hombres, de lo contrario, no
recibiréis premio alguno del Padre celestial (Mt. 6, 1). El que trabaja para
satisfacer su gusto, ha recibido ya su recompensa; pero una recompensa que se
reduce a un poco de humo, a una satisfacción efímera que pasa sin dejar
provecho alguno en el alma. El profeta Ageo declara, que aquel que trabaja por
otro fin que el de agradar a Dios, pone los frutos de su trabajo en un saco sin
fondo, en donde no halla nada cuando le abre(Ageo 1, 6).
Resulta de ahí
que si después de haberse tomado mucha
pena no llega al término que se propuso, cae en la turbación y en la inquietud.
He aquí una prueba de que no tenía por mira la sola gloria de Dios: el que no
trabaja sino para la gloria de Dios no se conturba aun cuando la cosa no tenga
éxito; pues habiendo obrado con la recta
intención de agradar a Dios, ha logrado ya el fin que deseaba.
Ved las señales
por los que se puede conocer si una persona ocupada en asuntos espirituales
obra solamente por Dios: 1.º Si cuando no le sale bien no se turba, pues no
queriéndolo Dios, tampoco lo quiere ella. 2.º si se alegra tanto por el bien
que han hecho los otros, como si ella misma le hubiese obrado: 3.º si no desea
mas un empleo que otro sino que se adhiere únicamente al que le señalan sus
superiores: 4.º si después de estas acciones ni busca elogios, ni recompensas;
y por consiguiente, si se la critica no se aflige por ello sino que se contenta
únicamente de haber contentado a Dios: si siendo aplaudida y alabada, no se
envanece, sino que da a la vanagloria la respuesta que le hacía el venerable
Juan de Ávida: Vete, tarde has llegado, cuando tengo ya consagrada toda esta
obra a Dios.
Este es el medio
para entrar en el gozo del Señor, alegrándose de lo que place a Dios, como el
servidor fiel (Mt. 28, 23). Si tenemos la dicha de hacer alguna cosa que agrade
a Dios, dice S. Crisóstomo, ¿qué más queremos? ¿No es la mayor recompensa, la
mayor felicidad que puede caber en la criatura el agradar a su Criador?
129
Esto es lo que
exige Jesucristo de una alma que le ame [Cant. 3 (u 8), 6]. Quiere que ella le
ponga como un sello sobre su corazón y sobre su brazo a fin de que no emprenda
ni haga jamás cosa alguna sino para complacer a Dios, y que Dios sea siempre el
único objeto de sus pensamientos y de sus acciones. El que quiere ser santo,
dice Sta. Teresa, no debe tener otro deseo que agradar a Dios. Toda acción
hecha por Dios, por pequeña que sea de otra parte, es superior a todo precio. Y
la razón es, porque todo lo que se hace con la mira de agradar a Dios es un
acto de caridad, que nos une por consiguiente a Dios, y nos procura los bienes
eternos. "
"Aquellos
que en todas sus acciones no tienen otra mira que la voluntad del Señor,
disfrutan y saborean aquella santa libertad de espíritu, posesión exclusiva de
los hijos de Dios, libertad que les hace abrazar todo cuanto place a
Jesucristo, a pesar de toda la repugnancia del amor propio o del respeto
humano. El amor de Dios constituye en una indiferencia absoluta lo dulce, lo
amargo; todo es igual. Renunciase a las propias inclinaciones para no querer
sino aquello que agrada a Dios, y con la misma tranquilidad ocupan las cosas
pequeñas o agradables: basta que aquellas a que nos dedicamos agraden a Dios.
Caridad, vínculo
de perfección: Colosenses 3, 14 La caridad reúne en un alma las más perfectas
virtudes.
Dios os
preserve, decía Santa Teresa, de un pecado deliberado por pequeño que sea.
Todo el mal
viene de que se tiene poco amor a Jesucristo. Los unos están llenos de
estimación de sí mismos, los otros se irritan de todo suceso contrario a su
voluntad; estos comen mucho por razones de salud; aquellos sumamente distraidos
en su interior, escuchan a menudo discursos extraños al servicio de Dios, y
propios únicamente para satisfacer sus caprichos; y los otros, en fin, se
sienten heridos del menor disgusto que creen recibir, se turban, faltan a la
oración, o a lo menos al recogimiento que la oración exige; pasan en un
instante de la alegría a la tristeza o a la cólera, según que sus negocios
salen o no a medida de sus deseos. Todas estas pesonas pues no aman, o aman muy
poco a Jesucristo, y desacreditan la verdadera devoción.
El que no hace
el menor esfuerzo para avanzar, retrograda (retrocede), y es arrastrado por la
naturaleza corrompida.
Tomar una
resolución y poner medios (propios del propio estado para la santificación), al
respecto de vivir la santidad, la entrega total a Dios; no se trata, pues, de
un vano e inútil deseo. Proverbios 21, 23: los deseos matan al perezoso.
La primera
resolución ha de ser la de morir antes de cometer un pecado con deliberación,
por pequeño que sea.
S Francisco de
Sales: la mayor certitud que podemos tener en este mundo de estar en gracia de
Dios no consiste en un amor sensible hacia Dios, sino en una entera e
irrevocable resignación a su voluntad, y en una firme resolución de no
consentir jamás en pecado alguno, ni grande ni pequeño; es decir, que esta
certitud consiste en una grande delicadeza de conciencia, que no es escrúpulo.
Es preciso ser delicado para ser santo, pero el escrúpulo es un defecto muy
perjudicial. Se debe obedecer al Padre espiritual y vencer los escrúpulos que
no son sino aprehensiones vanas y fuera de razón.
Es indispensable
después resolverse a escoger sin reserva lo mejor, esto es, no solamente lo que
es agradable a Dios, sino hasta lo que le es más agradable. S. Francisco de
Sales invita a comenzar por una fuerte y constante resolución de darse todo a Dios,
protestándole que en adelante queremos pertenecer a él sin ninguna reserva, y
renovar a menudo esta resolución. S. Andrés Avelino hizo voto de adelantar
todos los días en la perfección. Sin embargo, para ser santo no es necesario
hacer este voto, pero es preciso que todos los días se trate de dar algunos
pasos en la perfección. S. Lorenzo Justiniano asegura, que una vez se haya
entrado de todo corazón en el camino de la perfección se siente crecer siempre
más y más el deseo de progresar en él; y que este deseo se fortifica a medida
que se va adelantando, porque cada día se adquieren nuevas luces.
Es menester
además poner en práctica inmediatamente las resoluciones que se hayan hecho,
sin aguardar a mañana; ¿quién sabe si después tendremos tiempo? Seguid en esto
el consejo del Eclesiastés: Cualquiera cosa que pueda hacer tu mano, óbrala con
instancia (Ecles 9, 10); esto es, no queráis diferir lo que podéis hacer desde
luego; y la razón es: porque ni obra, ni razón, ni sabiduría, ni ciencia habrá
en el sepulcro, a donde caminas aprisa (Ecles. 9, 10). En la vida futura se
acabaron ya el tiempo y los medios de hacer el bien y de merecer; después de la
muerte lo que está hecho está hecho.
De S. Carlos
Borromeo: Hoy es el día que empiezo a servir a Dios.
Tomemos pues,
cada día la resolución de darnos a Dios. No nos paremos en lo que hacen los
otros, pues pocos hay que de veras trabajen en hacerse santos.
S. Bernardo
dice: si queremos imitar el común de los hombres seremos siempre imperfectos
como ellos. Preciso es vencerlo todo, renunciar a todo, para conseguirlo todo.
Como no acabemos por dar todo nuestro corazón a Dios, decía Sta. Teresa,
tampoco no nos dará él todo su amor.
Él murió para
todos nosotros, dice el Apóstol, para que cada uno de nosotros no viva sino
para amarle (2 Cor. 5, 15).
El tercer medio
para santificarse, es la oración mental. El que no medita las verdades eternas,
según Gerson, no puede sin milagro, vivir como cristiano; y la razón es, porque
sin oración mental quedamos sin luz, y caminamos palpando tinieblas. Las
verdades de la fe no pueden ser perceptibles a los ojos del cuerpo, sino
solamente a los del alma cuando se medita: el que no las medita no las ve, y camina por consiguiente
entre tinieblas: siendo muy fácil en tal estado que se adhiera a objetos
sensibles y que desprecie los bienes eternos. Porque aunque a nuestro parecer
no haya imperfecciones en nosotros, escribe Sta. Teresa, cuando Dios abre los
ojos del alma, como en la oración lo suele hacer, parécense bien estas imperfecciones.
Opina S. Bernardo, que el que no medita no tiene horror de sí mismo, porque no
se conoce. La meditación arregla las afecciones del alma, y dirige nuestras
acciones hacia Dios; pero sin ella las afecciones se pegan a la tierra, con
ellas se conforman las obras y todo está en desorden.
Sta. Catalina de
Bolonia decía, que quien no adquiere el hábito de la meditación se priva del
dulcísimo lazo que une el alma con Dios; y así no será de admirar que en tal
estado de frialdad le lleve el demonio a nutrirse de un fruto emponzoñado. Al
contrario, según Sta. Teresa, el que persevera en la oración, por esfuerzos que
haga el demonio prar conducirle al mal, llegará ciertamente por una gracia
particular de Dios al puerto de salud.
Y asegura la misma santa, que si tanto se fatiga el demonio
para desviar las almas de la oración, es porque sabe que es perdida ya para él
el alma que a tan santo ejercio se dedica. ¡Cuántas ventajas no se sacan de la
oración ! Ella llena el alma de santos pensamientos, de piadosos afectos, y de
firmes resoluciones de darse enteramente a Dios; y en seguida el alma sacrifica al Señor todos
los placeres de la tierra, todos los apetitos desordenados. No puede haber gran
perfección, decía S. Luis Gonzaga, sin mucha oración.
Se debe hacer oración
únicamente para agradar a Dios, es decir, para conocer su santísima Voluntad y
pedirle la gracia de cumplirla. El venerable P. D. Antonio Torres decía que
llevando la cruz sin consuelos es como se vuela a la perfección. Renunciar a la oración, decía Sta. Teresa, es
precipitarse en el infierno por sí mismo sin necesidad de demonios.
La oración
habitúa a pensar siempre en Dios.
Una persona de
oración debe amar la soledad y no disiparse en asuntos voluntarios e inútiles;
de lo contrario, perderá el espíritu de recogimiento, que es un excelente medio
para conservar la unión con Dios. El alma que ama a Jesucristo debe ser un
jardín cerrado a todas las criaturas, y no debe admitir en su corazón ni
pensamientos ni afectos que no se dirijan a Dios. Nadie se santifica teniendo
el corazón abierto a todos los objetos.
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